Prevención doctrinal y catequesis contra las sectas

Por el profesor Michael Hull de Nueva York

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NUEVA YORK, viernes, 19 marzo 2004 (ZENIT.org).- Publicamos la intervención del padre Michael Hull, profesor de Teología en varias facultades de Nueva York, pronunciada en la videconferencia mundial de teología organizada por la Congregación para el Clero (http://www.clerus.org) sobre «La Iglesia, la Nueva Era y las sectas», el 29 de febrero.

Prevención doctrinal y catequesis contra las sectas

La amenaza de las sectas a la Iglesia es motivo de tristeza en el mundo moderno. La Santa Sede ha respondido a esta tremenda situación intentando entender los nuevos movimientos religiosos en una serie de documentos, y en particular «Sectas o Nuevos Movimientos Religiosos: Un desafío pastoral» (3 de mayo de 1986). Igualmente, el Santo Padre ha prestado particular atención a la Iglesia de América Latina, donde millones de católicos se han convertido a sectas protestantes. El problema de las sectas ha sido exacerbado por otras tendencias sociorreligiosas mundiales, como es el caso del movimiento de la Nueva Era, el sincretismo y la indiferencia religiosa. Para abordar este peligro son necesarias iniciativas apologéticas concretas a nivel diocesano para fortalecer la comprensión que tienen los católicos de su propia doctrina y los peligros inherentes de las enseñanzas falsas. Citaré a Benjamin Franklin: «Una onza de prevención vale una libra de curación». Una sólida doctrina y una advertencia con prontitud son soluciones superlativas para la amenaza de las sectas. Esta idea es fundamentalmente válida para la misma base de las diócesis individuales.

La revitalización de la doctrina entre los católicos es esencial. Los obispos diocesanos, como sucesores de los apóstoles, deben guiar el camino, seguidos de cerca por el clero y los laicos. Afortunadamente, tienen una serie de herramientas útiles a su disposición. A nivel internacional cuentan con la asistencia de la Santa Sede, que ha publicado un gran número de documentos teológicos y de formación de incalculable valor en el pasado reciente, y el más notable es el Catecismo de la Iglesia Católica. A nivel nacional, cuentan con el apoyo de las Conferencias Episcopales. Las Conferencias Episcopales permiten trabajar para inculcar la fe verdadera en medios culturales, lingüísticos, económicos y sociales específicos. Por otra parte, los grandiosos avances de las comunicaciones sociales –utilizadas a menudo por los promotores de las sectas– están también a disposición de la Iglesia, como por ejemplo la televisión por cable y satélite así como Internet.

Esta revitalización de la doctrina debe incluir una explicación y una visión general no sólo de la fe católica, sino también de las falsas enseñanzas contemporáneas. Esto se aplica perfectamente a la educación religiosa de los jóvenes. En el estado actual de las cosas, donde la licencia se confunde con la libertad, donde el valor se tiene equivocadamente por una virtud y donde lo novedoso se considera lo mejor, hay una seria necesidad de exponer lo bueno, lo malo y lo horrorosos. Existe un gran peligro en el hecho de que los católicos conciban la «Domus Dei» como algo más en medio de cosas que los requieren (ver 1 Timoteo 3, 15). Por el contrario, los católicos han de ver que la Iglesia no ha sido construida sobre arena de ninguna manera, como si lo están a menudo los cimientos de las sectas (ver Mateo 7, 24–28 y Lucas 6, 47–49), sino sobre la realidad de la revelación de Jesucristo y su promesa: «Tú eres Pedro, y sobre esta piedra construiré mi iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán sobre ella» (Mateo 16, 18).

La amenaza de las diferentes sectas es real y mundial. Por ejemplo, el número de protestantes evangélicos radicales en América Latina se calcula que ha aumentado de 50.000 en 1900 a 70 millones en la actualidad. Pese a que no esté al alcance de la Iglesia curar cada corazón y cada mente de las creencias perniciosas, es sin duda su deber todo lo que esté a su alcance para que impedir que sus hijos a hijas caigan en falacias erróneas a favor de la verdad que nos hará libres (ver Juan 8:32).

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ZENIT Staff

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