CIUDAD DEL VATICANO, martes, 6 enero 2004 (ZENIT.org).- En la fiesta de la Epifanía –manifestación de Jesús al mundo–, Juan Pablo II relanzó este martes el diálogo entre la Iglesia y el mundo.
«Si el mundo se siente extraño al cristianismo, el cristianismo no se siente extraño al mundo», afirmó el pontífice antes de rezar la oración mariana del «Angelus» junto a más de 20.000 peregrinos congregados en la plaza de San Pedro.
Eran las mismas palabras que pronunció el Papa Pablo VI el 6 de enero de 1964 desde la Basílica de la Natividad de Belén, en su histórico viaje a Tierra Santa, hace exactamente 40 años.
«La misión del cristianismo entre la humanidad es una misión de amistad, de comprensión, de aliento, de promoción, de elevación: es decir, una misión de salvación», aseguró Juan Pablo II hablando desde la ventana de su biblioteca en una mañana fría y soleada.
Reflexionando sobre el día de Reyes, aclaró: «La estrella, que lleva a los Magos hasta Cristo, recuerda la rica simbología de la luz, sumamente presente en Navidad. Dios es luz y el Verbo hecho hombre es «luz del mundo», luz que guía el camino de las gentes».
«Que todo hombre, con la ayuda maternal de la Virgen, pueda llegar a Cristo, Luz de verdad, y que el mundo pueda avanzar por el camino de la justicia y de la paz», deseó el pontífice al concluir.
El Papa pronunció su intervención con voz particularmente clara y con fuerza cantó los versículos que acompañan a la bendición apostólica.