ROMA, domingo, 14 noviembre 2004 (ZENIT.org).- En una sociedad en la que se registra un progresivo alejamiento, cuando no una total ausencia, de los padres en la relación con los propios hijos, se siente la necesidad de una profunda sensibilización en el carácter sagrado de la relación entre el padre y la vida concebida.
Antonello Vanni, educador, especializado en Bioética en la Universidad Católica de Milán, analiza éste y otros temas en su nuevo libro en italiano «El Padre y la vida naciente» («Il padre e la vita nascente» (Francesco Nastro Editore, 2004).
Este ensayo, se propone comentar, a la luz de las enseñanzas de la encíclica de Juan Pablo II «Evangelium Vitae» y otros documentos del magisterio de la Iglesia católica, el «Documento para el padre», redactado en diciembre de 2001 por un grupo de intelectuales italianos con el fin de dar una fuerte sacudida a la postura de quienes actualmente devalúan el papel de la figura paterna.
–«Si lo que los mortales desean pudiera realizarse, lo primero que deseo es la vuelta del padre», afirmaba Telémaco, hijo de Ulises, en la Odisea. ¿En qué medida se siente hoy la necesidad de la «vuelta» del padre?
–Vanni: En la medida en que aumenta la conciencia, incluso científica, del daño provocado por la ausencia del padre en los últimos decenios en las más ricas sociedades occidentales, en esa misma medida se manifiesta hoy la exigencia de su «retorno».
Es importante, sin embargo, detenerse en la cita de la Odisea en cuanto que esta aventura narrativa, además del deseo de la vuelta del padre, contiene indicaciones precisas sobre cómo hacerlo regresar: Telémaco, ya considerado huérfano, por benevolencia divina se siente impulsado a actuar y salir a la búsqueda del padre. Realiza un viaje iniciático en el que encontrará, entre otros, a Néstor y Menelao, depositarios de una sabiduría antigua, que le enseñarán el valor sagrado del lazo familiar y le entregarán, como una semilla que debe cultivar, la memoria del padre.
Esto quiere decir que la exigencia de la vuelta del padre debe ser acompañada de, al menos, tres elementos: la acción, es decir la activación según la propia sensibilidad y las propias competencias, de una atención educativa, social y política que vuelva a aproximar al padre a la vida de los hijos; la necesidad de definir un itinerario pedagógico apropiado para un sano desarrollo de la identidad masculina hacia la madurez, tarea que han realizado durante milenios hombres maduros como Néstor o Menelao respecto a los adolescentes, a través de ritos de iniciación. Ritos hoy desaparecidos porque la mayor parte de quienes deberían iniciar a los jóvenes en los valores de la comunidad, prefieren vivir de manera hedonística, como «eternos adolescentes», sin responsabilidad y pasión por el bienestar de las nuevas generaciones; por último, la necesidad de volver a sembrar para enseñar el carácter sagrado de los lazos familiares: paternidad, maternidad y vida conyugal. Sólo así será posible crear raíces sólidas para la familia que mantengan un sentimiento paterno atento al valor de la vida.
–¿Ha recogido experiencias personales que evidencian el deseo de la vuelta del padre?
–Vanni: En cuanto educador, puedo expresar sobre todo el desconcierto personal frente a la disgregación de la familia y la lejanía del padre (a veces ni siquiera conocido): muchos hijos me cuentan que su padre prefiere ver deporte en la televisión antes que interesarse por su vida escolar; otros subrayan el clima de silencio total mientras cenan, normalmente sólo con la madre y los hermanos.
Y sin embargo estos chicos siempre hablan del padre con amor, expresando la necesidad de una consideración y de un diálogo que raramente se produce.
Junto a estos casos dolorosos, hay que señalar también el gran interés y la participación que se produce en los encuentros en los que se habla del «caso serio de la paternidad». En los seminarios, en los cursos y conferencias en los que participo o imparto directamente, se evidencia una gran necesidad de hablar de este tema.
–¿De qué trata su libro?
–Vanni: Es un ensayo que pretende comentar, teniendo en cuenta las enseñanzas de la «Evangelium Vitae» y otros documentos del magisterio católico, el «Documento por el padre», un manifiesto realizado en Italia.
El documento, firmado y publicado en diciembre de 2001, por un grupo de profesores universitarios, científicos, periodistas y profesionales, es una propuesta de modificación de la postura hacia el padre que tienen la sociedad actual y las leyes.
Este documento a favor de la figura paterna es una propuesta que responde al llamamiento hecho por el Santo Padre el cual, en la «Evangelium Vitae», frente a los delitos que se cometen cada día incluso con la autorización del Estado y el favor de algunos estratos de la opinión pública, solicitaba iniciativas de animación social y compromiso, de proyectos culturales, políticos y legislativos encaminados a edificar una sociedad capaz de promover y defender la vida.
