Así lo afirmó este viernes, solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús, al recibir a los participantes en un congreso promovido por la Federación Nacional Italiana de la Unión Apostólica del Clero y a los representantes de la nueva Unión Apostólica de los Laicos.
Recordando la «Novo millennio ineunte», su carta programática para la Iglesia de inicios de siglo, el Papa recordó que el gran objetivo que tienen delante todos los católicos –pastores y fieles en sus relaciones– es el de «hacer de la Iglesia la casa y la escuela de la comunión».
Promover una espiritualidad de la comunión, consideró, exige ante todo «una radical conversión a Cristo, una dócil apertura a la acción de su Espíritu Santo y una acogida sincera de los hermanos».
La Jornada Mundial de oración por la santificación de los sacerdotes, que con motivo de la fiesta del Sagrado Corazón además la Iglesia, «es una ocasión propicia para implorar del Señor el don de santos ministros para su Iglesia», añadió.
Para explicar la importancia de esta iniciativa, el pontífice citó a quien llamó «un santo de nuestros tiempos», Josemaría Escrivá, fundador del Opus Dei, quien escribía: « el Señor se sirve de nosotros como antorchas, para que su luz ilumine… De nosotros depende que muchos no permanezcan en tinieblas, sino que anden por senderos que llevan hasta la vida eterna».
Ahora bien, preguntó el Papa, «¿dónde encender estas antorchas de luz y de santidad sino en el corazón de Cristo, hoguera inagotable de caridad?».
