BRUSELAS, viernes, 24 septiembre 2004 (ZENIT.org).- La lucha contra la discriminación tiene dos aliados o enemigos decisivos: la educación y los medios de comunicación social, según ha constatado la Santa Sede la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE).
Esta fue la conclusión a la que llegó el arzobispo Michael Fitzgerald, presidente del Consejo Pontificio para el Diálogo Interreligoso, el pasado 14 de septiembre de 2004, al intervenir en la conferencia que ha organizado esta institución en Bruselas sobre tolerancia y lucha contra el racismo, la xenofobia y la discriminación.
Asimismo, el prelado británico advirtió ante los intentos que actualmente se dan de ampliar las causas de intolerancia a aspectos que atentan contra la ley, la cultura o la religión (por ejemplo, cuando la Iglesia católica anuncia su visión ética) por considerar que se trataría de actos intolerantes.
Para el representante del Papa el racismo, la xenofobia, la discriminación o la intolerancia se deben a «la ignorancia, el prejuicio y el odio, que con frecuencia surgen de una educación incorrecta e inadecuada así como del uso distorsionado de los medios de comunicación».
Una educación adecuada, explicó, presenta los grandes valores de la convivencia, como son «la unidad del género humano, la igual dignidad de todos los seres humanos, la solidaridad que une a todos los miembros de la familia humana».
«Los programas de las instituciones educativas deberían transmitir un conocimiento objetivo de las diferentes culturas y alentar el interés de las nuevas generaciones por las diferentes tradiciones históricas, lingüísticas y culturales de su área particular, del continente europeo y del mundo en su conjunto», pidió monseñor Fitzgerald.
«Juan Pablo II ha subrayado con frecuencia que la enseñanza de la religión, en particular, puede infundir la esperanza de que existe una posibilidad real de vivir juntos en una perspectiva común de solidaridad y paz», recordó.
En su intervención, el presidente del organismo vaticano para el diálogo con los creyentes en las religiones no cristianas explicó que las Naciones Unidas y la misma OSCE ya han establecido cuáles son las auténticas causas de las discriminación y pidió que éstas no se amplíen sin justificación.
«Los intentos de ampliar estas categorías para incluir causas que atentarían contra los sistemas legales, contra la cultura y las tradiciones religiosas de una amplia mayoría de los miembros de las Naciones Unidas y de la OSCE, constituye una falta de respeto, e incluso de tolerancia, contra estas tradiciones».
La tolerancia religiosa, indicó, exige que tanto la educación como los medios de comunicación den a comprender y respeten el carácter específico de las religiones, que no son asociaciones políticas ni civiles, indicó, y que no pueden ser juzgadas con los mismos criterios que éstas
«La comunidades religiosas contribuyen a la cultura de nuestras sociedades y al debate democrático en su interior, pero también señalan una dimensión espiritual que no todos reconocerán pero que tiene una importancia demostrable para la vida de los ciudadanos», explicó.
Por último, Fitzgerald aclaró el malentendido, según el cual, la tolerancia religiosa llevaría al relativismo religioso.
«Quisiera recalcar que una adecuada educación en el respeto y la tolerancia no significa reducir los principios fundamentales de toda religión cultural al mínimo común denominador», explicó.