La propuesta del arzobispo Silvano Maria Tomasi, observador permanente ante la Oficina de la ONU en Ginebra, fue escuchada el 22 de marzo por la Comisión sobre Derechos Humanos, reunida entre el 15 de marzo y el 23 de abril.
El prelado consideró que «herramienta estratégica» debe basarse en particular en «la educación en los derechos humanos, que debe ir más allá de las expresiones externas de una cultura para tocar el sistema de valores y las creencias espirituales que fundamentan la identidad de un pueblo».
«La herida del racismo sigue envenenando las relaciones humanas. Las formas que asumen las manifestaciones contemporáneas del racismo son evidentes en las actitudes espontáneas, toleradas oficialmente o a veces institucionalizadas», había denunciado el prelado al comenzar su intervención.
«En los acontecimientos recientes, la intolerancia, basada en la idea de superioridad de grupo, fundada en el origen del grupo o de las características que se le atribuyen, provoca nuevas violencias y muertes, limpiezas étnicas, oleadas de refugiados y miseria indecible», denunció.
«El diálogo, en este sentido, tiene que comprometerse profundamente para eliminar los muros construidos por los prejuicios y por las circunstancias históricas», afirmó al subrayar algunos de los aspectos de la educación en los derechos humanos.
«Todas las principales religiones luchan por inculcar este profundo sentido de tolerancia y al mismo tiempo de alentar esta enseñanza, ante todo con el ejemplo», recordó.
«Junto a la educación, también es esencial el papel de los medios de comunicación en la formación de una opinión pública sensible y respetuosa del otro», añadió.
Antes de concluir, el arzobispo, afirmó que la «batalla contra el racismo y todas las formas de intolerancia será satisfactoria si la dignidad humana y la igualdad se reconocen como los fundamentos verdaderos de las relaciones sociales».