SANTIAGO DE COMPOSTELA, domingo, 25 julio 2004 (ZENIT.org–Veritas).- El arzobispo de Santiago de Compostela aclaró la diferencia entre «laicidad» y «laicismo» en la homilía que pronunció este domingo, solemnidad del Santiago Apóstol, en presencia de los Reyes de España y del presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero.
Monseñor Julián Barrio, que concelebró la eucaristía junto con otros quince obispos y una treintena de sacerdotes, dedicó la glosa a explicar los deberes de la Iglesia respecto de la sociedad actual.
El laicismo, «versión extrema de la laicidad», pretende, según el prelado, «marginar del espacio social la dimensión religiosa».
Frente a esta postura, monseñor Barrio afirmó que, a pesar de ser instituciones independientes, la Iglesia «siempre y en todo lugar debe predicar la fe con verdadera libertad y emitir un juicio moral también sobre las cosas que afectan al orden político cuando lo exigen los derechos fundamentales de las personas o la salvación de las almas».
Monseñor Barrio recordó el mandato evangélico de que «hay que obedecer a Dios antes que a los hombres», y afirmó que es obligación de la Iglesia «anunciar
la fe en Cristo antes que enseñar la moral en una sociedad postcristiana».
Según monseñor Barrio, «cuando el laicismo se presenta como dogma público fundamental y la fe es simplemente tolerada como opinión privada, no es tolerada en su verdadera esencia», y añadió que ha llegado «la hora de los audaces en el Espíritu llamados a mantener el ardor y la intrepidez apostólicos».
El arzobispo recordó que es necesario superar «la tentación de pensar que se protegen plenamente nuestros derechos personales sólo cuando nos vemos libres de toda norma de la ley divina», con lo que «los derechos se ven reducidos a simples exigencias personales y a falsas formas secularizadas de humanismo que siembran confusión y debilidad moral».
El arzobispo se refirió especialmente al «respeto a la vida en todas sus etapas naturales, a la vivencia del tesoro de la afectividad y sobre el matrimonio, esencialmente heterosexual y base ineludible de la familia, cuya quiebra supone la quiebra de la sociedad haciéndola vulnerable a intereses que nada tienen que ver con el bien común».
«Cuando la moral es considerada superflua, la corrupción es algo obvio, afectando no sólo a las personas sino también a las instituciones. Cuando la persona humana se libera de la moral, o la desplaza a lo meramente subjetivo o la manipula como puro utilitarismo, se encamina hacia la esclavitud de la tiranía, subordinando lo espiritual a lo material y la libertad al libertinaje», añadió.
«La festividad de nuestro Patrono es una llamada a fortalecer nuestro proyecto de convivencia armónica, a colaborar para que nuestros pueblos se sientan cercanos los unos a los otros, y a enriquecer nuestra unidad con la pluralidad que nos es propia. Debemos ser coherentes con los valores del Evangelio que hemos recibido y que forman parte esencial de nuestra cultura y civilización», añadió.
«No es posible entender y servir de verdad a España sin tener en cuenta las raíces cristianas, clave para interpretar la riqueza cultural de nuestra historia, más allá de toda confrontación deshumanizadora», concluyó el arzobispo de Santiago de Compostela.
Es posible leer el texto de la homilía en la página web de la http://www.agenciaveritas.com