Diecisiete de los nueve sacerdotes son italianos, mientras que entre los otros nueve hay un panameño, un peruano, un mexicano, un español, un polaco, un húngaro, un ecuatoguineano, un indio y un malgache.
Proceden de los seminarios de la ciudad de Roma –el Seminario Pontificio Romano Mayor, el Colegio Capránica y el Seminario Diocesano «Redemptoris Mater», surgido en el seno del Camino Neocatecumenal, sí como de la congregación de los Oblatos Hijos de la Virgen del Amor, de la Fraternidad Sacerdotal de los Hijos de la Cruz, y del Instituto Pontificio de las Misiones Extranjeras.
«Vosotros os convertís en sacerdotes en una época en la que, también aquí en Roma, fuertes tendencias culturales parece que quieren hacer que se olvide a Dios, en especial entre los jóvenes y las familias», reconoció el Papa en la homilía.
«Pero, no tengáis miedo: ¡Dios estará siempre con vosotros! –les alentó–. Con su ayuda podréis recorrer los caminos que llevan al corazón de cada hombre y a anunciarle que el Buen Pastor ha dado la vida por él y que quiere hacerle partícipe en su ministerio de amor y de salvación».
«Para cumplir con esta obra tan necesaria se requiere, sin embargo, que Jesús esté siempre en el centro de vuestra vida y que permanezcáis unidos íntimamente a Él con la oración, la meditación personal cotidiana, la fidelidad a la Liturgia de las Horas, y sobre todo la fervorosa celebración de la Eucaristía todos los días», les recomendó.
«Si estáis llenos de Dios, seréis auténticos apóstoles de la nueva evangelización, pues nadie da lo que no lleva en su corazón», reconoció el obispo de Roma.
Tras la celebración eucarística, dirigiéndose a los veinte mil peregrinos congregados en la plaza de San Pedro del Vaticano para rezar la oración mariana del «Regina Caeli», Juan Pablo II pidió «rezar para que no falten nunca numerosas y santas vocaciones en la Iglesia».
En ese domingo, la Iglesia celebrara la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones.