CIUDAD DEL VATICANO, miércoles, 24 marzo 2004 (ZENIT.org).- En tiempos de «violencia, terrorismo y guerra», Juan Pablo II volvió a poner el mundo en manos de la Virgen María durante la audiencia general de este miércoles.

El Santo Padre renovó en la plaza de San Pedro del Vaticano el acto con el que confió a la humanidad al Corazón Inmaculado de María el 25 de marzo de 1984, Año Santo de la Redención, «respondiendo a lo que había pedido Nuestra Señora en Fátima».

El Papa, en una carta precedente, había pedido a los obispos de todo el mundo que cumplieran con este mismo acto de entrega a María en su propia diócesis. Sor Lucía, la vidente de las apariciones de María en Cova de Iría, confirmó más tarde que este acto solemne y universal de consagración correspondía a los deseos de la Virgen.

«Entonces, la humanidad vivía momentos difíciles, de gran preocupación e incertidumbre --recordó el obispo de Roma--. Veinte años después, el mundo sigue marcado por el odio, la violencia, el terrorismo y la guerra».

«Entre las numerosas víctimas que la crónica diaria registra, se encuentran muchas personas indefensas, golpeadas mientras cumplen su deber», añadió en la audiencia general que dedicó a reflexionar sobre la solemnidad que celebrará este jueves la Iglesia, la Anunciación del ángel a María.

«Tanta sangre sigue siendo derramada en muchas regiones del planeta --clamó el pontífice--. Sigue siendo urgente la necesidad de hombres que abran los corazones a un esfuerzo valiente de recíproca comprensión. Cada vez se hace más intensa la sed de justicia y paz en todas las partes de la tierra».

«¿Cómo no responder a esta sed de esperanza y de amor recurriendo a Cristo, por medio de María?», se preguntó.

El Santo Padre concluyó elevando la petición que había elevado en aquel día histórico de hace veinte años: «Madre de Cristo, que se revele una vez más, en la historia del mundo, la infinita potencia salvadora de la Redención: ¡potencia del Amor misericordioso! ¡Que éste detenga el mal! ¡Que transforme las conciencias! ¡Que en tu corazón Inmaculado se revele para todos la luz de la esperanza!».

En su intervención ante los peregrinos, el Papa repasó en su intervención otros de los «momentos significativos» de este pontificado, calificado por algunos expertos como «mariano».

Recordó que el 8 de diciembre de 1978, al inicio de su ministerio de obispo de Roma, en la Basílica de Santa María la Mayor ya había puesto en manos de María a la Iglesia y al mundo.

El 4 de junio de 1979, en su primer viaje a Polonia, añadió, «renové este acto de entrega en el Santuario de Jasna Gora».