TURÍN, viernes, 5 noviembre 2004 (ZENIT.org).- El fundador y director del Centro de Estudios sobre las Nuevas Religiones (CESNUR), Massimo Introvigne, ha reconstruido el complejo fenómeno del fundamentalismo en el libro «Fundamentalismos. Los distintos rostros de la intransigencia religiosa» («Fondamentalismi. I diversi volti dell’intransigenza religiosa»), editado en italiano por la Editorial Piemme.
En esta entrevista concedida a Zenit, Introvigne explica las distintas tipologías de fundamentalismo y se muestra convencido de que la alternativa al fundamentalismo islámico actual es un islam conservador.
Introvigne ha dado cursos a la FBI y a expertos en seguridad en el Oriente Medio. Es autor, entre otras obras, de «New Age, Next Age» o de «Dios ha vuelto».
–Un mundo incierto y vulnerable, ¿enciende los fundamentalismos religiosos?
–Introvigne: Todo depende de la definición de fundamentalista, que no es unívoca. En mi libro distingo la actitud religiosa en cinco clasificaciones: ultra-progresista, progresista, conservadora, fundamentalista y ultra-fundamentalista. Los criterios para distinguirlos son distintos y algunos bastante técnicos.
–¿Podría indicarme alguno?
–Introvigne: La actitud respeto a la separación entre religión y cultura que se dio a partir de la Ilustración y, por tanto, entre religión y política.
El progresista acepta la separación como inevitable, y el ultra-progresista la acepta con entusiasmo.
El fundamentalista rechaza la separación en línea de principio, pero está disponible para cualquier compromiso. El ultra-fundamentalista no está dispuesto a ningún compromiso y se separa radicalmente de la sociedad o intenta cambiarla con la violencia.
El conservador, posición en la que cuantitativamente se reconoce la mayoría de la población que en el mundo se declara religiosa, no acepta ni la separación radical de la Ilustración ni la fusión fundamental entre religión y cultura, sino que querría una distinción sin separación, una autonomía de la cultura y de la política que no impida a la religión presentar su posición en este campo.
Por razones políticas, aunque se trate de Islam o de Europa, ciertos medios llaman fundamentalistas a los conservadores, a los fundamentalistas y a los ultra-fundamentalistas. Pero son posiciones muy distintas.
En el Islam el primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan, es un conservador, el predicador de Al Jazira, el jeque Yusuf al-Qaradawi, es un fundamentalista y Osama Bin Laden es un ultra-fundamentalista. En ámbito cristiano, tanto Bush como Rocco Buttiglione son conservadores, pero la polémica política los tilda de fundamentalistas.
–¿Qué quiere un fundamentalista religioso? ¿Certezas, regresar al pasado, morir para renacer?
–Introvigne: Aquí también es fundamental la diferencia entre conservadores, fundamentalistas y ultra-fundamentalistas. Diría que ninguno de los tres quiere regresar al pasado.
En el Islam, en particular, el fundamentalismo es una forma moderna que quiere restaurar la ley islámica con los instrumentos de la política del siglo XX y se distingue de formas tradicionalistas que usan instrumentos tradicionales y se concentrar en la moral más que en la política.
–¿La economía tiene relación con los fundamentalismos?
–Introvigne: Yo me inspiro en la escuela sociológica que habla de «mercado religioso» o «economía religiosa». Usamos instrumentos y modelos económicos para estudiar la religión. Pero esta es una actitud metodológica, que no significa en absoluto reducir la religión o el fundamentalismo a un fenómeno que tiene motivaciones predominantemente económicas.
–¿Occidente tiene parte de responsabilidad en el surgimiento del fundamentalismo islámico?
–Introvigne: Sí, porque ha favorecido regímenes nacionalistas y laicistas –pensemos en las dictaduras militares en el Magreb o en el mismo Saddam Hussein–, durante mucho tempo que han reprimido con igual celo a conservadores, fundamentalistas y ultra-fundamentalistas. Si se les reprime a todos, los únicos capaces de funcionar en la clandestinidad son los ultra-fundamentalistas.
La represión que tendría que desarraigar el fundamentalismo en realidad favorece a las formas más extremas.
En general Occidente sufre una especie de síndrome de Voltaire –de manera espasmódica, particularmente en Francia– que le lleva a buscar musulmanes progresistas y ultra-progresistas que o no existen, o son generales preparados para gobernar sólo a punta de bayoneta, o son intelectuales que sirven para participar en congresos en Europa, pero que no cuentan para nada en sus países, ni tampoco entre las comunidades de inmigrantes.
La alternativa al fundamentalismo no es el Islam progresista sino el conservador.
–¿Prevé que en el futuro inmediato crecerá el fundamentalismo de matriz islámica?
–Introvigne: Diría que no. Si las comunidades religiosas se abren, y la democracia permite un funcionamiento normal, el Islam conservador se impone al fundamentalista, como demuestran los casos de Turquía, Malasia o Indonesia.
–¿Qué piensa de los fundamentalismos laicos? ¿Es un fenómeno nuevo?
–Introvigne: El anticlericalismo es un fenómeno antiguo. De todos modos, los fundamentalismos laicos que vemos en Francia –como en el caso de las leyes contra las así llamadas «sectas» o contra los símbolos religiosos–, o en la Unión Europea –como sucedió con el caso Buttiglione– son una reacción al hecho de que la religión, que según los laicistas tendría que desaparecer, vuelve a veces en formas nuevas y imprevistas.