LECCE, 30 junio 2003 (ZENIT.org).- Comentando las dramáticas muertes de centenares de personas entre quienes proceden del norte de África e intentan desembarcar en Italia, el arzobispo de Lecce (Italia), Cosmo Francesco Ruppi, constató que el fenómeno de la inmigración es imparable y exige afrontarlo conjugando acogida y legalidad.
Así se expresó el prelado –comprometido durante años en ofrecer una respuesta a la emergencia que ha afectado por largo tiempo a las costas de la región de Puglia y que ahora se ha desplazado hacia las sicilianas– el martes pasado en un artículo en «L’Osservatore Romano».
El arzobispo Ruppi subrayó la necesidad de un empeño común y uniforme para la solución de un problema que afecta a personas a menudo extremadamente pobres y que «merecen al menos el respeto que se debe a todos los seres humanos».
Según su artículo, no basta simplemente una ley para detener a quienes organizan el contrabando de personas y a los inmigrantes, sino que hace falta sobre todo llevar desarrollo a los lugares de los que parten estas multitudes de pobres, los cuales no lo hacen por el gusto de exiliarse, sino sólo porque se ven empujados por la miseria y la desesperación.
«Defender las costas es un deber –añade el arzobispo– y tratar con los estados ribereños para la readmisión de los prófugos es necesario, como es urgente lograr una política comunitaria sobre la inmigración, como ha sido subrayado recientemente en Salónica».
Los cristianos están llamados, por su parte, a ver en el prófugo antes que nada al hombre, con todo lo que se deriva en cuanto a dignidad y exigencias, pero también a un hermano, según el auténtico espíritu evangélico.
«La Iglesia –concluye monseñor Ruppi–, seguirá haciendo de la acogida la bandera preferida, su razón de ser, a pesar de los cañonazos verbales que a menudo le disparan».