JERUSALÉN, viernes, 16 enero 2004 (ZENIT.org).- Obispos de Europa y de América mantuvieron un encuentro «muy franco» con el presidente de Israel, Moshe Katsav, durante la reunión episcopal que tuvo lugar del 12 al 15 de enero entre Belén y Jerusalén, según ha revelado el presidente de la Conferencia de Obispos Católicos de Estados Unidos.
El representante israelí ilustró a la delegación de prelados «la política de Israel en respuesta a los acontecimientos de estos tres últimos años y sobre la construcción de la barrera de defensa para combatir el terrorismo», explica el obispo Wilton Gregory, obispo de Belleville, en Illinois, quien participó en el encuentro.
En declaraciones al diario «Avvenire», el prelado explica este viernes: «Nosotros los obispos le respondimos invitándole a comprender las repercusiones negativas de los asentamientos para el diálogo y los problemas que acarreará la construcción de la defensa».
«Estos problemas no golpearán a los radicales, sino a los moderados que siguen buscando un camino para alcanzar un acuerdo –reconoce monseñor Gregory–. La vida de muchas personas quedará destruida por este muro que separará familias, muchachos de las escuelas, impedirá el acceso directo a servicios, y al trabajo. Y esto aumentará la frustración en un contexto que ya está demasiado influenciado por este sentimiento», aclara.
El obispo explica que en la próxima ocasión en la que se encuentre con el presidente George W. Bush le informará sobre «lo que he visto».
«No somos políticos, ni estrategas, ni administradores de organizaciones no gubernamentales –aclara al ilustrar los motivos del encuentro de obispos–: somos pastores de nuestro pueblo y en toda situación tenemos que ayudar a mantener viva la esperanza, que se funda en los principios de nuestra fe».
El presidente de la conferencia episcopal estadounidense sintetiza las conclusiones que ha sacado en esta visita con palabras tomadas de Juan Pablo II: «Tierra Santa tiene necesidad de puentes y no de muros».
«Cuantas más veces vengo más me doy cuenta de que la gente no se conoce de verdad –concluye–. Los jóvenes palestinos no han tenido la posibilidad de hablar verdaderamente con los jóvenes israelíes y viceversa. Creo que si cada quien pudiera experimentar la frustración del otro, no aceptarían el crecer en un mundo en el que son extranjeros de sus vecinos».