SAN ANTONIO (TEXAS), martes, 2 marzo 2004 (ZENIT.org).- En el marco de su XXXII encuentro anual –celebrado en San Antonio, Texas (EE. UU.)--, los obispos de la Iglesia Católica en América han difundido un mensaje en el que afirman el valor fundamental y la importancia de la familia.
Han participado en la reunión miembros de las conferencias episcopales de Canadá, los Estados Unidos y Latinoamérica. Presentamos el mensaje íntegro y los participantes en el encuentro.
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¡FAMILIA, SÉ LO QUE ERES!
Mensaje del XXXII Encuentro de los Obispos de la Iglesia Católica en América
San Antonio, Texas
16-19 de Febrero 2004
En este nuevo milenio todo el Continente Americano sufre un profundo cuestionamiento acerca de los fundamentos de la sociedad en general y, en particular, de su unidad fundamental, la familia. La familia y sus miembros enfrentan desafíos cada vez mayores. Aún cuando hoy la gran mayoría de las parejas opta por el matrimonio y tener hijos, el matrimonio generalmente es postergado, muy poco estable y con grandes posibilidades de romperse. Esta falta de estabilidad afecta tanto a los niños como a los adultos. Hoy día frecuentemente se considera un compromiso de por vida como algo difícil y especial. Dado el contexto social y cultural de tanta incertidumbre, mucha gente joven vacila ante el hecho de iniciar una familia.
Las exigencias de la vida cotidiana imponen una considerable carga sobre los padres. Es preocupante ver la familia, por muy flexible que ella sea, tan sobrecargada de trabajo, abrumada por preocupaciones económicas, y a causa de las migraciones frecuentes sin el apoyo de sus parientes y de la comunidad. El desempleo y la inestabilidad laboral conducen a la inseguridad y constituyen una dura carga para la vida familiar. La actual economía de mercado y sus fluctuaciones y especulaciones financieras frecuentemente tienen un impacto en el empleo y la capacidad adquisitiva. Entre tanto, más y más familias se convierten en víctimas de la pobreza que aquella provoca.
Sin embargo, la familia ha de resistir estos embates. A pesar de las dificultades, la familia es el ámbito donde los hombres y mujeres se forman y donde los hijos descubren la misión que Dios les ha confiado en el mundo. La familia es la estructura social más antigua de la humanidad. En el Continente Americano, desde Canadá hasta la Patagonia argentina, en medio de una gran diversidad cultural, afirmamos el valor y la importancia de la familia. En el corazón de cada pueblo y cultura, la familia es también el “camino de la Iglesia” [1].
Familia, sé lo que eres [2]: la Iglesia en el hogar o la “Iglesia doméstica” [3] El matrimonio es la unión entre un hombre y una mujer para toda la vida. Cuando una familia está fundada en el sacramento del matrimonio, ésta se introduce en la alianza eterna de Dios. La familia se convierte en un
templo del amor y una comunidad de bautizados llamados a ser transformados por Dios a través del servicio a la vida. Jesús nos abre un camino y nos muestra que el amor es nuestro servicio y ofrenda al mundo.
La familia, como “Iglesia doméstica” tiene la misión de ser la
principal educadora de los hijos. A pesar de todas sus dificultades, la familia refleja la ternura, la fidelidad y misericordia de Dios. Ella abre las puertas al Redentor y se constituye en mensajera del amor compasivo de Cristo, en primer lugar para los niños, pero también para toda la humanidad. Para que esto sea una realidad, es necesario que los padres den lugar al Espíritu de Dios en el corazón de su familia. Cuando Dios es mencionado con frecuencia, cuando la historia de la vida de Jesús es contada con entusiasmo y cuando cada oportunidad de oración es celebrada, los hijos desarrollan una vida de intimidad con Dios en forma lenta pero segura. La familia es de veras una
“casa de Dios”.
