Inaugurada la estatua del franciscano italiano que salvó a los perseguidos del nazismo

En la Basílica de San Antonio de Padua

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PADUA, viernes, 22 octubre 2004 (ZENIT.org).- El 5 de octubre fue inaugurado, en la Basílica de San Antonio de Padua, un busto del padre Placido Cortese, un franciscano menor conventual que fue director de la revista «Mensajero de San Antonio», que salvó un número indeterminado de personas de la persecución nazi antes de ser encarcelado, torturado y asesinado por la Gestapo.

En un libro titulado «Padre Placido Cortese. Víctima del nazismo», recién publicado en italiano por Ediciones Mensajero de Padua, el padre Apollonio Tottoli relata que Nicolò Cortese di Cherso, llamado padre Placido por los franciscanos, «no tenía aspecto de héroe. Era pequeño y delgado. Pero sorprendentemente tenía un valor y una determinación tales como para hacerle arrostrar en la oración el martirio».

En medio de la guerra, estando la ciudad de Padua ocupada por los nazis, el padre Cortese organizó una red que sacaba prisioneros de los campos de concentración nazis. Salvó la vida a refugiados, presos, perseguidos políticos judíos, eslovenos y otros.

El director de una imprenta, Carlo Bolzonella, relata: «El padre Cortese era un ángel, tenía una caridad impresionante, un fraile verdaderamente todo corazón».

«Una vez le vi llorar porque no podía ayudar a todos los que se lo pedían. Ayudaba a los judíos y con este fin me pedía a menudo dos trabajadores que luego se trasladaban hacia Como y Suiza», añadió.

Cuando la Gestapo empezó a buscarle, el padre Placido decidió no salir del convento, que gozaba de la extraterritorialidad pontificia.

Posteriormente, el 8 de octubre de 1944, con el pretexto de ayudar a una persona con problemas, fue atraído fuera de los muros del convento y detenido por los nazis.

Algunos testigos oculares dicen que durante los interrogatorios, a pesar de las inauditas torturas, asumió toda responsabilidad y no reveló ningún nombre de sus colaboradores de la red de la caridad.

Vladimiro Vauhnih, coronel esloveno, jefe de la red informativa pro-aliados, relata que «la Gestapo sacó los ojos al religioso, le cortó la lengua y lo sepultó vivo».

Cuando murió, el padre Placido tenía 37 años. En enero de 2002, fue iniciada la causa de beatificación en Trieste, lugar donde fue torturado este mártir de la caridad que la gente llama ya el «Padre Kolbe paduano».

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ZENIT Staff

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