AUCKLAND, lunes, 20 septiembre 2004 (ZENIT.org).- «¿Cómo está el Papa?». A esta pregunta que han planteado los neocelandeses a sus obispos tras su visita a Roma ha respondido monseñor Patrick Dunn, obispo de Auckland.
«Si bien sus ojos son brillantes y penetrantes, indudablemente su salud es frágil, y no camina en público desde hace un año. Sus condición le obliga a hacer esfuerzos para caminar, y en ocasiones incluso para hablar», afirma en un comunicado.
«Da la impresión de que el Papa Juan Pablo II preside ahora la Iglesia universal desde la Cruz de Cristo», añade al concluir la quinquenal visita «ad limina apostolorum» en la que se ha podido encontrar con el Santo Padre en privado y en grupo.
«Durante nuestra semana en Roma, celebramos la fiesta del Triunfo de la Cruz, que nos recuerda que estamos llamados a compartir tanto el sufrimiento como el triunfo de Cristo», añade en representación de los ocho obispos de su país que pudieron visitar Roma (dos estaban enfermos).
«En Lourdes, el mes pasado, el Papa sólo pudo sentarse en silencio en la gruta, pidiendo al intercesión de la Virgen María. Los trescientos mil peregrinos que acompañaban al Papa en Lourdes también se quedaron sentados durante minutos en silencio total. Un amigo, que estaba allí, me dijo que fue una de las experiencias más conmovedoras de su vida», recuerda el prelado.
«En Roma, los obispos tuvimos la sensación de que este Papa excepcional, tan claramente paralizado por la enfermedad, está viviendo quizá en estos momentos los días más grandes de su extraordinario pontificado», añade.
Tras recordar algunos de los pasajes del discurso del Papa, en el que pidió a los obispos seguir proclamando «el esplendor de la verdad de Cristo», reconoce, «para nosotros fue un mensaje alentador y útil».
Y pide a los católicos neocelandeses: «rezad por él».