CIUDAD DEL VATICANO, lunes, 22 marzo 2004 (ZENIT.org).- Las personas en estado vegetativo no pierden su dignidad y derechos, por lo que deben ser tratadas con particular amor al encontrarse en una situación de total necesidad, asegura Juan Pablo II.
«Siento el deber de afirmar con vigor que el valor intrínseco y la personal dignidad de todo ser humano no cambian, independientemente de cuáles sean las circunstancias de su vida», afirmó este sábado al recibir a 400 participantes en un congreso internacional promovido por la Federación Internacional de las Asociaciones de Médicos Católicos (FIAMC) y de la A HREF=»«Los tratamientos de apoyo vital y el estado vegetativo. Progresos científicos y dilemas éticos».
«Un hombre, aunque esté gravemente enfermo o limitado en el ejercicio de sus funciones más elevadas, es y será siempre un hombre, nunca se convertirá en un «vegetal» o en un «animal»», subrayó el Santo Padre en el amplio discurso que entregó a los presentes en italiano.
«Nuestros hermanos y hermanas que se encuentran en la condición clínica de «estado vegetativo» conservan toda su dignidad humana. La mirada amorosa de Dios Padre sigue posándose sobre ellos, reconociéndoles como hijos suyos, particularmente necesitados de asistencia», indicó.
«Los médicos y los agentes sanitarios, la sociedad y la Iglesia tiene deberes morales hacia estas personas de los que no pueden eximirse, sin traicionar las exigencias de la deontología profesional y de la solidaridad humana y cristiana», subrayó.
«El enfermo, en estado vegetativo, en espera de recuperarse o del final natural, tiene por tanto derecho a una asistencia sanitaria básica (alimentación, hidratación, higiene, calefacción, etc.), y a la prevención de las complicaciones ligadas a su estado», reivindicó el obispo de Roma.
La prolongación del estado vegetativo, añadió, «no puede justificar éticamente el abandono o la interrupción de los cuidados mínimos del paciente, incluida la alimentación o la hidratación. La muerte por hambre o sed, de hecho, es el único resultado posible en caso de que se suspendan».
Si se provoca «de manera consciente y deliberada», se trata de «una auténtica eutanasia por omisión», concluyó.