Islamismo radical y fundamentalismo laico llevan al choque de civilizaciones

Entrevista con Javier Jordán, especialista en terrorismo y defensa

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GRANADA, miércoles, 12 mayo 2004 (ZENIT.org).- El choque de civilizaciones es promovido no sólo por el islamismo radical, sino también por el fundamentalismo laico, constata un experto en terrorismo.

Javier Jordán, autor de «Profetas del Miedo» (www.eunsa.es) es doctor en Ciencias Políticas y profesor de la Universidad de Granada.

En esta entrevista concedida a Zenit, el profesor Jordán constata que «el islamismo radical aspira a que toda la sociedad se rija por los parámetros de su religión y el fundamentalismo laico pretende borrar todo rastro de Dios en la esfera pública».

«Se trata de dos extremos que favorecen el llamado «choque de civilizaciones»», sostiene Jordán, que ha sido becario de la Organización del Atlántico Norte (OTAN) y colaborador del Centro Superior de Estudios de la Defensa nacional en España.

Ha realizado estancias de investigación en la Universidad de Oxford, London School of Economics, King’s College de Londres y en el Instituto de Estudios Políticos de Burdeos.

Desde hace años se dedica al terrorismo y a temas de seguridad y defensa.

–¿Quiénes son los profetas del miedo?

–Jordán: Con ese nombre he querido referirme a los líderes ideológicos del terrorismo islamista. El más conocido es Osama Bin Laden, pero hay otros también relacionados con el entramado de Al-Qaida como Omar Abdelrrahman (encarcelado en Estados Unidos), Abu Qatada (encarcelado en Gran Bretaña) o Ayman Al-Zawahiri (en busca y captura).

Todos ellos han justificado lo que se ha venido en llamar el «yihadismo global»: la guerra santa mundial contra los que consideran falsos musulmanes e infieles enemigos del islam.

Desde hace años estas personas han amenazado a Occidente y a los gobernantes de la mayoría de los regímenes árabes con llevar a cabo atentados terroristas como los ejecutados en Estados Unidos y España, así como en otros países como Filipinas, Indonesia, Turquía, Marruecos y un largo etcétera.

A través de las acciones armadas, de su propaganda, gran parte de ella difundida por Internet, y del reclutamiento persona a persona, quieren poner en marcha una resistencia global que acabe desestabilizando y derrumbando a sus oponentes.

Por esa razón, la situación tan delicada en Irak despierta en ellos grandes expectativas. Confían en derrotar a los Estados Unidos de una manera similar a como derrotaron a los soviéticos en Afganistán

–¿Por qué habla usted de terrorismo islamista y no islámico?

–Jordán: Este tipo de terrorismo surge en entornos islamistas, también denominados por los medios de comunicación como integristas o fundamentalistas islámicos.

El islamismo es una ideología político-religiosa, que no comparten todos los musulmanes, y que pretende re-islamizar los países de mayoría musulmana a través de actividades sociales, pero también islamizando el propio Estado. No conciben el Estado no confesional.

En último término los islamistas también aspiran a islamizar todo el planeta, pero de momento se han propuesto los países donde el islam ya es mayoritario.

La mayoría de esos grupos no admiten el empleo de la violencia con fines religiosos, pero es de ellos de donde surgen divisiones minoritarias que sí la aceptan como instrumento con el que acelerar la islamización de la sociedad.

Se trata de una violencia que ejercen contra aquellos que violan públicamente la ley religiosa, contra los que gobiernan sin aplicar la ley islámica y contra los que consideran enemigos del islam: Occidente en general y, en particular, Estados Unidos e Israel.

–Usted afirma que «la religión como tal no es el origen de la violencia, pero se puede convertir en un multiplicador de barbarie». ¿Cómo es posible?

–Jordán: Entre las causas del terrorismo islamista se encuentra la motivación ideológica basada en una lectura radicalizada del islam.

Para los que comparten dicha visión minoritaria (aunque en términos absolutos sean miles de personas) la religión sí que constituye la explicación y justificación de sus acciones armadas. Además, suelen coincidir otros factores: humillación, frustración, deseos de revancha. El argumento religioso proporciona coherencia ideológica a todos esos sentimientos.

El recurso a la religión no es siempre una excusa o una instrumentalización. Muchas de esas personas son sinceramente religiosas antes de entrar en los grupos yihadistas.

¿Cómo se explica entonces esa perversión de la religión? Además de por la coincidencia con esos sentimientos de rabia y odio, la lectura radical se puede entender en algunos casos por una concepción de la religión que excluye la caridad.

Si analizamos el discurso de los líderes yihadistas y los mensajes de despedida de algunos suicidas, observamos que, lo que en términos cristianos, serían la fe y la esperanza sí se encuentran presentes pero falta la caridad, que es sustituida por el odio a los que consideran enemigos de su religión. De esa manera se vuelven implacables, pues se consideran a sí mismos instrumentos de la justicia divina.

–Usted propone una línea intermedia entre el radicalismo religioso y el fundamentalismo laico. ¿Cómo se consigue?

–Jordán: Ambas posturas coinciden en no respetar la libertad religiosa de los demás. El islamismo radical aspira a que toda la sociedad se rija por los parámetros de su religión y el fundamentalismo laico pretende borrar todo rastro de Dios en la esfera pública. Se trata de dos extremos que favorecen el llamado «choque de civilizaciones», que puede producirse a escala local o global.

La vía intermedia consiste en la aconfesionalidad del Estado y en la convivencia de las diferentes creencias que existen en el seno de cada sociedad, permitiendo su expresión pública en la educación, en las actividades sociales y en las manifestaciones culturales. Y todo ello en un clima de respeto mutuo.

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ZENIT Staff

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