Sor María Ludovica De Angelis, o cómo sacar de la Eucaristía el amor a los demás

Entrevista con Ruth Rodríguez FdM, de las Hijas de Nuestra Señora de la Misericordia

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CIUDAD DEL VATICANO, viernes, 1 octubre 2004 (ZENIT.org).- En la vida de Sor María Ludovica De Angelis (1880-1962) –como en la de los otros cuatro nuevos beatos que proclamará Juan Pablo II el próximo domingo— el misterio eucarístico se manifiesta como fuente de la caridad y de la misión de la Iglesia.

«Su testimonio es una invitación para todos los fieles a iniciar con alegría y dedicación el Año de la Eucaristía», reconocía el martes en un comunicado la Oficina de las Celebraciones Litúrgicas del Sumo Pontífice.

¿Pero cómo llegó a convertirse esta religiosa italiana misionera en Argentina (Cf. Zenit, 24 de septiembre de 2004) en un instrumento de la misericordia de Dios para el mundo? La Hna. Ruth Rodríguez FdM, consejera general de la Congregación de la Hijas de Nuestra Señora de la Misericordia –a la que perteneció la futura beata–, lo ha explicado a Zenit.

–¿Qué movió a abrir la causa de beatificación de Sor María Ludovica de Angelis?

–Hna. Ruth Rodríguez: La Ciudad de La Plata (provincia de Buenos Aires, Argentina) la consideraba santa y comenzó a pedirle gracias y ella respondió sobre todo interviniendo en la curación de niños enfermos

–¿Cuál es el milagro atribuido a su intercesión?

–Hna. Ruth Rodríguez: El 18 de noviembre de 2003, el plenario de obispos y cardenales firmó en el Vaticano la autenticidad de un milagro atribuido a la intersección de la venerable María Ludovica De Angelis: la curación de una niña platense, nacida en mayo de 1988 con una patología congénita conocida como espina dorsal bífida con las vías urinarias, vejiga y riñón severamente deteriorados y los miembros inferiores inmovilizados.

A los dos meses tuvo que ser operada para colocarle una cánula que posibilitara el funcionamiento parcial de sus vías urinarias. Pero su estado era muy preocupante. Cuando la niña cumplió nueve meses, un tío suyo –médico del Hospital de Niños– le pidió a una hermana de la Misericordia que rogara a la Hna. Ludovica por la curación de su sobrina.

La religiosa le dio entonces las llaves del panteón de la Congregación, donde se encontraban los restos de nuestra futura beata, aconsejándole que fuera con la niña. Allí acudió la madre de la pequeña junto a su hermano médico y la enfermita, la colocaron en el suelo junto al féretro y rezaron. La niña, que hasta ese momento no podía mover las piernas, se apoyó en el ataúd y se puso de pie. A los veinte meses caminaba normalmente.

La familia siguió rezando por otras afecciones que comprometían seriamente su salud.
Cuando tenía cuatro años la sometieron nuevamente a una operación porque era necesario cerrarle la desviación realizada cuando tenía pocos meses de vida, extirparle el riñón que no funcionaba y tratar de reconstruir la vejiga.

Cuando comenzaron a intervenirla constataron que la vejiga se había ampliado y funcionaba normalmente, lo mismo que el riñón que proyectaban extirpar. Todos los estudios determinaron que la curación de esa niña era científicamente inexplicable.

Antonella Cristelli participará, junto a sus padres, el próximo 3 de octubre en la beatificación de la Hermana Ludovica.

–¿Cómo decidió la futura beata su vocación religiosa?

–Hna. Ruth Rodríguez: Su vocación creció con ella en los años de niñez y juventud, durante los cuales se entregaba con generosidad ayudando a sus familiares y a cuantos tuvieran necesidad en su pueblo, y en la participación en la vida parroquial.

–¿Qué le impulsó a entrar en la Congregación de la Hijas de Nuestra Señora de la Misericordia?

