ROMA, viernes, 9 julio 2004 (ZENIT.org).- Dom Bernardo Olivera, argentino, es abad general de los Trapenses (Orden Cisterciense de la Estrecha Observancia) desde 1990. La asamblea que lo eligió fue la primera en la que participaron también abadesas y prioras de la orden: «Un honor, fíjese», subraya.
En esta entrevista concedida a Zenit, este abad indica cómo «los monasterios trapenses en países no cristianos son un puente para el diálogo interreligioso», y pone como ejemplo sus casas en Argelia, Indonesia, Benín, India o Japón.
Bernardo Olivera explica a los lectores de Zenit en qué consiste el silencio de los trapenses y se muestra esperanzado por el futuro de la orden, que aunque tiene más la mitad de los 170 monasterios o «trapas» en Europa, crece de manera significativa en Nigeria y Corea.
–¿Qué une y qué diferencia a los trapenses de otras órdenes monásticas?
–Olivera: Quizá nos diferencia el hecho de que nunca hemos tenido actividad apostólica. Nosotros somos una reforma de los cistercienses, que a su vez son una reforma de la orden benedictina.
Los monjes y las monjas trapenses pertenecen a la familia monástica que sigue a Cristo según la Regla de San Benito
El sobrenombre de «Trapense» proviene de un movimiento de reforma que empezó en el siglo XVII en un monasterio francés, La Trappe.
En el Concilio de Trento llega la idea de la reforma de la orden, con una observancia mayor. En el 1892 los trapenses se separan de los cistercienses para volver a las fuentes: nuestra vida es claustral, monástica y contemplativa.
–Se les asocia con el silencio, pero de hecho no tienen un voto específico de silencio.
–Olivera: Esta imagen de los trapenses en perpetuo silencio es falsa. No tenemos ningún voto de silencio. La observancia del silencio es una observancia más dentro del conjunto. Lo que ocurre es que con la reforma trapense del siglo XVII, se da prioridad a algunas observancias más típicas monásticas, como el silencio.
Nuestro silencio es un poco más estricto que el de los benedictinos. Por ejemplo, hay lugares en los que no se habla, como la iglesia, el claustro, el comedor y la sala capitular. Y también hay tiempos: al atardecer, después de las completas, se está en lo que llamamos el «gran silencio» hasta el día siguiente, después de la Eucaristía. Esto suele terminar a las ocho de la mañana.
–¿En qué lugar del mundo crecen más las vocaciones?
–Olivera: En Corea y en Nigeria hay un «boom» vocacional. La verdad es que el crecimiento vocacional es notable. En Nigeria tenemos uno de los monasterios masculinos más grandes de la orden, con setenta monjes. También tenemos otro femenino. Además, hay otro monasterio de monjes y otro, de derecho diocesano, que se va a incorporar a la orden en un futuro inmediato. Además, uno de nuestros últimos beatos, Cipriano Miguel Iwene Tansi, es también nigeriano.
En Corea el monasterio femenino crece mucho. No llevamos más de veinte años en el país, con lo cual todavía no hay largas experiencias monásticas.
Justo la mitad de los monasterios de la orden están en Europa. Desde 1990 hemos hecho 21 fundaciones (11 de monjes y 10 de monjas). Están en Taiwán, Indonesia, India, el Líbano, Ecuador, República Checa, Nigeria, Noruega, Congo, China, Filipinas, Madagascar, Nicaragua, Alemania y Rwanda.
Hoy en día somos 2300 monjes y 1800 monjas.
–¿Le preocupa el futuro vocacional de los trapenses?
–Olivera: ¿Porqué tendría que preocuparme del futuro, si el futuro está en manos de Dios? Preocupémonos por el presente, con visión de futuro.
En estos momentos somos casi 4.000 monjes y monjas, y tenemos a 550 en periodo inicial de formación, ya sean novicios o profesos simples. Es imprevisible decir por qué hay monasterios con crecimiento de vocaciones, como en Italia y Francia, y por qué hay otros en los que no sucede así. No se trata de que una buena observancia comporte más vocaciones: conozco monasterios buenísimos sin auge vocacional.
–¿Qué ha cambiado en la trapa desde su fundación hasta hoy?
–Olivera: El Vaticano II significó una revisión de las constituciones permitiendo un cierto pluralismo en la observancia. Hasta el año sesenta todos los monasterios tenían la misma forma de vivir el silencio, el trabajo, el ayuno… Esto cambió, y también se cambiaron las estructuras de la orden.
Actualmente está el capítulo general de los abades y abadesas que forman una única asamblea general. Siempre hemos sido una sola orden de monjes y monjas. En las estructuras intermedias de gobierno, las abadesas pueden hacer visitas canónicas a las monjas y pueden ser asistentes en las visitas canónicas a los monjes.
–En las fundaciones que tienen en países no cristianos, ¿la trapa es un puente para el diálogo interreligioso?
–Olivera: En cierto sentido siempre lo ha sido. El contacto con el mundo islámico es frecuente. Basta pensar en nuestra comunidad en Argelia, en la que murieron asesinados nuestros monjes –los siete hermanos del Atlas (Tibhirine) en Argelia–, que tenían una apertura clara y una buena relación con el mundo islámico. O en Indonesia, el país musulmán más grande del mundo, en el que tenemos dos monasterios.
En Israel la apertura es doble, al mundo judío y al mundo musulmán. Existe un buen equilibrio en las relaciones, aunque en una situación bastante difícil, claro está.
Pienso en Benin, en donde el monasterio está en un contexto totalmente musulmán, o también en Japón, donde nuestros monjes tienen relación con los budistas, o en Kerala (India), donde hay diálogo tanto con musulmanes como con hindúes y puedo decir que la relación es muy buena.
La web oficial de los trapenses es www.ocso.org