Obispo de Rumbek: Al mundo, no sólo a la ONU, debería importarle la tragedia de Sudán

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Declaraciones de monseñor Mazzolari por la cumbre del organismo en Nairobi (Kenia)

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RUMBEK, jueves, 18 noviembre 2004 (ZENIT.org).- Para el obispo de la diócesis meridional de Rumbek (Sudán), monseñor Cesare Mazzolari, el conflicto en el país africano y la tragedia humanitaria en la región de Darfur no afectan sólo a la ONU, sino que «el resto del mundo no puede permanecer indiferente».

Este jueves se abrió en Nairobi (Kenia) la sesión extraordinaria de dos días del Consejo de Seguridad de la ONU sobre las emergencias en Sudán: en el sur y en Darfur. Es la cuarta que el órgano celebra fuera de su sede en Nueva York –y la primera en catorce años–.

El secretario general de la ONU, Kofi Annan, ha expresado que «es esencial alcanzar en breve un acuerdo de paz que ponga fin a la guerra en el sur de Sudán, también para impedir que la guerra se extienda a otras zonas del país, como ha ocurrido con el conflicto interétnico en Darfur», cita «Radio Vaticana».

Por su parte, el líder de los rebeldes independentistas del sur, John Garang, y el gobierno de Jartum han anunciado la próxima firma de un memorando que compromete a ambas partes a concluir un acuerdo de paz este año.

Más de 21 años lleva en marcha la guerra civil en Sudán entre el régimen del norte –del gobierno de Jartum, de etnia árabe y blanca y religión musulmana–, y la rebelión del sur –de población negra mayoritariamente animista y cristiana—, con un balance de más de dos millones de muertos y casi cinco millones entre desplazados y refugiados.

Este conflicto armado estalló en 1983, cuando el ex presidente Gaafar Nimeiry instauró la «sharia» (ley islámica). En 1989 se impulsó el proceso de islamización forzada entre las poblaciones del sur.

Por su parte, la región occidental de Darfur es escenario de enfrentamiento bélico desde febrero de 2003: acusando al gobierno sudanés de abandonar Darfur porque su población es mayoritariamente negra y de financiar las milicias «Janjaweed» –que siembran muerte y destrucción entre la población civil–, dos grupos rebeldes de autodefensa populares –el «Movimiento para la Justicia y la Igualdad» (JEM) y el «Ejército-Movimiento de liberación de Sudán» (SLA-M)— se alzaron en armas contra Jartum.

El resultado de estos combates, por el momento, ha sido la muerte de cerca de 70 mil personas y el desplazamiento de unos dos millones; 200 mil se han refugiado en El Chad. Son los protagonistas de la peor crisis humanitaria que se registra en este momento en el mundo.

El aumento de la violencia en Darfur llevó hace dos semanas a Kofi Annan a dirigir al Consejo de Seguridad de la ONU un llamamiento a la intervención, pues aunque en el frente político se estén produciendo progresos, en el terreno se registran retrocesos.

Para Annan la reunión del Consejo en Nairobi del jueves y viernes representa una gran oportunidad para pronunciarse al respecto, a la vez que recordó que ya dos millones de personas requerían ayuda humanitaria en la región.

Este jueves, Sergio Cecchini –de «Médicos Sin Fronteras»–, recién llegado de Sudán, confirmó a la emisora pontificia que la situación ha empeorado en los últimos meses: «Han aumentado los ataques, ha aumentado la violencia contra los civiles en Darfur, pero también contra los operadores humanitarios. Aumentan incluso los casos de violación, signo evidente de que nos hallamos ante la punta del iceberg».

«Espero que se tomen medidas firmes y justas para poner fin a los abusos y a la brutalidad que sigue ocurriendo», expresó monseñor Mazzolari al servicio informativo «Sir» del episcopado italiano al inicio de la cumbre en Nairobi.

En comunicación telefónica desde Rumbek, el prelado recordó: «El conflicto de Sudán y la tragedia humanitaria de Darfur no afecta sólo a la ONU. El resto del mundo no puede permanecer indiferente. No hace falta buscar más excusas para distraerse de un problema que afecta a todo el mundo y al que hay que poner fin. Nosotros, como Iglesia, seguiremos haciendo todo lo posible para promover la paz».

«Nos alegra que tenga lugar esta cumbre de la ONU en Nairobi, pero al mismo tiempo existe el temor de que el norte de Sudán no dé ningún peso a este gesto», alertó el prelado.

Y es que en el norte del país «no existe ningún respeto hacia la autoridad que viene del mundo occidental –aclaró monseñor Mazzolari–. Y la ONU representa una fuerza que viene de fuera».

Por ello teme que la reunión no dé frutos. En el país «la gente ya está cansada y sin confianza –reconoce–. Hace diez días, en uno de los mayores campos de refugiados, los soldados hicieron una cadena humana y no permitieron que entrara ayuda alguna».

Y el «desastre humanitario» «está empeorando» –subraya el prelado–: mueren niños «por la atrocidades sufridas, por la falta de alimento, porque los pueblos han sido destruidos… Para las personas dejar ahora los campos de refugiados significaría la muerte», pero «las agencias no consiguen llevar alimentos», «los pueblos están arrasados» y «no hay ni agua porque los pozos han sido contaminados».

«La tragedia de Darfur es indecible», concluye.

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ZENIT Staff

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