Obispo en Sudán denuncia la arabización e islamización forzada

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Al analizar el conflicto en curso en la región de Dafnur

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ROMA, lunes, 10 mayo 2004 (ZENIT.org).- Miles de víctimas y un desastre humanitario son resultado del conflicto en el oeste de Sudán, en Darfur, donde está en marcha «un proceso de arabización», advirtió el obispo sudanés de El Obeid, que comprende también Darfur, Macram Max Gassis.

Del sometimiento de Darfur a un régimen de terror y de la violación de los derechos humanos por parte del gobierno sudanés da testimonio un informe de las Naciones Unidas según el cual la situación ya ha ocasionado 10 mil víctimas, unos 800 mil desplazados (otras fuentes hablan de un millón) y 130 mil prófugos en el vecino Chad.

Desde febrero de 2003 Darfur es escenario de un violento enfrentamiento entre dos grupos rebeldes –el «Movimiento para la Justicia y la Igualdad» (JEM) y el «Ejército-Movimiento de liberación de Sudán» (SLA-M)– y el ejército regular sudanés.

SLA-M y JEM se han alzado en armas contra Jartum, acusado de abandonar Darfur porque su población es mayoritariamente negra y de financiar a las milicias «Janjaweed» –salteadores árabes activos en la región occidental de Sudán–, que desde hace años siembran muerte y destrucción especialmente en las comunidades africanas Arana, Marsalit y Fura.

Los dos movimientos locales reclaman del gobierno central también más participación en la explotación de los recursos petrolíferos controlados por el gobierno, una petición que coincide con la que desde hace dos décadas también enfrenta a Jartum con los independentistas del Sur.

En Darfur «no existe una cuestión de religión, sino una cuestión étnica: la parte de Darfur es aniquilada por la parte árabe, los “janjaweed”, que son armados por el ejército de Jartum para ir a cometer estas violaciones contra la población negra de Darfur», confirmó el sábado el obispo Macram Max Gassis, de la diócesis de El Obeid, a los micrófonos de «Radio Vaticana».

«Esta gente ha pedido que sean reconocidos sus derechos, como lo han hecho también otros en Sudán», añadió el prelado advirtiendo que el país «se está convirtiendo en un volcán que revienta por todas partes: la gente quiere respeto de los derechos humanos, el derecho a la enseñanza, a la asistencia sanitaria, a la libertad… Esta gente nunca ha sido tomada en cuenta por el gobierno de Jartum».

El ataque de las milicias árabes contra la etnia de Darfur se dirige a «ocupar su lugar, como han hecho en otros lugares: quieren desplazar la raza árabe a las zonas más fértiles, a las zonas donde pueden tener pastoreo», explicó.

De hecho, «en Darfur está en marcha un proceso de arabización», mientras que «en el Sur de Sudán y en los montes Nuba hay un proceso forzado de islamización y de arabización. Quieren imponer a la gente que acepte ese tipo de Islam que van propagando en Sudán: el fundamentalismo islámico», denunció monseñor Gassis.

«Y aunque en Darfur haya –supongamos– muchos musulmanes, ciertamente no son fundamentalistas. Se quiere atacar la raza negra. Aquí hay una cuestión de etnia. En el Sur de Sudán y en los montes Nuba en cambio el problema viene de la etnia y de la religión. Además está también el aspecto económico, esto es, ocupar el lugar de esta población no árabe», aclaró.

No hay que olvidar que las autoridades sudanesas y el «Ejército de Liberación Popular de Sudán» (SPLA) se encuentran actualmente en la fase final de un proceso de negociaciones cuyo objetivo es poner fin veinte años de guerra civil –entre el régimen islámico del norte y la rebelión del sur, de población mayoritariamente animista y cristiana– que ha causado más de dos millones de muertos y cientos de miles de desplazados.

Este conflicto armado estalló en 1983, cuando el ex presidente Gaafar Nimeiry instauró la «sharia» (ley islámica). En 1989 se impulsó el proceso de islamización forzada entre las poblaciones del sur.

El pasado 7 de enero, el gobierno de Jartum y el SPLA firmaron en Naiwasha (Kenia) un histórico acuerdo sobre la repartición de los recursos petrolíferos de los yacimientos del sur del país; el pacto establece que en el período de transición de seis años ya acordado –desde el momento de la firma de la paz hasta el referéndum en el sur, que debería optar por la separación completa o por seguir viviendo con el gobierno del norte– el petróleo se dividirá equitativamente por mitades.

Mientras, las conversaciones «prosiguen en Naiwasha –constata monseñor Gassis–. Espero que el movimiento de liberación no piense sólo en sí mismo», porque «la paz firmada sin Darfur quiere decir que un día habrá un ataque masivo y continuado contra esta población».

«Hago un llamamiento al régimen de Jartum –clama el prelado–: la guerra no lleva a ninguna conclusión, es más, ¡traerá más rencor, más sufrimiento, más odio!».

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ZENIT Staff

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