CIUDAD DEL VATICANO, lunes, 15 marzo 2004 (ZENIT.org).- Ante el intenso proceso de secularización que han vivido en los últimos treinta años los Países Bajos, Juan Pablo II considera que la Iglesia en esa nación debe responder con la nueva evangelización, en particular de los jóvenes.
En definitiva, el Papa considera que el futuro de la Iglesia en el país depende de que los miembros de la comunidad cristiana, que tras la crisis de los años sesenta ha quedado sensiblemente reducida, se conviertan en «testigos de Cristo».
Esta fue la conclusión a la que llegó en el discurso que dirigió este viernes a los obispos de los Países Bajos a los que recibió al concluir su quinquenal visita «ad limina apostolorum».
«Ser «testigo de Cristo» en palabras y obras es una responsabilidad que comparten todos los bautizados y que implica diferentes condiciones. ¿Cómo es posible dar lo que no se tiene?», preguntó el Papa a los prelados.
«¿Cómo podríamos hablar de Cristo y dar ganas de conocerle si no se es ante todo su discípulo?», siguió preguntando en el discurso que les entregó y en el que hace sus propuestas para la renovación de la Iglesia católica en el país.
«Para anunciar el Evangelio, tenemos que volver a comenzar por Cristo», aclaró citando el programa central que dejó a la Iglesia de inicios de este siglo en la carta apostólica «Novo millennio ineunte».
El Santo Padre reconoció que, si bien la situación holandesa es realmente difícil –«hasta el punto de que la referencia evangélica parece desaparecer de ciertas opciones y orientaciones de los individuos y de la vida pública, en particular en el campo de la ética»–, no hay que caer en «la tentación del desaliento».
La esperanza del cristiano, recordó, está en la palabra de Cristo «Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación». El «evangelio de la esperanza», añadió, debe «ser testimoniado y anunciado cada día».
«La necesidad de anunciar la Buena Noticia del amor de Cristo es particularmente evidente entre los jóvenes, que ya no cuentan con puntos de referencia fiables y que viven en una sociedad cada vez más marcada por el relativismo moral y por el pluralismo religioso», constató.
El pontífice considera que esta nueva evangelización pasa por la ayuda a la familia, la renovación de la vida parroquial, y por la fidelidad a su propia identidad de las escuelas católicas, «en el respeto de los demás, pero sin renunciar a lo que constituye su riqueza original».
El centro de esta nueva evangelización, recordó, debe ser el «redescubrimiento de la eucaristía dominical como fundamento y corazón de la vida cristiana».
Esto exige, señaló, «prestar atención a la belleza de la celebración litúrgica» y respetar «fielmente las normas litúrgicas establecidas por la Iglesia»
«El Sacrificio eucarístico, aun celebrándose siempre en una comunidad particular, no es nunca celebración de esa sola comunidad», explicó el Santo Padre recordando una de las ideas centrales que viene exponiendo en estos años, recogida en su encíclica Ecclesia de Eucharistia.
«De esto se deriva que una comunidad realmente eucarística no puede encerrarse en sí misma, como si fuera autosuficiente, sino que ha de mantenerse en sintonía con todas las demás comunidades católicas –concluyó–. La comunión eclesial de la asamblea eucarística es comunión con el propio obispo y con el romano pontífice».