CIUDAD DEL VATICANO, domingo, 21 noviembre 2004 (ZENIT.org).- Juan Pablo II pidió este domingo ayuda espiritual y material para las comunidades contemplativas esparcidas por el mundo al celebrarse la Jornada «pro orantibus» (por los que rezan).
«Confío a María Santísima las comunidades de vida contemplativa, a las que saludo con afecto», dijo el Santo Padre antes de rezar desde la ventana de su estudio la oración mariana del Ángelus junto a varios miles de peregrinos congregados en la plaza de San Pedro del Vaticano.
«Que no les falte nunca a estos hermanos y hermanas nuestros el apoyo espiritual y material de todos los fieles», añadió.
Entre los que dedican la vida a la contemplación, las más numerosas son las comunidades femeninas de clausura.
En todo el mundo hay 3.529 monasterios femeninos de clausura con 47.626 monjas, así como 8.100 novicias y postulantes. Europa es el continente con el mayor número de monasterios contemplativos femeninos (2.252), seguido de América (904), Asia (227), África (123), Oceanía (23).
Europa es también el continente con el mayor número de religiosas contemplativas (29.788 profesas y 3.179 novicias y postulantes); sin embargo, en los demás continentes se da una proporción más elevada de nuevas vocaciones.
«Las monjas de clausura son un testimonio de la primacía de Dios» ha explicado la madre Maria Sofia Cicchetti, religiosa benedictina, superiora del monasterio de clausura que se encuentra en el Vaticano por disposición de Juan Pablo II desde 1994.
Según estableció el Santo Padre, en este monasterio, cada cinco años se alternan religiosas de diversas órdenes. Después de las clarisas y de las carmelitas, a partir del 7 de octubre de este año hay una comunidad de religiosas benedictinas.
En la sociedad actual, pragmática y en la que se privilegia la eficacia, «para la que vale sólo lo que me es útil, me agrada y satisface», la madre Cicchetti reconoció en declaraciones a «Radio Vaticano» concedidas este sábado, que «la vida de las monjas de clausura «no sirve»».
«Su existencia adquiere sentido y un significado real y pleno sólo en una perspectiva de fe y de amor –aclaró–: están llamadas a corresponder al amor infinito de Dios en nombre de todos los hombres, para la salvación integral de todos los hermanos y hermanas del mundo».