Familia sé lo que eres: un santuario de la vida La Iglesia considera la familia como
el santuario de la vida. Acogiendo a los hijos como un don de Dios, la familia realiza su misión como unidad fundamental de la sociedad y de la Iglesia. Los padres, mediante su palabra educadora y sus gestos cotidianos de bondad, ternura y perdón, cultivan en sus hijos la auténtica libertad de los hijos e hijas de Dios. Así los hijos crecen en “el respeto hacia los demás, el sentido de justicia, la apertura de corazón, el diálogo y el servicio generoso, que promueve la justicia, la paz y la solidaridad. [4] Esta es la tarea que Dios les confía a los padres cristianos, ayudados tantas veces por los abuelos, cuya presencia, en la cadena de transmisión de la fe y de los valores, es muy valiosa.
Aún cuando la familia esté herida o debilitada a causa de alguno de sus miembros, la familia sigue siendo –tanto para los hijos como para sus padres- el primer lugar donde pueden encontrar acogida, renovación, seguridad emocional y amor. Y esto puede permanecer si la familia está rodeada y apoyada por los parientes más cercanos y por otras familias sanas que sean conscientes de la necesidad de ser solidarias unas con otras. En el plan de Dios, aún con su propia vulnerabilidad, la familia es siempre dadora de vida, de
vida en abundancia (Jn.10,10).
“Es en la familia misma donde podemos encontrar la “Buena Nueva” del amor que se sobrepone al temor y trae esperanza al mundo” [5].
Familia sé lo que eres: sal de la tierra y luz del mundo Dios confió el jardín del mundo a una familia para que allí pudiese crecer la vida, la justicia y la paz. La familia por medio de la “creatividad del amor” [6] hace presente el amor compasivo de Cristo. Fiel a su misión la familia sabe crear nuevas formas de solidaridad. Enraizada en la fe de Jesucristo y alimentada en le esperanza de su Resurrección, la familia está llamada a transformar el mundo:
“reconocer a Dios en cada momento y en cada cosa; contemplar a Dios en cada persona; buscar su voluntad en todo lo que ocurre” . [7]
Las familias, siguiendo a Jesús en el transcurso de su vida cotidiana, van transformando el mundo con mucha sencillez y humildad. Día a día, con gestos que inspiran a los demás, ellas se hacen portadoras de valores cristianos de generosidad y amor en el corazón del mundo. En la medida que evangelizan su medio, las familias convierten la vida diaria en un extraordinario lugar de encuentro con el Dios, que invita a los cristianos a
ser luz del mundo y sal de la tierra (Mt.5,13-14). La Iglesia ayuda a que las familias se encuentren entre sí y se conviertan en fuerza para la transformación del mundo.
Familia, sé lo que eres: “Buena Noticia” para todo el mundo Dificultades, agotamiento, conflictos y preocupaciones cotidianas, son parte de la vida de todas las familias. Cuando los padres –a pesar de sus problemas, de sus imperfecciones y debilidades- escogen la bondad y no la agresión, la ternura y no la violencia, el perdón y no la amargura, ellos proclaman la victoria del amor, la victoria de la Cruz del Señor.
Cuando esto ocurre, los miembros de la familia se hacen testigos de la increíble novedad de Cristo, en quien el amor ha triunfado sobre la muerte de una vez para siempre. En esto consiste el misterio de la vida de familia –seres humanos que transforman el mundo viviendo la vida de Jesús, una plenitud de vida que realiza las más profundas esperanzas del hombre. Esto no es sólo un desafío y una aventura, esto es
“Buena Noticia” !
Al recordar que el matrimonio y la familia son una buena noticia, reconocemos que en ella se manifiesta la gratuidad del Amor de Dios, a través del amor entre los esposos y la alegría que da el don de los hijos. Estos se convierten así en una alegre noticia para sus padres y para la comunidad. <
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Animamos a las parejas a celebrar el sacramento del matrimonio, que une permanentemente a un hombre y una mujer, y a construir la vida de familia en el proyecto de Jesús. Ayudarles a tomar conciencia de que son una verdadera iglesia doméstica, cuyos miembros han de asumir la responsabilidad de convertirse en testigos del evangelio de la vida en la Iglesia y en la sociedad. a través del matrimonio y la familia. La Iglesia Católica está presente y acompaña a las parejas desde la preparación a la vida matrimonial y a lo largo de toda la vida.
