ROMA, viernes, 5 noviembre 2004 (ZENIT.org).- «Cáritas italiana» ha lanzado un llamamiento a la comunidad internacional recordando que en la región sudanesa de Darfur, donde está en marcha la peor crisis humanitaria del mundo –en palabras de la ONU–, siguen muriendo diez mil personas al mes.
Ese es el promedio de fallecidos desde el pasado marzo, según denunció la Organización Mundial de la Salud. Mientras, dos millones de desplazados continúan «sufriendo sin perspectivas concretas de poder volver a sus pueblos», recalcó la organización católica de asistencia en un comunicado enviado a «Fides».
Ya se estima en 70 mil la cifra muertos, aparte del elevadísimo número de desplazados internos, como resultado de los combates que desde febrero de 2003 enfrentan a grupos rebeldes de autodefensa populares –el «Movimiento para la Justicia y la Igualdad» (JEM) y el «Ejército-Movimiento de liberación de Sudán» (SLA-M)– y al gobierno de Jartum.
A éste acusan de abandonar la región occidental sudanesa de Darfur porque su población es mayoritariamente negra y de financiar las milicias «Janjaweed» –salteadores árabes activos en el oeste sudanés–, que desde hace años siembran muerte y destrucción entre las poblaciones no árabes.
De ahí que cerca de 200 mil refugiados hayan huido al Chad oriental, en la región fronteriza de Darfur. De éstos, más de 170 mil están en campos de refugiados.
La intervención de emergencia de «Cáritas» –en colaboración con ACT («Action by Churches Together», una red de Iglesias y organizaciones ortodoxas y protestantes)– en el desastre humanitario que vive Darfur prevé 14 millones de euros en beneficio de medio millón de personas. La intervención se está dirigiendo a la sanidad, higiene, material de refugio –cobertores, tiendas, mantas, etc.– y alimentación.
Un informe del Programa Alimentario Mundial (PAM) de la ONU, dado a conocer el pasado 26 de octubre, alerta de que el 22% de los niños de Darfur sufren grave desnutrición y aproximadamente la mitad de las familias carece de víveres suficientes.
Desde una perspectiva más amplia, el estudio del PAM –del que se hace eco el diario oficioso del Vaticano «L’Osservatore Romano»–, realizado en agosto y septiembre, subraya también la difícil condición de los más de 6 millones y medio de habitantes de Darfur, haciendo hincapié en la de los refugiados. La región sudanesa arroja actualmente la tasa de mortalidad más elevada del mundo.
Rita Bhatia, la experta del PAM que presentó el informe, explicó que el Programa distribuyó en septiembre víveres a 1,3 millones de personas, pero recordó que la mitad de las cosechas se ha perdido y advirtió que para finales de año será necesario alimentar al menos a 1,7 millones de personas.
También UNICEF –Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia– ha denunciado desde Jartum la elevada tasa de mortalidad entre la población desplazada. Miles de niños –dice– pierden la vida por enfermedades que se pueden prevenir y tratar o por la violencia que padecen durante los ataques a los pueblos y campos de refugiados de Darfur. Se calcula que dos tercios de la población afectada por el conflicto son mujeres y niños.
La vida en los campos de refugiados es extremadamente difícil: las temperaturas nocturnas descienden bajo cero, hay escaso acceso a agua potable, alimentos y artículos de primera necesidad, falta de servicios higiénico-sanitarios y las condiciones insostenibles multiplican el riesgo de epidemias y enfermedades que, junto a la malnutrición, han producido un aumento dramático de la mortalidad infantil, explica UNICEF.
Peligro para los desplazados por el aumento de la violencia en Darfur
Mientras, el aumento de la violencia en Darfur ha llevado al secretario general de la ONU, Kofi Annan, ha dirigir al Consejo de Seguridad del organismo un llamamiento a la intervención, pues aunque en el frente político se estén produciendo progresos, en el terreno se registran retrocesos.
Annan considera que la reunión del Consejo en Nairobi del 18 y 19 de noviembre representa una gran oportunidad para pronunciarse al respecto, a la vez que recuerda que ya dos millones de personas requieren ayuda humanitaria en la región, según recoge una nota del jueves del centro de noticias de las Naciones Unidas.
Por su parte, el representante especial de las Naciones Unidas para Sudán, Jan Pronk, también advirtió el martes al Consejo de Seguridad del alto riesgo de que el deterioro registrado en las últimas semanas en Darfur se convierta en un caos con consecuencias catastróficas.
«Darfur puede caer fácilmente en un estado de anarquía»; «el conflicto está cambiando de carácter y el gobierno no controla del todo a sus propias fuerzas. Enroló fuerzas paramilitares y ahora no puede contar con su obediencia», dijo Pronk, añadiendo que en poco tiempo, la región podría estar «regida por los señores de la guerra».
En su informe al Consejo, el diplomático explicó que han desaparecido las líneas que separaban a militares, paramilitares y policías, además de que hay una crisis de liderazgo en las fuerzas rebeldes, que se están escindiendo, con el peligro que esto implica.
Y es que en los últimos días se multiplican las noticias de enfrentamientos entre rebeldes, fuerzas gubernativas y «Janjaweed», una tensión que se agudizó tras el secuestro, la semana pasada –justamente en el momento en que gobierno y rebeldes volvían a retomar las negociaciones en Abuja, con la mediación de la Unión Africana (UA) –, de 18 estudiantes árabes –presuntamente a manos del SLA-M– y la movilización de miles de milicianos árabes en las zonas del oeste y sur de Darfur.
El martes fuentes de la ONU y de agencias humanitarias denunciaron el progresivo deterioro de la seguridad en los alrededores de algunos campos de refugiados tanto en Darfur como en el Chad, una tensión que comenzó a aumentar cuando el lunes algunos grupos del ejército sudanés y de la policía local rodearon algunos campos de la zona de Nyala en respuesta al secuestro de los 18 sudaneses de origen árabe, aclara «Misna».
La medida obligó a las agencias de la ONU y a las organizaciones humanitarias que trabajan en los campos a interrumpir su labor y alejar al personal. Fred Eckard, portavoz de la ONU, informó que, tras rodear el campo de Al Geer –cerca de Nyala–, ejército y policía empezaron a subir personas en unos quince camiones utilizados para el traslado.
El movimiento de hombres armados y la llegada de camiones hizo cundir el temor entre el resto de los refugiados en el campo, por lo que muchos huyeron de la estructura.
El miércoles el secretario general de la ONU denunciaba como una violación de la ley humanitaria internacional las operaciones de traslado forzoso de algunos refugiados, puestas en marcha la víspera por el ejército sudanés en el citado campo de Nyala.
Annan apremió enérgicamente al gobierno de Sudán a suspender las operaciones de reubicación de desplazados y a facilitar el regreso de los afectados de los «sitios inadecuados» adonde se les ha llevado. Por su parte, Jartum dice que el traslado obedece a razones de seguridad y a un intento de evitar la difusión de enfermedades infecciosas.
El sábado próximo dará comienzo la misión de la Comisión de investigación de las Naciones Unidas sobre Darfur, orientada a indagar las denuncias de violaciones de los derechos humanos y del derecho internacional humanitario, determinar si se han cometido actos de genocidio e identificar a los responsables de tales violaciones.