COCHABAMBA, viernes, 19 noviembre 2004 (ZENIT.org).- Publicamos el texto íntegro difundido por los obispos de Bolivia el miércoles pasado al término de su 79ª Asamblea Plenaria celebrada en Cochabamba.
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MENSAJE AL PUEBLO DE DIOS
“Les daré un corazón nuevo y pondré en ustedes un espíritu nuevo. Quitaré de su carne el corazón de piedra y les daré un corazón de carne” (Ez 36, 26-27).
Los Obispos de Bolivia nos hemos reunido en nuestra segunda Asamblea anual para revisar la vida de la Iglesia y alentar a nuestro pueblo, siempre abierto a una palabra de esperanza.
ENCUENTROS CON SACERDOTES Y RELIGIOSOS
Nos han acompañado en nuestro trabajo y vivencia hermanos sacerdotes diocesanos, religiosos y laicos. Hemos rezado juntos, compartido momentos de fraternidad y las preocupaciones acerca de la actual situación eclesial y social.
En esta reflexión, nos ha guiado la palabra orientadora del Santo Padre en su reciente Carta Apostólica: ”Mane nobiscum Domine – Quédate con nosotros, Señor” (Lc 24,29), convocándonos a vivir un año dedicado a la Eucaristía, presencia viva del Señor en la historia y signo visible de solidaridad y unidad para toda la humanidad.
También nos ha iluminado el espíritu del Adviento ya próximo, tiempo privilegiado de cambio y esperanza, que nos prepara a la Navidad, fiesta del Hijo de Dios que se ha hecho uno de nosotros, fiesta de la vida, de la luz y del amor.
Hemos profundizado la vida y el ministerio del sacerdote diocesano, cuyo servicio es fundamental para la vocación y misión evangelizadora de la Iglesia. Valoramos la actitud de entrega de tantos sacerdotes y la sincera búsqueda para servir mejor al Pueblo de Dios, de acuerdo al mandato que Jesús nos ha confiado. Necesitamos tener más vocaciones sacerdotales diocesanas y orar por ellas. Invitamos a acompañar a nuestros sacerdotes para que cumplan fielmente su ministerio y sean verdaderos guías, pastores y maestros.
También nos hemos reunido con los representantes de la Conferencia Boliviana de los religiosos y religiosas, reflexionando con ellos temáticas y problemas comunes. En ambos momentos hemos sentido que la unidad y la comunión son un don que enriquece la vida de nuestra Iglesia, por eso agradecemos al Señor por el testimonio y servicio sacrificado de todos ellos.
MOTIVOS DE PREOCUPACIÓN
Posteriormente hemos analizado la problemática que estamos viviendo en nuestro país. Es altamente preocupante el que hasta ahora no consigamos salir de los problemas endémicos que en estos últimos años se han manifestado con más vehemencia, que amenazan la gobernabilidad, la estabilidad democrática, la unidad territorial y hasta la misma viabilidad del Estado boliviano.
Constatamos que se están transformando en ocasión y causa de enfrentamientos, temas que son más bien motivo de esperanza para el país:
La Ley de Hidrocarburos: Dios ha bendecido a Bolivia con abundancia de riquezas naturales, destinadas a promover el bienestar de todos sus habitantes, especialmente de los más desposeídos. Por eso es fundamental aprobar una ley que favorezca el manejo justo y solidario de los hidrocarburos, que permita gozar equitativamente de los ingresos, así como buscar el mayor provecho para el país.
Los bolivianos, aunque somos los poseedores de las riquezas, hemos de presentar nuestras exigencias dentro de los límites de un beneficio racional. Por otra parte, los inversionistas, que tienen derecho a procurar un rédito justo, están moralmente obligados a tomar en cuenta las necesidades vitales del país.
Las elecciones municipales: Se abre un nuevo periodo de vida democrática con el reconocimiento y la participación, por primera vez, de las agrupaciones ciudadanas y de los pueblos indígenas. A este cambio cualitativo de representatividad debe corresponder:
-por parte de todos los candidatos, una nueva práctica, honesta y transparente, en las campañas electorales y en la gestión del gobierno municipal, marcada por la búsqueda sincera del bien de todos los ciudadanos;
-por parte de los electores, el emitir nuestro voto conscientemente para elegir a los mejores hombres y mujeres que guiarán y servirán a los municipios.