El mismo Juan Pablo II, en la «Familiaris Consortio», reconociendo el valor de la paternidad y la necesidad de un renovado empeño por valorarla, afirma: «Sobre todo, donde las condiciones sociales y culturales inducen fácilmente al padre a un cierto desinterés respecto de la familia o bien a una presencia menor en la acción educativa, es necesario esforzarse para que se recupere socialmente la convicción de que el puesto y la función del padre en y por la familia son de una importancia única e insustituible»(72).
–¿Cuáles han sido las primeras iniciativas relativas al manifiesto italiano en favor del padre?
–Vanni: Una primera iniciativa ha sido la petición de revisar la ley que regula la tutela social de la maternidad y el aborto, con el objetivo de dar un mayor reconocimiento y ayuda al padre que desea el nacimiento del hijo concebido (en el caso en que se intente recurrir al aborto) y, por tanto, está dispuesto a asumir su responsabilidad y obligaciones respecto al concebido y a la madre.
En Italia, la ley no prevé la participación del padre en las decisiones que se refieren a la vida y el futuro del hijo. Frente a la perspectiva de un aborto, excluye la intervención del padre que sólo puede ser escuchado si la mujer lo permite. Las adhesiones al documento en favor del padre han sido numerosas y se añaden nuevas firmas cada día.
El problema de la injusta exclusión del padre ha sido puesto de relieve también por una revista dedicada a la familia «Noi Genitori&Figli», distribuida con el diario católico «Avvenire», il 31 de octubre de 2004, en la que se publica el testimonio de un padre que no ha logrado asegurar la tutela del hijo concebido destinado a la muerte, ni siquiera recurriendo a las más altas instituciones.
–¿En su opinión, la tutela del padre en sus derechos hacia el concebido es no sólo un servicio a la vida sino también a la familia y a la sociedad?
–Vanni: La tutela del padre que desea salvar la vida del hijo en peligro de aborto, es sobre todo un servicio a la vida y este es un hecho que interpela a la conciencia cristiana. Como ha dicho recientemente el arzobispo de Bolonia, monseñor Carlo Caffarra, el ser humano hoy está en peligro y necesita ser defendido, por lo que estos «son interrogantes que deben suscitarse en la mente de los discípulos de Cristo para quienes el tema del ‘peligro para el ser humano’ se relaciona directamente con el tema central de su fe: la redención del ser humano, su salvación eterna».
En segundo lugar, es un servicio a la familia: si hoy se lamenta la ausencia del padre y su lejanía de la vida de los hijos, es importante reconocer, apreciar y estimular las manifestaciones del auténtico sentimiento paterno, caracterizado por el deseo de pr
otección, atenta custodia y solicitud respecto a la vida indefensa.
Cada hombre al que se permita salvar la vida del hijo concebido, será un ejemplo fundamental para todos los padres y una invitación a desempeñar en cada familia esta «generosa responsabilidad por la vida concebida en el seno de la madre».
Por último es un servicio a la sociedad como posibilidad de testimoniar acogida y donación. Sobre todo en una época que ve las relaciones humanas sólo en términos consumistas o de provecho, será sin duda esta tutela portadora de frutos culturales y morales inesperados e improrrogables.
–¿Cuál es su consejo para acercar de nuevo a los padres a la vida naciente y cotidiana de los hijos?
–Vanni: Pido a las agencias educativas que tomen en seria consideración la posibilidad de proponer una educación a la paternidad. Además de los cursos para quienes se preparan al matrimonio, una oprtunidad que no se debe descuidar es la «hora de religión».
Justo en estos días el arzobispo de Milán, el cardenal Dionigi Tettamanzi, subrayando la ausencia de los alumnos a la clase de Religión en la escuela, a menudo favorecida por los mismos padres, ha indicado que este momento educativo representa «el espacio para hacer emerger el interrogante religioso que forma parte de la persona y de la experiencia de la persona. Y esto no sólo por amor a la religión sino por amor a la persona humana y a su verdad».
Una propuesta podría ser la de presentar a los alumnos la sacralidad de de la relación entre el padre y la vida concebida, sacralidad que nace del hecho de que la paternidad consiste en la comunicación de un don que tiene su fundamento en la paternidad divina.
En general, los jóvenes están siempre muy atentos a estos temas, ya que están preocupados directamente por los problemas de la sexualidad. Hay que ofrecerles las razones antropológicas cristianas del amor y de la dignidad-inviolabilidad de la vida.
[La segunda parte de la entrevista será publicada por Zenit este lunes]