Argentina: El Congreso Eucarístico llama a transformar el mundo materialista

Con la Palabra y el Pan de Vida, afirma el legado papal

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CORRIENTES, lunes, 6 septiembre 2004 (ZENIT.orgAica).- El Congreso Eucarístico Nacional argentino concluyó este domingo con la consigna del legado papal, el cardenal boliviano Julio Terrazas Sandoval CSSR, de transformar el mundo individualista y materialista con la Palabra y el Pan de Vida.

«Hay que bajar al llano, allí están las muchedumbres que quieren conocer al Señor y encontrar en Él la paz que un mundo hostil no les puede dar; así podría escribirse nuestra historia como espacio que eleve a las personas sin seguir creando vergonzantes mendicidades», afirmó el arzobispo de Santa Cruz de la Sierra.

Su mensaje resonó al presidir la celebración eucarística de envío del Congreso con la que concluyeron las jornadas que comenzaron el pasado 1 de septiembre, en la que concelebraron unos sesenta obispos.

El legado papal subrayó que la Iglesia debe hacerse presente en los lugares donde nadie quiere ir, debe estar en el corazón del dolor y de los conflictos.

«Todo esto y mucho más involucra el «remar mar adentro» que nos ha pedido el Santo Padre. El mandato que hoy recibimos es que seamos Iglesia eucarística que comparte la Palabra, el Pan de Vida y el pan de la solidaridad en forma abierta y sin exclusiones en un mundo individualista y materialista».

Finalmente, dijo que «el «pueden ir en paz» no es una despedida que adormece la conciencia; es contar al mundo que hemos estado con el Señor de nuestras vidas. Es una misión que destierra la esquizofrenia de la separación entre la fe y la vida; entre la fe y la ética».

En el ofertorio, la gente de Corrientes entregó una imagen de la Virgen de Itatí, un mate, y cinco panes y dos peces, símbolo del pasaje evangélico de la multiplicación de los panes y fuente del lema del Congreso: «Denles ustedes de comer».

Antes de concluir la misa, los prelados y una multitud calculada en cien mil personas, entonaron de rodillas el himno «Cristo Jesús», y un matrimonio leyó la consagración del Pueblo de Dios a Jesús Sacramentado.

«Señor Sacramentado –dice el texto–, te consagramos nuestra Patria, su compromiso y esfuerzo en lograr la reconciliación y en ser un pueblo auténticamente solidario, justo y fraterno. Te consagramos sus familias, sus niños, sus jóvenes, sus ancianos, sus gobernantes, sus científicos y artistas».

«Otorga, a quienes corresponda –añade–, la capacidad de crear fuentes de trabajo para todos, de servir y administrar rectamente la justicia, de respetar y hacer respetar los derechos de todos, de estimular el cumplimiento del deber, de educar generaciones nuevas y de excluir definitivamente la delincuencia y la injusticia. Danos el valor de asistir y servir a nuestros innumerables pobres y solitarios, de excluir de nuestra sociedad el escándalo de la fragmentación y de la intolerancia».

«No queremos volver –leyó el matrimonio—, desde esta experiencia excepcional, a la inconciencia e indiferencia de un estado bautismal que no logre renovar las diversas culturas purificándolas del pecado. Queremos, por la gracia de tu presencia sacramental, vencer la injusticia, el odio y la corrupción que nos han invadido como una enfermedad mortal. Te pedimos por todos los que integramos esta nación: te conozcan o no, te identifiquen como Señor de su historia o no»

Tras la bendición con el Santísimo Sacramento, el arzobispo de Corrientes, monseñor Domingo Castagna, pronunció la despedida y envío del X Congreso Eucarístico Nacional.

«No es lícito volver a nuestras diócesis y parroquias con simples recuerdos y la memoria de un acontecimiento multitudinario y espectacular. Al regresar debemos iniciar el «después» solicitado por nuestros pastores el 31 de mayo de 2003. Jesucristo –subrayó– debe ocupar el centro de la vida de nuestro pueblo, en su mayoría identificado con el pueblo cristiano».

El prelado correntino manifestó que «el contacto personal que hemos intentado, en este encuentro singular con Jesucristo, requiere ser testimoniado mediante una acción misionera eficaz y continua. Es imposible experimentar ese contacto renovador sin comunicarlo con fervor y ofrecerlo a todos como Buena Noticia. Si no se produce ese movimiento testimonial, nada ha pasado aquí, ha sido vano nuestro esfuerzo de acortar distancias geográficas y de empeñar nuestros magros recursos económicos». Hay que «aprovechar esta experiencia y volverla beneficiosa para la patria».

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ZENIT Staff

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