La Asamblea Constituyente: el proceso para llegar a esta Asamblea es expresión del deseo de la inmensa mayoría de los ciudadanos de construir una Bolivia nueva, sobre la base de la justicia, la equidad, la verdad, la libertad y la solidaridad. Supone construir un nuevo pacto ciudadano en el que participen y sean tomados en cuenta, de acuerdo a su realidad, todos los sectores, estamentos, pueblos, regiones y habitantes del país, porque lo que interesa a todos, exige la participación de todos. Para dicha tarea es indispensable guiarnos por los valores fundamentales que son parte de este pueblo y de su historia: valores humanos, comunitarios, culturales, morales, religiosos y cristianos. Sin embargo, el tener una Constituyente y una nueva Constitución, de por sí, no significa la superación de todos los problemas de Bolivia; es sólo un instrumento de la solución.
Las Autonomías regionales: no se puede negar que el centralismo agrava las grandes desigualdades entre Departamentos, entre las capitales y provincias, y entre los pueblos y las comunidades rurales. Es preciso avanzar en políticas efectivas de descentralización que otorguen autonomía a las regiones, para un beneficio colectivo mayor y servicios más eficientes, con una normatividad común que garantice la superación de las asimetrías y desigualdades sociales, económicas y políticas. Las autonomías no pueden favorecer solamente a los mismos grupos que siempre han sido los privilegiados; bien entendidas, han de conducir a construir una nueva y plena unidad de Bolivia, con la participación efectiva de los pueblos indígenas y de los demás sectores que hasta ahora han sido marginados de casi todos los ámbitos de la vida del país.
CAUSAS DE LOS CONFLICTOS
Las causas objetivas y estructurales de los conflictos, como la pobreza generalizada, la carencia de servicios básicos en educación y salud, la falta de trabajo y medios dignos de vida, el deterioro económico y otros se acentúan por las actitudes de personas y grupos que impiden una solución pacífica y concertada a los problemas.
Entre ellas señalamos los niveles crecientes de intolerancia y conflictividad, la radicalidad y polaridad de posiciones antagónicas, la irracionalidad de algunas expresiones y reclamos, la tendencia a evadir las obligaciones económicas con el país, la cerrazón en la defensa de intereses particulares o sectoriales, atentando incluso a los derechos de los demás, el vaciamiento de autoridad en los poderes del Estado y la falta de acatamiento a las normas comunes de convivencia social.
Creemos que el núcleo del problema está en la pérdida de una concepción clara de la ética personal y social, que tiene que regir todas las relaciones entre personas y pueblos. Ejemplo de esto, también, es la pretensión de considerar como derechos de la persona, elementos que más bien contradicen a su dignidad, como los que se encuentran en la así llamada “Ley de derechos sexuales y reproductivos”.
CAMBIO DE ACTITUDES
Es preciso volver a las raíces de la concepción de lo que es la persona en el mundo y en la sociedad, y éstas las encontramos en la Palabra orientadora del Señor: “Pondré en ustedes mi Espíritu y haré que caminen según mis mandatos, que observen mis leyes y las pongan en práctica” (Ez 36,27).
El tiempo de Adviento, tiempo de esperanza y de cambio, nos apremia a abrir nuestra mente y nuestro corazón al Espíritu del Señor, que nos impulsa a cambiar de actitud y forma de pensar para rescatar los valores esenciales como
el de la vida, la dignidad del ser humano y el respeto a los auténticos derechos fundamentales de las personas y de los pueblos.
LLAMADO URGENTE A LA UNIDAD
La esperanza cristiana siempre es activa y nos impulsa al compromiso. Es urgente generar y fortalecer, entre todos, espacios de reconciliación para superar resentimientos e intolerancias y serenar los ánimos, para un diálogo sincero y efectivo en la escucha y aceptación de posiciones distintas. Necesitamos esfuerzos concretos para llegar a consensos en puntos fundamentales con miras a alcanzar el bien común en el diseño de una nueva Patria.
Al finalizar este mensaje y retomando nuestra preocupación central, hacemos un llamado vehemente a todos nuestros hermanos bolivianos a forjar la unidad y la concordia ante el peligro real de desarticulación y división del país y del desmoronamiento de la institucionalidad del Estado.
Bolivia, a lo largo de su historia, ha enfrentado y superado otras situaciones tan delicadas y difíciles como la presente, recurriendo a los valores enraizados en lo más profundo de sus hijos. Creemos firmemente que hoy también es posible superar estas circunstancias adversas. La tarea que nos espera no es fácil, pero nos anima el ejemplo de los que nos han precedido y contamos con la ayuda del Señor, que permanece presente entre nosotros especialmente en el sacramento de la Eucaristía y nos trae la esperanza, la paz y la alegría.
Ponemos el presente y el futuro de nuestra Patria en las manos de María, Madre de la esperanza, al celebrar el 8 de diciembre el 150 aniversario de la proclamación del dogma de la Inmaculada Concepción, pidiéndole que siga acompañándonos con su amor maternal.
Cochabamba, 17 de noviembre de 2004
LOS OBISPOS DE BOLIVIA