CIUDAD DEL VATICANO, 23 de noviembre de 2003 (ZENIT.org).- Publicamos las conclusiones de la XVIII Conferencia Internacional del Consejo Pontificio para la Pastoral de la Salud sobre «La depresión» celebrada en el Vaticano del 13 al 15 de noviembre.
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Entre los días 13, 14, y 15 de noviembre de 2003 se celebró la Decimoctava Conferencia Internacional del Consejo Pontificio para la Pastoral de la Salud sobre el tema «La depresión». Las sesiones de trabajo tuvieron lugar en el Aula Nueva del Sínodo en el Vaticano.
Bajo la guía del eminentísimo presidente del Consejo Pontificio para la Pastoral de la Salud, el señor cardenal Javier Lozano Barragán, se congregaron cardenales, arzobispos, obispos, religiosos, religiosas, laicos y laicas, procedentes de 62 países, comprometidos de diferentes maneras en el mundo del sufrimiento y de la salud y/o especializados en las distintas disciplinas de las ciencias humanísticas, sociales, biomédicas y teológico-pastorales.
Participaron en las sesiones de la conferencia un amplio número de embajadores y ministros de Salud, numerosos estudiantes de las escuelas de medicina, de ciencias de enfermería y de teología pastoral de la salud.
El tema general, «La depresión», fue expuesto por los diferentes ponentes a la luz de la Palabra de Dios y de la teología para subrayar los desafíos sociales, sanitarios, políticos, culturales y religiosos más importantes que debe afrontar la comunidad internacional y la Iglesia, en particular, en las diferentes regiones del mundo; así como las respuestas adecuadas a nivel teológico, moral, educativo y pastoral para ofrecer a las personas afectadas por la depresión la única perspectiva viable definitiva para contrarrestarla, es decir, la experiencia de la victoria de la vida sobre la muerte.
Los ilustres relatores de la XVIII Conferencia Internacional han afrontado los siguientes temas:
–La depresión: antropología bíblica y fe cristiana
–La depresión entre el malestar y la enfermedad
–La depresión: datos y observaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS)
–¿Una sociedad depresiva?
–Depresión y crisis religiosa
–La crisis suicida
–Modelo biológico y modelo psicológico de la depresión
–Medios de comunicación y la agudización de la depresión
–Las ideas depresivas del mundo contemporáneo
–Historia de la depresión
–Teología: depresión y esperanza cristiana
–Teología moral: depresión, referencias morales subjetivas y referencias morales objetivas
–El rechazo del sufrimiento y la búsqueda del bienestar personal
–Diálogo interreligioso sobre el sentido de la depresión y del malestar: judaísmo, islam, budismo, hinduismo
–Principales puntos de la fe sobre los que se debe insistir de manea particular
–Privilegiar una educación en el sentido de la persona, de la responsabilidad y de la estima de uno mismo a la luz del cristianismo
–Suscitar un lazo social en una sociedad desintegrada y dominada por el individualismo
–La acogida de las personas depresivas en ambiente médico y hospitalario
–El papel de la familia ante la depresión
–El acompañamiento pastoral, espiritual del deprimido y de su ambiente
–Hacia una pastoral de la esperanza cristiana y de la confianza en la vida
Al final de las sesiones de trabajo, en las que también han intervenido activamente los participantes con breves intervenciones para plantear preguntas, hacer observaciones y ofrecer sugerencias, teniendo en cuenta el magisterio de Juan Pablo II, han surgido las siguientes afirmaciones, recomendaciones y propuestas:
1. Afirmaciones:
Los participantes han afirmado:
–La depresión patológica o simplemente existencial constituye una experiencia que ha acompañado al hombre desde los civilizaciones más antiguas. De ser un fenómeno esporádico se ha convertido con el paso de los años en una auténtica epidemia, sobre todo a causa de la cultura de la falta de sentido y de la muerte que en el pensamiento postmoderno se refleja en el «hombre pavidus» postmoderno.
–La depresión no tiene sólo un aspecto médico, sino también social en cuanto se desarrolla en ausencia de referencias éticas claras y de una vida espiritual alimentada por la Palabra de Dios.
–El individualismo, el desempleo, el divorcio, la inseguridad, la ausencia de una auténtica educación, la falta de transmisión del saber, de la cultura, de la moral, de la vida religiosa, y la negligencia de las normas objetivas por parte del relativismo ético debilitan y hacen frágiles a las personas por falta de arraigamiento y de estabilidad en la existencia.
