MADRID, domingo, 14 noviembre 2004 (ZENIT.org).- José Luis Vázquez Borau, estudioso de religiones, considera que el cristiano debe centrarse en Jesucristo y no hacer caso a supersticiones o astrología.
En declaraciones a Vázquez Borau, autor del nuevo libro «Los Nuevos Movimientos Religiosos. Nueva Era, ocultismo, satanismo» (Editorial San Pablo), subraya, que «los Nuevos Movimientos Religiosos conectan con la posmodernidad que da mucho valor a la sensibilidad, lo que puede contribuir a que también nosotros valoremos más la vía de la experiencia».
Este especialista es doctor en filosofía y licenciado en teología moral, y lleva veinte años dedicado especialmente al estudio y a la docencia del fenómeno religioso.
–Hay un resurgir un tanto caótico de la religión: espiritualismos, esoterismos… ¿este fenómeno va a más?
–Vázquez: Es difícil predecir si este fenómeno va a ir a más. Lo que sí se
puede afirmar es que en la medida en que el ser humano quiera negar, tapar o
disimular, como si no existiera, el «sentimiento religioso que lleva
innato», éste buscará mil formas de hacerse presente y de manifestarse.
Un ejemplo reciente lo tenemos con los bautismos civiles (que han comenzado a implantarse, por ejemplo, en España). El ser humano lleva impreso en él una presencia divina que podemos decir incluso que no existe, pero no por eso va a dejar de existir y manifestarse.
Por eso son necesarias tres cosas: comunidades cristianas que den un testimonio gozoso de la fe y al mismo tiempo estén comprometidas con los problemas de las vidas de las personas, especialmente los más pobres; testigos del Absoluto; y una formación religiosa adecuada, sin la cual cualquier líder carismático sectario, en el sentido peyorativo de la palabra, se adueñará de la conciencia desinformada de las personas.
–Si se conociera mejor el cristianismo, ¿habría menos nuevos movimientos religiosos?
–Vázquez: En este libro «Los Nuevos Movimientos Religiosos (Nueva Era, Ocultismo y Satanismo)» he intentado ampliar nuestra mirada para darnos cuenta que todas las religiones, a lo largo de los tiempos han tenido seguidores que han deformado la religión que postulaban en su beneficio propio, pues en el fondo de toda manipulación religiosa hay una búsqueda de dinero y poder.
Así, después de analizar la Nueva Era como respuesta a la crisis generalizada de la religión institucional y a la obsesión por todo lo oriental como caminos de sabiduría, se indican algunos de los distintos grupos que surgen de distintas matrices, como la africano-animista, la hinduista, la budista, la confucianista, la judaica, la cristiana, la islámica, la cientificista, ocultista o la satanista.
Ciertamente, si se conociese a Jesús, Camino, Verdad y Vida estaríamos hablando de otra cosa.
–Los Nuevos Movimientos Religiosos surgen dentro de las tradiciones religiosas: ¿en qué modo interpela a las religiones este hecho?
–Vázquez: Los Nuevos Movimientos Religiosos conectan con la posmodernidad que da mucho valor a la sensibilidad, lo que puede contribuir a que también nosotros valoremos más la vía de la experiencia y del sentimiento en el acceso a Dios.
No hay fe sin una experiencia inicial que llamamos conversión y sin esa experiencia cotidiana que llamamos oración. Es muy importante revalorizar la experiencia religiosa. Véase, por ejemplo el movimiento producido especialmente entre los jóvenes por la comunidad ecuménica de Taizé. El peligro está en renunciar a la crítica y dejarse llevar por el sentimiento.
–El horóscopo, la reencarnación o la pansexualidad son prácticas «netamente anticristianas», según usted. Y sin embargo tienen seguidores. ¿Cómo se tiene que abordar este tema para que los cristianos lo comprendan?
-Vázquez: Centrándonos más en Dios y viviendo como hijos que confían en su Padre, sabedores que de él no puede venir nada malo y si nos toca pasar por momentos oscuros, saber que todo es para nuestro bien aunque no lo podamos entender hoy, pero si un día .
Si acudimos a la astrología para saber de nuestro futuro, ¿dónde está nuestra fe? No debemos preocuparnos por el mañana. Debemos vivir en el presente de Dios con un alma de niño. Nuestro destino se juega en el aquí y el ahora amando y dando la vida por los demás. La reencarnación diluye la responsabilidad humana y el sexo no es un absoluto.