El 16 de septiembre de 1810, día del levantamiento revolucionario que traería como consecuencia, once años más tarde, la Independencia del país, el cuadillo Miguel Hidalgo encomendó su ejército –compuesto por indígenas y mestizos del Bajío mexicano, la mayoría de ellos muy pobres– a la Virgen de Guadalupe.
Su primer estandarte fue la imagen de la guadalupana que tomó del altar mayor de un templo cercano a la ciudad de Dolores (hoy Dolores Hidalgo, en el estado de Guanajuato), lugar que hoy es santuario nacional: el templo de Atotonilco, muy cerca de San Miguel el Grande (hoy San Miguel de Allende).
Y es que 56 años antes, en 1754, en medio del regocijo popular, el Santo Padre Benedicto XlV declaró en Roma, frente al lienzo en donde se copiaba la imagen impresa en la tilma de San Juan Diego y que le llevaba el padre jesuita Juan Francisco López, «Non fecit taliter omni nationi» («No ha hecho nada igual con todas las naciones»), recordando el Salmo 147 y aplicándolo a México.
La instrucción mediante la cual se otorgaba el patronazgo de María de Guadalupe a México (hoy patrona de todas las Américas), recuperaba estas palabras.
Hace pocos días, el 10 de septiembre, en la homilía que recordaba este hecho, el cardenal Norberto Rivera, arzobispo primado de México, decía que –no obstante el país se encotrara bajo la dominación española– la empresa de pedir al Papa el patronazgo de Guadalupe para México, «fue la primera ocasión en que (actuamos) en forma unida y oficial como una nación».
Para conmemorar este 250 aniversario, el Museo de la Basílica de Guadalupe está presentando una exposición inédita llamada «Zodiaco mariano». Se trata de una muestra de 44 piezas en las que se recuerda la proclamación pontificia del patronazgo de la Virgen de Guadalupe, y los sucesos que este acontecimiento venturoso llevó a la futura nación mexicana.
La exposición estará abierta al público hasta el mes de diciembre de 2004.
Más información en http://www.virgendeguadalupe.org.mx/museo.htm