Para ello, vemos que es necesario capacitar más a los obispos y a todos los agentes pastorales: presbíteros, religiosos y laicos para el necesario acompañamiento de los matrimonios y las familias. Al mismo tiempo es preciso ayudarse con equipos de laicos profesionales para mejorar dicho acompañamiento.
En este nuevo milenio la familia navega por mares bastante agitados. Las parejas y familias acarrean pesadas cargas. Sin embargo, cuando eligen perseverar fielmente y vivir en la fe y la esperanza, ellas crean el espacio privilegiado donde las personas pueden nacer y crecer en la experiencia del amor incondicional. Padres, madres e hijos se revelan mutuamente a Dios y lo revelan al mundo – el Dios Uno que nos acompaña en nuestra vida cotidiana, que nos hace plenos más allá de toda medida, está con nosotros “cada día hasta el final de los tiempos” (Mt. 28,20).
Encomendamos a los matrimonios y familias de nuestro Continente Americano al cuidado de la Sagrada Familia de Nazareth, para que inspirados en el amor tierno de María y la fidelidad de José, sean testigos alegres del Evangelio de la Familia.
18 de febrero de 2004
Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM) Cardenal Francisco Javier Errázuriz Ossa; arzobispo de Santiago de Chile; presidente del CELAM
Monseñor Carlos Aguiar Retes; obispo de Texcoco, México; primer vicepresidente
Monseñor Geraldo Lyrio Rocha; arzobispo de Vitória da Conquista, Brasil; segundo vicepresidente
Monseñor Andrés Stanovnik, O.F.M., Cap.; obispo de Reconquista, Argentina; secretario general interino
Cardenal Pedro Rubiano Sáenz; arzobispo de Bogotá, Colombia; presidente del comité económico
Representantes de Conferencias Episcopales de América Latina Cardenal Julio Terrazas Sandoval, C.SS.R.; arzobispo de Santa Cruz de la Sierra; presidente de la Conferencia Episcopal de Bolivia
Cardenal Geraldo Majella Agnelo; arzobispo de São Salvador; Presidente de la Conferencia Nacional de los Obispos de Brasil
Monseñor Alberto Suárez Inda; arzobispo de Morelia; vicepresidente de la Conferencia del Episcopado Mexicano
Monseñor Catalino Claudio Giménez Medina; obispo de Caacupé; presidente de la Conferencia Episcopal de Paraguay
Monseñor Ramón Benito De La Rosa y Carpio; arzobispo de Santiago de los Caballeros; presidente de la Conferencia Episcopal de la República Dominicana
Conférence des Évêques Catholiques du Canada (CECC)
Canadian Conference of Catholic Bishops (CCCB) Archbishop Brendan M. O'Brien, Archbishop of St. John's, NF, President
Archbishop André Gaumond, Archbishop of Sherbrooke, QC, Vice President
Most Reverend V. James Weisgerber, Archbishop of Winnipeg, MB, Co-treasurer
United States Conference of Catholic Bishops (USCCB) Bishop Wilton D. Gregory; Bishop of Belleville, Illinois; President
Bishop William S. Skylstad; Bishop of Spokane, Washington; Vice President
Archbishop James P. Keleher; Archbishop of Kansas City, Kansas; Treasurer
Archbishop Michael J. Sheehan; Archbishop of Santa Fe, New Mexico; Secretary
Bishop John H. Ricard, SSJ; Bishop of Pensacola-Tallahassee, Florida; Chairman, International Policy
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[1] Juan Pablo II, “Carta a las Familias”,1994, n.3
[2] Frase usada por Juan Pablo II en “Familiaris consortio”, 1982, n.17
[3] Juan Pablo II, “Evangelium Vitae”,1995, n.92
[4] De acuerdo a Juan Pablo II, solidaridad “no es un vago sentimiento de compasión.... porque verdaderamente todos somos responsables de todos” “Sollicitudo rei socialis”, 1987, n.38
[5] Consejo Pontificio para la Familia. Conclusiones del Congreso teológico y pastoral – IV Encuentro mundial de la Familia, Manila, 24 de Enero del 203
[6] Juan Pablo II, “Novo Millenio Ineunte”, 2001, n.49
[7] Juan Pablo II, “Ecclesia in America”, 1999, n.29