MATASIA, jueves, 25 noviembre 2004 (ZENIT.org).- Acogiendo con «profunda tristeza» el «brutal asesinato», perpetrado en la medianoche del miércoles, del padre John Francis Hannon, el obispo de la diócesis keniana de Ngong ha denunciado la inseguridad que se ha apoderado de la zona, a unos 25 kilómetros de la capital, Nairobi.
Según relata el obispo Cornelius Schilder, una banda de 20 personas irrumpió en la residencia del padre Hannon después de atar al vigilante. Aparentemente el grupo se enzarzó con el sacerdote en una pelea y él intentó escapar.
Pudieron seguirle desde la casa hasta la parte delantera del recinto social aún en construcción en el complejo parroquial, donde su cuerpo mutilado fue encontrado a primera hora de la mañana de este jueves.
Párroco de la iglesia de St. Barnabas –en Matasia, diócesis de Nong—, el padre John Hannon había nacido hace 65 años en Irlanda, en Killaloe (condado de Clare). Fue ordenado sacerdote en la Sociedad de Misiones Africanas (SMA) en 1967 en su país. Desarrolló su labor en Nigeria y en Kenia.
En un comunicado conjunto del obispo de Nong y de la SMA –cuya versión original ha difundido el Servicio de Información Católica para África (CISA)–, firmado por el prelado, se denuncia que existe «una gran inseguridad en la zona y la gente vive a diario temiendo por sus vidas».
Expresando una fuerte preocupación por los miembros de la comunidad, el texto señala la necesidad de que «el gobierno adopte medida drásticas para aumentar la seguridad de las personas».
«La declaración del ministro de Educación de Kenia y miembro del Parlamento, George Saitoti, confirma mis preocupaciones –expresa el obispo Schilder–. Haciendo un llamamiento a la policía para que detenga a los culpables afirmó: “Estos gangsters han sometido la zona a gangsterismo (sic) de la noche a la mañana y lo están haciendo impunemente. No se puede permitir que esto ocurra en Kenia”».
Saitoti, parlamentario por la región, se dirigió a la prensa y a las personas que a centenares llegaron a la iglesia católica de Matasia donde, mientras hacía sus declaraciones el político, aún yacía aún el cuerpo del padre Hannon.
El obispo Willie Walsh, de la diócesis irlandesa de Killaloe se ha sumado al dolor por el crimen, haciendo llegar su pésame y asegurando su oración a los familiares, amigos, hermanos de comunidad y vecinos del sacerdote asesinado en Kenia.
«Cuesta creer que la vida y ministerio de este entregado sacerdote pueda haber acabado de una forma tan prematura», reconoce en una declaración enviada por el episcopado irlandés a Zenit.
«La muerte del padre Hannon nos recuerda a todos el extraordinario compromiso y fe de todos nuestros misioneros irlandeses en el mundo. Sigamos apoyándoles de todas las formas posibles y mantengámosles en nuestra oración», concluye.
El misionero irlandés llevaba diez años en Kenia. Hacía cuatro años que se había trasladado a Matasia para poner en marcha un proyecto de formación profesional en una zona sobre todo poblada por campesinos. La educación y la escolarización eran los principales sectores en los que se había ocupado en su comunidad religiosa.
Actualmente estaba llevando a término la realización de un proyecto para preparar el centro parroquial como escuela de formación. También había desarrollado recientemente su labor con los Masai.
Con la última tragedia en Kenia, desde 2001 Irlanda ha perdido a ocho misioneros asesinados en el extranjero. En Filipinas murió el padre Rufus Malley (Sociedad Misionera de St. Columba) en 2001. Tres más murieron el año siguiente: el padre Declan O’Toole (Misioneros de Mill Hill) en Uganda, el sacerdote salesiano Declan Collins en Sudáfrica y la hermana Theresa Egan a manos de una banda.
La hermana Philomena Fogarty (Misiones Franciscanas) fue secuestrada y murió en Georgia (EE. UU.) en 2003, el mismo año en que perdieron la vida en Sudáfrica el padre Manus Campbell (misionero franciscano) y en Burundi el nuncio apostólico, el arzobispo Michael Courtney, siendo ésta la primera vez que caía asesinado un representante del Papa.