MÉXICO, jueves, 4 noviembre 2004 (ZENIT.org–El Observador).- La Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM) ha creado un Consejo de Bioética para ofrecer la luz del Evangelio ante el rápido desarrollo de las ciencias biomédicas y de las tecnologías aplicadas a la vida y a la salud.
La institución, presentada en una ceremonia pública este miércoles, dependerá de la Comisión Episcopal de Pastoral Familiar, bajo la directa supervisión del Departamento de Vida, a cargo del obispo de Toluca, monseñor Francisco Javier Chavolla Ramos.
El Consejo queda integrado por 24 académicos de diversas disciplinas, en calidad de miembros permanentes, y por 10 prestigiados expertos en bioética de distintas nacionalidades, en calidad de miembros honorarios.
Según trascendió en la ceremonia de inicio de actividades, con la presencia del obispo Elio Sgreccia, vicepresidente de la Pontificia Academia para la Vida, el Consejo de Bioética busca promover una investigación interdisciplinar sobre las cuestiones bioéticas; estar en permanente contacto con otros centros de reflexión bioética civiles o religiosos, nacionales e internacionales; y promover, de acuerdo con los lineamientos correspondientes de la Iglesia Católica, una «cultura de la vida».
Entrevistado por Zenit–El Observador, el presidente del Consejo, monseñor Aguilar Martínez, señaló que esta institución es fruto de dos años de trabajo, con el apoyo de la Conferencia Episcopal, y se une a una corriente internacional promovida por la Iglesia católica, que ya ha fundado al menos diez centros de bioética en países de Europa y América.
«Es necesario destacar dos elementos de este Consejo –dijo monseñor Aguilar Martínez–: primero, que no vamos a tener una actitud reactiva sino proactiva ante las nuevas realidades del avance científico y tecnológico del campo de la salud; y, segundo, que se trata de una iniciativa auspiciada, promovida, participada e, incluso, financiada por laicos».
«Estamos trabajando con un espíritu de Iglesia, con plena disponibilidad para enfrentar los embates de una cultura científica alejada de la moral y del respeto por la vida; en una espiritualidad de comunión que nos construye y nos fortalece», concluyó monseñor Aguilar Martínez.