–Los antivalores se desarrollan en perjuicio del hombre y rompen la armonía de una cultura haciendo que las personas sean frágiles; éstas son los productos de las ideas depresivas que llevan la semilla de la destrucción de la humanidad del hombre y la desfiguran hasta el punto de hacerle incapaz de reconocerse en lo que vive.
–Si por una parte la presencia de determinismos psíquicos involuntarios no implica necesariamente la ausencia de una motivación ética, por otra parte se limita el espacio de la libertad. Esto tiene particular importancia para la depresión, que pone en el centro de su propia psicodinámica el sentido de culpabilidad generado por una herida narcisista: puede desencadenar una estrategia que busca meditar esa herida, alimentando el deseo de omnipotencia y el fantasma del control total.
–La familia sufre cuando uno de sus componentes está enfermo de depresión. Por otra parte, la misma familia puede ser la mejor terapia para el deprimido. Escuchar, comprender, amar, valorar siempre a la persona, ayudarla a participar y a hacerle sentir que se está bien junto a ella es el camino que propone la pastoral de la Iglesia para acompañar a las personas deprimidas.
–El sentido trascendente de la vida que proponen las religiones constituye el mejor antídoto contra la depresión y para una armonía física, psíquica, social y espiritual de la vida.
–Para el musulmán sólo la fe en Dios y el apego a Él constituyen la única prevención y protección contra la depresión.
–La religión hinduista es una especie de psicoterapia, pues tiene también la función de responder a cuestiones últimas de la vida, apoyando así el vínculo social, la cohesión y el sentido de pertenencia, así como las líneas orientadoras para la vida.<br>
II. Recomendaciones y propuestas
Se recomienda y propone:
–Se afirma que la ausencia de puntos de referencia contribuye a hacer frágiles las personalidades, induciéndolas a considerar que todos los comportamientos son iguales. De aquí se deriva la importancia de recordar a la familia, a la escuela, a los movimientos juveniles y a las asociaciones parroquiales su papel insustituible a causa de la incidencia que estas realidades tienen en la formación de la persona.
–Se propone a los agentes pastorales que tiendan la mano a los enfermos deprimidos para que experimenten la ternura de Dios, integrándoles en una comunidad de fe y de vida en la que puedan sentirse acogidos, apoyados, dignos de amar y de ser amados. Esto lleva a contemplar a Cristo y a dejarse guiar por Él, haciendo una experiencia que les abre a la esperanza y a la vida.
–Se pide a las instituciones públicas que aseguren condiciones de vida dignas de las personas deprimidas y que elaboren políticas a favor de la juventud, orientadas a ofrecer a los jóvenes motivos de esperanza, preservándoles del vacío existencial con sus trágicas consecuencias.
–Para salir de la depresión el hombre tiene necesidad de volver a encontrar los valores y un sentido a su existencia, y la resurrección de Cristo constituye el desemboque definitivo de victoria contra la depresión.
–Volver a
encontrar la confianza en sí mismo y en la vida pasa a través de la pedagogía de la esperanza cristiana, una esperanza que nos abre un futuro con Dios y que nos arraiga en el deseo de encontrar nuestra felicidad con Cristo en la vida eterna, apoyándonos en la gracia del Espíritu Santo.
–Para volver a crear un auténtico vínculo social a partir de un cambio completo del comportamiento de cada hombre, es necesario volver a valorar los principios de la moral, que son capaces de imprimir un profundo cambio en el espíritu del hombre deprimido para elevarle, restaurando al mismo tiempo tanto la persona como la sociedad.
–El hombre que sufre tiene siempre un puesto privilegiado en la antropología bíblica y en el mensaje cristiano. El deprimido no ha sido olvidado por Dios, es más, constituye el centro de su amor compasivo. De hecho, al comenzar su misión mesiánica, Jesús afirma: «Yo he venido para los enfermos»…, entre los cuales se encuentran también los deprimidos. La vida espiritual transforma esta promesa en contenidos concretos que ofrecen al creyente un apoyo espiritual para afrontar toda enfermedad, incluida la depresión.
–Los medios de comunicación son instrumentos de civilización que al proponer modelos de vida y caminos culturales respetuosos de los valores de la vida, de la familia y de la sociedad, pueden ser de gran ayuda para convertir las actitudes y tendencias individualistas y de muerte de la cultura postmoderna en comportamientos positivos, personales, altruistas y solidarios a favor de la vida.
Ciudad del Vaticano, 15 de noviembre de 2003
[Traducción del original italiano realizada por Zenit]