Redescubierta la primera obra teatral de Jean-Paul Sartre, de carácter cristiano

Entrevista con el profesor José Ángel Agejas, editor en España

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MADRID, lunes, 25 octubre 2004 (ZENIT.org).- Tras varios años de investigación, José Ángel Agejas, doctor en Filosofía y profesor de Humanidades y Periodismo de la Universidad Francisco de Vitoria ofrece a los lectores en castellano la primera pieza dramática del escritor y filósofo ateo Jean-Paul Sartre, titulada «Barioná, el Hijo del Trueno».

Se trata de un auto de Navidad escrito por el intelectual francés para la Navidad de 1940, mientras era prisionero del ejército nazi en el campo de prisioneros «Stalag 12D», en Tréveris (Alemania).

El argumento de la obra utiliza la noche de Navidad para mostrar uno de los temas sartrianos por excelencia: la existencialista lucha de la libertad humana para afirmarse ante Dios. Sin embargo, esta obra comparada con el resto de la obra de del autor presenta a un Sartre «cristiano», o al menos, a un Sartre abierto a la posibilidad del encuentro con Cristo.

La obra, normalmente ausente de las ediciones del teatro completo de Sartre así como de las enumeraciones de su producción literaria, aúna los elementos precisos para poner en situación el pensamiento del filósofo francés: el encuentro personal del hombre descreído con un Dios que viene a salvarle. El ateo Sartre conduce magistralmente al auditorio a través de la trama de la obra para admirar el misterio de Belén y asumir el compromiso y la respuesta personal que exige Cristo Niño, el Dios-con-nosotros.

Primer título del nuevo sello editorial «Voz de Papel», el estudio introductorio de la obra, además de analizar críticamente su contenido y valor a la luz de la filosofía de Sartre, aporta una serie de datos hasta ahora desconocidos que ayudan a comprender mejor la obra y su carácter novedoso: las lecturas de Sartre en el campo de prisioneros, el papel que representó en la puesta en escena la Nochebuena de 1940, las reacciones de los prisioneros, qué hizo durante la Misa del Gallo…

José Ángel Agejas narra en esta entrevista concedida a Zenit las conclusiones a las que ha llegado en su investigación y labor de edición.

–El subtítulo de portada de la obra dice que «un ateo que presenta mejor que nadie el Misterio de la Navidad». ¿No es exagerado?

–Agejas: Realmente la frase no es mía, sino del conocido teólogo y prestigioso escriturista René Laurentin, especializado nada menos que en el estudio de los Evangelios de la infancia de Jesús. Él afirma que después de los Evangelios, esta obra es la que más le había ayudado a ver el Misterio de la Navidad. A mí también me pareció una expresión muy fuerte. Tanto que fue el empujón definitivo que me lanzó a buscar la obra: si era así, tenía que conocerla y darla a conocer.

–¿No le parece extraño que estuviera inédita?

–Agejas: Bueno, más aún que inédita en español, lo asombroso es que estaba realmente oculta incluso en su original francés. No inédita del todo porque de hecho pude localizarla, pero no sin esfuerzo y trabajo de tiempo. Creo que es fácil adivinar que a una de las insignias del pensamiento ateo, marxista y anticatólico de la segunda mitad del siglo XX, con un papel crucial en el mayo del 68 y su movimiento ideológico, no le convenía que se airease una obra como ésta. Nunca la negó, porque no podía hacerlo: más de doce mil soldados prisioneros habían presenciado su puesta en escena. Pero trató de ignorarla lo más posible, y cuando alguien que había tenido noticias de aquel hecho le preguntaba por ella, hacía todo lo posible por menospreciar su valor literario. Esto tampoco es cierto: basta con leerla para ver su fuerza dramática y su calidad literaria, aunque se tratara de su primera pieza teatral. Mientras la escribía, le reconoció a Simone de Beauvoir en una carta que había descubierto con ella sus dotes para la escritura de teatro.

–¿Por qué y cómo descubrió la obra?

–Agejas: Conocía un fragmento, unas quince líneas, citadas por Laurentin, que describían a María con el Niño en brazos con una ternura y una fuerza expresiva tales que me asombraron. Y además de la fuerza literaria y la afirmación de Laurentin, me provocaron las dudas de algunos a los que daba a conocer ese texto. Seguro que es una atribución apócrifa, me decían. Así que me dije que tenía que encontrar aquella obra, misteriosamente oculta. Y ya en ese proceso de investigación y búsqueda me fui encontrando con nuevos hallazgos y contradicciones entre distintos autores que me picaban cada vez más. Me veía como el protagonista de una novela policíaca, y tenía que resolver el enigma: la obra existía y no podía escaparse, aunque había caminos que se convertían en callejones sin salida, o que me devolvían al punto de partida sin éxito. Al final di con ella, con la ayuda de otros compañeros, picados ya por el mismo gusanillo de la curiosidad por dar con el «arca perdida».