–Hna. Ruth Rodríguez: Sor María Ludovica –que entonces se llamaba Antonina– pertenecía a las Hijas de María en su parroquia; posiblemente esto le hizo buscar un Instituto de inspiración mariana.

Fue determinante la orientación del párroco, a quien había confiado su vocación; éste ya tenía una hermana en el Instituto de las Hijas de Nuestra Señora de la Misericordia y junto a ella le acompañó otra de sus hermanas a Savona.

–La Santa Sede define a Sor María Ludovica como «instrumento de la misericordia» de Dios. ¿En que se traducía este rasgo?

–Hna. Ruth Rodríguez: Con su palabra, con el corazón y con la verdad de las obras Sor María Ludovica anunciaba a todos los trazos más finos de la misericordia de Dios.

Curó enfermos de cuerpo y alma. Hizo el bien sin mirar a quién. Enseñó. Aconsejó. Pacificó. Más con el ejemplo que con la palabra. Supo animar las voluntades de sus colaboradores, contagiarles con su celo y abnegación, hasta hacer del Hospital de Niños una familia y un establecimiento modelo.

Como la Madre Rossello, fundadora de su Instituto, habría querido abrazar a todo el mundo para hacer a todos el bien.

–A pocos días del inicio del Año de la Eucaristía, la importancia y centralidad del misterio eucarístico es un aspecto que comparten los cinco siervos de Dios –entre ellos Sor María Ludovica– a los que el Papa proclamará beatos el domingo. ¿Cómo vivía la religiosa el amor a Jesús Sacramentado?

–Hna. Ruth Rodríguez: Amaba ardientemente la Eucaristía. En los momentos libres siempre la encontraban ante Jesús Sacramentado.

Después de sus fatigosas jornadas de trabajo y preocupaciones, aunque fueran las 3 de la madrugada, la última visita de Sor María Ludovica era al pie del Tabernáculo, porque allí estaba su tesoro, su amor.

En los momentos de más profunda aflicción, estaba con los brazos abiertos delante del Sagrario pidiendo al Señor que perdonara a aquellos que la hacían sufrir y que le concediera la fuerza para proseguir en la lucha en favor de los niños

–¿Por qué cree que necesita nuestra sociedad «mensajes» como el de Sor María Ludovica?

–Hna. Ruth Rodríguez: Porque nuestra sociedad tiene necesidad de personas que le ayuden a construir el futuro con una amplia mirada de esperanza, a crear un clima de comprensión humana, de sincero afecto y de activa colaboración para el bien de cada uno y de todos.

–¿Qué pueden aprender los jóvenes de esta figura de la Iglesia universal?

–Hermana Ruth Rodríguez: Pueden aprender a hacerse responsables de la necesidad de los hermanos.
A seguir al Señor dejándolo todo por Él.
A amar a Jesús en la Eucaristía y verle en los hermanos.
A no dejarse abatir por las incomprensiones y dificultades en la realización de la obra de Dios.
A buscar y cultivar la sabiduría del Evangelio.
A alimentar la audacia de la santidad.

–¿Cuál es el alcance de la labor que desarrolla actualmente la Familia de la Madre Rossello, formada por las Hijas de la Misericordia, los Sacerdotes de la Misericordia y las Asociadas laicas en el apostolado de Misericordia?

–Hna. Ruth Rodríguez: La Familia de la Madre Rossello hoy está presente en 22 naciones de 4 continentes (Europa, América, Asia, África) anunciando el mensaje evangélico «Bienaventurados los Misericordiosos porque encontrarán Misericordia».

Con este espíritu oran y trabajan en el campo educativo, sanitario y familiar, en los países evangelizados y en las misiones, donde son o serán llamadas, porque: «la viña del Señor es muy grande nos toca a nosotros cultivarla” (palabras de Santa María Josefa Rossello, fundadora del Instituto).

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ZENIT Staff

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