ROMA, domingo, 25 julio 2004 (ZENIT.org).- La decisión de Juan Pablo II enviar visitadores apostólicos para solucionar los problemas de una diócesis austríaca y del Patriarcado Siro-Católico de Antioquia ha puesto de actualidad esta figura poco conocida, decisiva para la establecer justicia dentro de la Iglesia.
¿Qué hace un visitador apostólico? Monseñor Joaquín Llobell, referendario del Tribunal Supremo de la Signatura Apostólica, juez del tribunal de apelo del Estado de la Ciudad del Vaticano, y profesor de Derecho canónico en la Universidad Pontificia de la Santa Cruz, ha respondido a esta pregunta en una entrevista concedida a la agencia televisiva Rome Reports.
«Un visitador apostólico es una persona encargada por la Santa Sede, normalmente por el Papa, para tomar conciencia objetiva de un problema, cuando, como en este caso hay un problema, la visita es particularmente necesaria y el objetivo de la visita es conocer bien el problema».
De este modo, «teniendo datos de primera mano que no estén deformados por intereses varios», es posible «poder tomar una decisión justa».
El objetivo fundamental, subraya, «es conocer bien la situación para resolver justamente el problema».
El 20 de julio Juan Pablo II nombró al obispo austríaco de Feldkirch, monseñor Klaus Küng, visitador apostólico de la diócesis de Sankt Pölten, en Austria, y en particular de su seminario episcopal tras un escándalo registrado en el seminario por medios de comunicación.
Al día siguiente, la Sala de Prensa anunciaba que el Papa ha nombrado al nuncio apostólico en Turquía, el arzobispo Edmond Farhat, visitador apostólico del Patriarcado Siro-Católico de Antioquia, cuya sede se encuentra en Beirut (el Líbano).
Tendrá que buscar soluciones para superar los diferentes puntos de vista entre el patriarcado y el sínodo de los obispos de esa Iglesia oriental en comunión con el Papa.
Por lo que se refiere a Sankt Pölten, un caso que ha tenido mucha resonancia en los medios de comunicación, monseñor Joaquín Llobell explica que no sabe qué es lo que hará el visitador apostólico, pues «cada visita depende mucho de los poderes que haya recibido» y estos no son públicos.
«Normalmente los poderes que se reciben son sólo instructorios, de conocimiento, de poder interrogar testigos, de poder revisar documentos, de poder entender cuáles son los problemas», aclara.
Des este modo, «una vez que se ha instruido, que se ha conocido la verdad», el vistador puede «transmitir ese conocimiento al Papa y a la Santa Sede», subraya.
«Normalmente el visitador tiene también poderes de tomar algunas decisiones urgentes transitorias», sigue diciendo.
Puede suspender por un tiempo al rector de un seminario, por ejemplo, aunque, insiste, se trata de «un poder instructorio y un mínimo de poder decisorio urgente».
Un visitador apostólico sólo puede ser nombrado por la Santa Sede, pues «el único que tiene autoridad sobre un obispo es el Papa. Otro obispo no tiene autoridad sobre otro obispo. Y la ventaja es que el Vaticano da garantías de independencia. Lo fundamental de un juez es que sea independiente».
Por lo que se refiere a los castigos que pueden imponerse como fruto de una visita apostólica, monseñor Llobell explica que si el acusado (o acusados) es culpable, «puede ser suspendido como sacerdote».
«Si es un seminarista, pues el seminarista será expulsado del seminario. Si tuviera culpa el obispo, pues podría ser dimitido como obispo. Depende de qué resultará de la investigación que realizará el visitador», concluye.