Un orden internacional justo exige solidaridad; afirma Juan Pablo II

Aplaude el compromiso de Italiana en Irak

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CIUDAD DEL VATICANO, viernes, 9 enero 2004 (ZENIT.org).- Juan Pablo II ha alentado decididamente las operaciones internacionales de solidaridad como sendas que hay que recorrer para la creación de «un justo orden internacional».

Así lo afirmó este viernes al recibir las cartas credenciales del nuevo embajador de Italia ante la Santa Sede, Giuseppe Balboni Acqua, diplomático de carrera.

El Santo Padre alentó el «espíritu de altruismo» que ha manifestado ese país, en estos «tiempos difíciles», «entregándose con agudo sentido de responsabilidad y generosa dedicación a cuantos, afectados por coyunturas adversas, se han encontrado en la necesidad de solidaridad concreta».

«No hay que olvidar la atención concreta para crear en el campo internacional un justo orden en cuyo centro esté el respeto por el hombre, por su dignidad y por sus derechos inalienables», añadió.

«Este compromiso comporta también riesgos –reconoció–, como ha sucedido recientemente con el tributo de sangre ya sea de militares caídos en Irak ya sea de voluntarios italianos asesinados en otras partes del mundo».

El 12 de noviembre fueron asesinados en la población iraquí de Nassiriya diecinueve italianos (en su mayoría carabineros y soldados) en un atentado terrorista junto a nueve iraquíes.

El Santo Padre pidió a Italia «promover el auténtico diálogo y el crecimiento especialmente en la cuenca del Mediterráneo y en la zona de los Balcanes, a los que geográficamente está cercana, así como en Oriente Medio, en Afganistán y en el Continente africano».

En algunas de estas zonas ya hay misiones humanitarias y de pacificación desplegadas por Italia.

En la homilía de la misa del 1 de enero pasado, Jornada Mundial de la Paz, Juan Pablo II pidió la construcción de un «nuevo orden internacional», «que sea capaz de dar soluciones adecuadas a los problemas de hoy, fundadas en la dignidad de la persona humana, en un desarrollo integral de la sociedad, en la solidaridad entre los países ricos y los países pobres, en la capacidad para compartir los recursos y los extraordinarios resultados del progreso científico y técnico».

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ZENIT Staff

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