Hay que tomar conciencia del poder del Rosario, sugiere un exponente vaticano

Monseñor Sorrentino explica el origen y sentido de esta oración mariana

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CIUDAD DEL VATICANO, domingo, 10 octubre 2004 (ZENIT.org).- Una oración «fuertemente contemplativa» y poderosa: así es el Rosario, constata el secretario de la Congregación vaticana para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, el arzobispo Domenico Sorrentino.

En la audiencia del miércoles pasado, Juan Pablo II hizo esta invitación en este mes de octubre, considerado por la Iglesia como «mes del Rosario»: «Haced del Rosario vuestra oración de cada día».

«Personalmente he visto milagros en torno al redescubrimiento de esta oración –ha admitido el arzobispo Sorrentino en una entrevista concedida a “Radio Vaticana”–. Personas que han encontrado en esta oración alimento del alma y motivo de conversión».

El rezo del Rosario nació «de manera muy humilde en los primeros siglos del segundo milenio –explicó el prelado–. Se decía entonces la oración de los salmos en su organización litúrgica, el salterio con los Laudes y las Vísperas, pero había muchos que no lograban rezar» «en latín, y entonces se empezaron a sustituir los salmos con la oración del “Pater” y del “Ave”, y esto poco a poco asumió cierta organización que varió según las circunstancias» y «los ambientes».

«Después, progresivamente, se añadió la meditación de los Misterios –prosiguió–. La oración fue creciendo hasta que adoptó la forma típica que estamos acostumbrados a recitar y ello ocurrió en particular cuando, con San Pío V, se instituyó la fiesta de Nuestra Señora del Rosario, fiesta entonces ligada a una especial circunstancia histórica: la victoria de la cristiandad sobre la amenaza otomana».

«El Papa consideró que esta victoria se debía a la oración insistente de los cristianos, a través de la intercesión de la Madre de Dios», apuntó el arzobispo Domenico Sorrentino.

Desde entonces el Rosario «fue recitado por la comunidad cristiana siguiendo este esquema, hasta que Juan Pablo II, hace dos años, con el Año del Rosario», dio un «retoque a esta oración, centrando mejor su aspecto cristológico y bíblico, de forma particular añadiendo los Misterios de Luz» (Cf. Carta Apostólica «Rosarium Virginis Mariae»).

«Si es bien entendida», «es una oración que dice mucho» –profundiza el prelado–: el Rosario «tiene un alma fuertemente contemplativa. La repetición, que tantas veces vista desde lejos podría parecer algo mecánico, en realidad funciona como una respiración del alma que, mirando a Jesucristo, se pone en una actitud de contemplación con los ojos y con el corazón de María».

Si se comprende desde esta perspectiva, se ve cómo esta oración mariana «puede verdaderamente dar un tono al ánimo cristiano, puede ayudar a las jornadas del cristiano a permanecer siempre bien ancladas en el misterio de nuestra salvación, de modo especial en Jesucristo, que es el corazón, el centro de la vida del cristiano», subrayó.

«Lamentablemente a veces ocurre que la oración se recita en el mínimo de sus posibilidades»; «sería bueno que el pueblo de Dios tomara conciencia de las potencialidades de esta oración siguiendo de cerca las indicaciones que ha dado el Papa», invitó.

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ZENIT Staff

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