–¿Por qué escribió Sartre sobre la Navidad?

–Agejas: La historia de la génesis de la obra es un poco larga, y algunos de los pocos datos dispersos en algunos estudios eran falsos. Trataré de resumirla. Sartre era prisionero del ejército alemán en el campo que los nazis instalaron en el pueblo de Tréveris, junto con varios miles de soldados franceses. Los capellanes del campo consiguen permiso del oficial alemán para celebrar la Misa del Gallo en la Nochebuena de 1940, lo que suponía romper el aburrimiento y la monotonía de un campo en el que regía el toque de queda, como es lógico. Lo más importante que he podido aclarar es que Sartre escribe la obra porque quiere y no porque se lo piden con insistencia los capellanes del campo de prisioneros, como algunos afirman. Él les propone además de ensayar villancicos, como estaban haciendo, poner en escena un auto o misterio de Navidad, como se hacía antes. Acceden a la propuesta y él empieza a escribirla a tan solo seis semanas de la Navidad. En ese breve espacio de tiempo la escribe, la ensaya con los actores, supervisa los disfraces, los decorados, todo. Él estaba en el barracón de los artistas, y había intentado antes representar algunas obras, pero nunca le dieron permiso. Aquello le daba la oportunidad de hacerlo. Los nazis no le censuraron ni una línea de la obra.

–Entonces, ¿hubo un Sartre cristiano?

–Agejas: Él siempre lo negó. Charles Moeller, en su famosa obra «Literatura del siglo XX y cristianismo» creía que del radicalismo de la libertad existencial podría llegar a surgir un Sartre cristiano si comprendía que Dios no es el enemigo de la libertad humana, sino su única y verdadera realización. Y lo decía porque le habían llegado noticias de esta obra por el relato de algún prisionero, pero desconocía su título original y la daba por desaparecida. En esta obra sí se ve la posibilidad de un Sartre cristiano, aunque no termina de apostar claramente al todo o nada. El final de la obra está abierto. Pero hay muchas otras anécdotas interesantes sobre la obra que muestran aún más si cabe ese acercamiento a la fe.

–Por ejemplo…

–Agejas: Que Sartre actuó en la obra no como Barioná, digamos que el personaje que defiende su filosofía, sino como el Rey Baltasar, quien anima al zelota existencialista Barioná a abrir su libertad al sentido que le aporta el reconocimiento del Mesías Salvador. Los discursos de Baltasar son impresionantes, y más aún si uno se imagina a Sartre declamándolos, como de hecho pasó. Además, consta el testimonio de al menos un prisionero que se convirtió oyéndole. Otro detalle: al acabar la función, Sartre participó esa noche en la Misa del Gallo con el resto de prisioneros, gesto que no pasó inadvertido para los miles de soldados que le conocían como un ateo «oficial».

–¿Hay otros elementos novedosos que podría destacar de esta obra?

–Agejas: La verdad es que sí, hay muchos y muy interesantes. Se ve que Sartre tenía un profu
ndo conocimiento del cristianismo y de las Escrituras, incluso de la geografía e historia de Palestina. Seguramente contó con el consejo de los capellanes, pero por el tiempo de que disponía podemos deducir que no pudo detenerse en muchas investigaciones y consulta, sino que hay una experiencia íntima, oculta y algo dramática de la fe que se plasma en la trama. Se ve la influencia de Bernanos, que él mismo reconoció que había leído por entonces. Queda patente también una de las grandes heridas de la psicología de Sartre: la ausencia de su padre. De san José sólo dice que no se atreve a decir nada. Hay más, invito a los lectores a descubrirlos en la lectura de la obra, una obra que pone de manifiesto la complejidad del alma humana y la apasionante aventura de la Gracia para llegar a ella.

–¿Qué espera de la publicación de esta obra?

–Agejas: Sobre todo, romper un silencio de varias décadas sobre este Sartre, y a la vez, mostrar que es posible un genuino diálogo entre razón y fe, entre Evangelio y cultura. Sartre lo hizo. Y además afirmó que encontró en ello el motivo de unión más fuerte entre cristianos y no creyentes. En unos momentos especialmente difíciles para Europa, en los que el debate intelectual está siendo aplastado, en los que se trata de anular todo lo cristiano y su papel esencial en la configuración de Europa, quizá ejemplos como éste ayuden a que algunos cambien, al menos, de perspectiva, y apuesten realmente por la unidad y por el respeto por la identidad cristiana de Europa.

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ZENIT Staff

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