BELGRADO, miércoles, 25 febrero 2004 (ZENIT.org).- Una Europa unida es también un imperativo a la unidad y colaboración entre las Iglesias en todos los países del sudeste del continente, constataron el fin de semana pasado los presidentes de los episcopados de esa región, donde viven juntas una mayoría ortodoxa y una minoría católica y donde es fuerte la presencia del Islam.
Es una de las conclusiones a las que se ha llegado al término de la reunión anual que, por iniciativa del Consejo de las Conferencias Episcopales de Europa (CCEE), ha convocado en Belgrado a los presidentes de las Conferencias Episcopales de Albania, Bosnia y Herzegovina, Bulgaria, Grecia, Rumanía, Serbia y Montenegro y Turquía en vísperas de la ampliación de la UE.
«Europa y cristianismo» fue el tema que abrió los trabajos –del 20 al 22 de febrero– en los cuales fue una opinión compartida que en el actual contexto europeo además las Iglesias deben reforzar su propio testimonio cristiano, anunciando el Evangelio y promoviendo los valores fundamentales, como el respeto a la vida y la familia.
Asimismo se subrayó que es «condición necesaria para la acción pública de las Iglesias y confesiones religiosas que en cada país se reconozca su estatus jurídico e institucional», cita un comunicado de prensa del CCEE.
En este espíritu, en un encuentro fraterno con los prelados, el patriarca ortodoxo de Belgrado, Su Beatitud Pavle, se refirió a la necesidad de «ser sal y luz para Europa» y a la «radicalidad del mandamiento evangélico de orar y amar tanto a los amigos como a los enemigos», motivo por el cual «debe ser incesante el esfuerzo de los cristianos por la paz y la justicia».
Los prelados han concluido también que «la unificación de Europa podrá ser un marco en el que, a través del intercambio de experiencias y de conocimientos, será posible contribuir a la fase de transición vivida en la región balcánica, a la reconciliación entre las diversas etnias y a la solución de los graves problemas económicos, sociales y políticos que afligen a estos países».
«La colaboración ecuménica» se perfila por otro lado como «uno de los elementos clave para afrontar las dificultades de la región», entre ellas la pobreza.
En efecto, el estudio que presentaron delegados de «Cáritas» y del «Catholic Relief Service» sobre la situación de la región balcánica y de Serbia en particular revela que el índice de pobreza pasó del 2% en 1988 al 21% en 1998. El respaldo caritativo –además de la educación en los derechos humanos y civiles y la denuncia de sus violaciones– centra actualmente el compromiso de la Iglesia en la región.
Participaron en el encuentro como presidentes de las conferencias episcopales del sudeste europeo el arzobispo Angelo Massafra OFM (Albania), el obispo Christo Proykov (Bulgaria), el obispo Franjo Komarica (Bosnia y Herzegovina), el arzobispo Nicolaos Foscolos (Grecia), el arzobispo Stanislaw Hocevar (Serbia y Montenegro), como delegado de Rumanía el obispo Cornel Damian y como delegado de Turquía el arzobispo Louis Pelatre.
Asimismo, tomaron parte en esta cita anual monseñor Eugenio Sbarbaro –nuncio apostólico en Serbia y Montenegro–, monseñor Faustino Sainz Muñoz –nuncio apostólico en la Unión Europea–, monseñor Amédée Grab –presidente del CCEE–, el cardenal Vinko Puljic –arzobispo de Sarajevo–, el cardenal Theodore Edgar McCarrick –arzobispo de Washington–, James McCann, S. J. –director ejecutivo de «Office to Aid the Church in Central and Eastern Europe» de los Estados Unidos–, el profesor Thomaas Bremer –de la Universidad de Münster–, monseñor Noël Treanor –secretario general de la COMECE (Comisión de las Conferencias Episcopales de la Unión Europea) y monseñor Aldo Giordano –secretario general del CCEE–.
El encuentro de 2005 tendrá lugar en Sarajevo a fin de expresar solidaridad con la difícil situación de los católicos en Bosnia y Herzegovina, no siempre respaldados en los problemas relacionados a su regreso al país.