HAKHA, lunes, 19 julio 2004 (ZENIT.org).- La Iglesia en Birmania (o Myanmar) «progresa en todos los aspectos, especialmente en las vocaciones»: al menos 1.300 estudiantes se forman en los seminarios distribuidos por el país, cuyo número de católicos es de 600.000, comentó el obispo de Hakha –en la frontera con la India–, monseñor Nicholas Mang Thang, en una visita el pasado 5 de julio a la obra de derecho pontificio «Ayuda a la Iglesia Necesitada» (AIN).
«Hay al menos 70 seminaristas sólo en mi diócesis, pero toda la comunidad está en crecimiento», reconoció el prelado.
«Y ya he dado el visto bueno al nacimiento de dos nuevas congregaciones religiosas diocesanas», añadió monseñor Thang, de 61 años, al frente de una diócesis erigida en 1992 que hoy cuenta con 75.000 católicos de una población de unas 970.000 personas.
«Nuestra prioridad es ofrecer una sólida formación a los sacerdotes y a los seminaristas» –declaró– «y también estamos formando a sacerdotes para enviarlos como misioneros a otras diócesis de Myanmar y del extranjero, especialmente a los países de Asia central».
De 42 millones de habitantes, en Myanmar hay 600.000 católicos distribuidos en 12 diócesis. El 89% de la población es budista, el 4% cristiana, el 4% musulmana, el 1% animista.
«En un país de mayoría budista, estamos empleándonos más en las relaciones ecuménicas e interreligiosas», continuó el prelado.
Por ello «ya hemos formado una Comisión con los miembros de diferentes denominaciones protestantes y está en programa una conferencia para 2005 con representantes del budismo, cristianismo, islam e hinduismo», informó.
Con 16 obispos, 600 sacerdotes, más de 1.400 religiosos y religiosas y 3.000 catequistas, prosigue en el país la pastoral de la Iglesia con actividades catequéticas, litúrgicas y caritativas. Los fieles están muy unidos a sus obispos.
A pesar del control impuesto por la Junta militar en el poder, se puede rezar en las iglesias y la evangelización es confiada sobre todo a los catequistas laicos, que frecuentan cursos de formación y luego visitan a las familias en las aldeas aisladas, explica la agencia «Fides» de la Congregación vaticana para la Evangelización de los Pueblos.
La comunidad cristiana también es activa desde el punto de vista social: administra escuelas, dispensarios, hospitales, sobre todo en las áreas remotas y gracias al auxilio de las congregaciones religiosas. A menudo el personal religioso o laico trabaja en estructuras gubernativas, especialmente en las áreas más pobres.
La Iglesia también asiste a pobres y refugiados; pero aunque la práctica religiosa esté garantizada, la Iglesia en todo caso tiene una libertad limitada en su servicio a la nación debido al control del régimen en el poder. Igualmente los movimientos de los obispos están limitados, pero las ordenaciones episcopales y sacerdotales no sufren interferencias gubernativas.