MADRID, lunes, 15 noviembre 2004 (ZENIT.org).- El mal parece más interesante que el bien, pero en realidad la bondad mueve el mundo. Lo sostiene el profesor Rafael Gómez Pérez en el libro «Elogio de la bondad», editado por Ediciones Rialp.
Rafael Gómez Pérez es laico y docente de antropología. Entre sus más de setenta libros figuran «Problemas morales de la existencia humana» y «Introducción a la ética social».
–¿Es fácil hacer un elogio de la bondad?
–Gómez: Todos queremos lo bueno; bueno es aquello a lo que todos aspiramos. Lo bueno es la clave de cualquier felicidad. Al probar una buena comida: «¡qué bueno está!». Al valorar una obra de arte: «es realmente buena». Hacer el elogio de la bondad sería obvio si no estuviera, al acecho, el mal…
–¿Por qué el bien parece aburrido –en las películas, por ejemplo– y el mal cautiva tanto?
–Gómez: En la vida real y práctica, cautiva más el bien que el mal. A nadie que va al dentista le parece cautivador un dentista torpe, no digamos perverso. Otra cosa es en el arte, en la ficción.
Pero es que entonces no basta hacer las cosas sin más: hay que hacerlas con arte. Presentar simples buenos sentimientos no basta para hacer arte, como tampoco presentar simples malos sentimientos. Cuando el bien es presentado con arte cautiva tanto o más que el mal.
El mal, cuando cautiva, se aprovecha de su oposición al bien o de la ausencia del bien. El bien engancha por sí mismo.
Hay cientos de ejemplos en obras de arte. Por ejemplo, el Fausto, de Goethe. Por atractivo que resulte el personaje de Mefistófeles, demonio, no se puede comparar con el de Margarita. Buena, engañada, abandonada, pero sigue amando, perdona, pide por Fausto y consigue del Cielo su salvación.
A veces los artistas hacen tanto hincapié en los «malos», para que se vea con más fuerza la calidad del bien. El mal es un parásito.
–¿Está el mundo hecho para personas buenas?
–Gómez: No sólo está hecho para ellas, sino que, sin una mayor proporción de bien que de mal, todo hubiera estallado ya en mil pedazos. Es el bien el que sostiene el mundo.
El mal puede parecer apropiado para «los demás», pero no para uno mismo. ¡Pero la humanidad no es más que una colección de «unos mismos»!
Por otro lado, personas buenas, pero no ingenuas ni simplonas. La bondad es algo que tiene mucho que ver con la inteligencia. El bueno, cuanto más lúcido, más bondad reparte.
La bondad no es una cualidad que se dé de una vez por todas e inamovible: es precisar crecer en bondad, como se crece en ciencia, en saber hacer, en relacionarse con los demás. La bondad es dinamismo, fuerza creativa. La persona «buenecita» es una caricatura de la bondad.
Estar en el bien es estar en la verdad y de esa conjunción surge el destello de la belleza. Se puede pensar que en el mundo hay mucho mal, mentira y fealdad. Es probable. Pero tiene que haber más bondad, porque el mal arruina cualquier estructura, y si hubiera más mal que bien, todo estaría ya en ruinas.
En la lucha entre el bien y el mal, -que ha de ser pacífica desde la parte del bien- el bien sobrenada el mal, como en la mayoría de las películas. Pocos quieren –salvo los masoquistas- que gane el mal, porque no es verdad que el mal sea el triunfador absoluto de la historia.
–Se tilda de relativista al que defiende la bondad y se le acusa de pensar ingenuamente que lo bueno para él lo es para todos…
–Gómez: Se podría hacer una lista inmensa de coincidencias en cosas que todos consideran bien: ser amado, respetado, querido, tener suficiente para vivir, tener amigos, poder disfrutar de las belleza de las cosas … Si no fuera por esas coincidencia, y por muchas otras, la humanidad no habría avanzado ni un paso.
La civilización es, en muchos aspectos, una acumulación de soluciones buenas. Otra cosa es que haya que haber pasado por muchos males, desgracias y sufrimientos para dar con lo mejor.
Si se mira la historia de la humanidad, se verá que eso que se llama progreso, cuando se le quita lo retórico, es una suma de inventos positivos, de soluciones más humanas, de reconocimiento progresivo de los derechos humanos, de millones de actuaciones buenas, de cientos de miles de ejemplos de generosidad, solidaridad, apoyo mutuo.
–Su libro desmiente que el secreto de la bondad esté en una buena disposición natural. Así, ¿dónde reside el secreto de lo bueno?
–Gómez: La bondad es como la virtud que reúne todas. Como toda virtud depende de esa segunda naturaleza que es la continuidad en poner actos buenos.
En definitiva, el secreto de la bondad es la libertad de elegir el bien cuantas más veces mejor. Con la convicción de que es lo mejor que puede hacerse: a uno mismo y a los demás.
El verdadero camino de la felicidad. El ejemplo es Cristo, de quien se ha escrito: «omnia bene fecit», todo lo hizo bien.