MADRID, domingo, 7 noviembre 2004 (ZENIT.org).-
Publicamos la segunda parte de la entrevista concedida a ZENIT en la que la doctora María Dolores Vila-Coro, directora de la Cátedra de la UNESCO en Bioética y Biojurídica, evidencia las razones de la necesidad actual del estudio de estas disciplinas.

La primera parte de esta entrevista se puede leer en Zenit, 5 de noviembre de 2004.

--La Declaración Universal sobre el Genoma Humano y los Derechos del Hombre en su artículo 2 dice que todo individuo tiene derecho al respeto a su dignidad y sus derechos. ¿Por qué existe la difundida apreciación de que en bioética todo es opinable?

--Dra. Vila-Coro: Las opiniones de todo el mundo son respetables como tales; el problema aparece cuando las opiniones se quieren convertir en criterios de certeza; cuando no se quiere admitir que existen leyes que se deben acatar porque están por encima de la voluntad de los hombres que, dicho sea de paso, los griegos ya habían descubierto hace más de dos mil años. Las leyes morales son comunes a todos los pueblos de la Tierra: en todas las culturas matar, robar y mentir son delitos que se han rechazado; las culturas que no las respetan se degradan y termina imperando en ellas el «sálvese quien pueda».

Actualmente, se está abriendo paso un relativismo que afecta a todos los ámbitos de la sociedad que ha contaminado, también, ciertas corrientes bioéticas. Algunos autores afirman que las leyes de la moral dependen de la conciencia de cada uno, de donde deducen que hay muchas morales. En una palabra, la moral a gusto del consumidor: «yo decido lo que es bueno o malo para mí», que es como decir «yo decido lo que es bueno y malo para ti», porque si mi conciencia me dice que no es malo robar debes cuidar que tu cartera no esté nunca al alcance de mi mano.

Si no hubiera verdades objetivas, si no existieran unos puntos de vista comunes para los investigadores ¿cómo sería posible la ciencia? Y ¿cómo sería posible promulgar unas leyes que no tuvieran como referente unos valores y principios que todo el mundo entiende y comparte? Si cada uno se guiara por su propia conciencia viviríamos en un caos donde la convivencia sería imposible.

Un ejemplo, puede aclarar esta cuestión. Una filósofa, cuyo nombre no hace al caso, que se dedica a la bioética, ha llegado a proponer que se adopte una «ética de mínimos»: un conjunto de normas morales que todos estuvieran dispuestos a cumplir. Eso significa, ni más ni menos, salirse de la filosofía, concretamente de la ética, para invadir el campo del derecho. Lo que propone esta filósofa es lo que sucede en los parlamentos, cuando los partidos en el poder no tienen mayoría y se ven obligados a negociar con otros partidos para promulgar unas leyes que todos estén dispuestos a cumplir. Pero esto es inadmisible en el caso de la ética porque de mi conciencia depende que yo cumpla o no cumpla una ley moral, pero no puedo decidir a mi antojo sobre el bien y el mal.

Es elocuente el caso del aborto: Para «A» la vida humana se debe respetar desde el momento de la concepción. Pero como «A» no tiene mayoría absoluta tiene que hacerle concesiones a «B» que quiere el aborto libre. El hecho de que «B» pretenda la total despenalización del aborto no quiere decir que no sea rechazable moralmente el aborto. Significa que las normas morales se pueden aceptar o rechazar, pues para eso el ser humano es libre, pero significa también que aunque no se quieran obedecer las normas morales siguen rigiendo. Pero como el legislador «A» tiene que tomar una decisión no tendrá más remedio de regatear con «B» los plazos y eximentes para, al final, conseguir una ley de mínimos. Los juristas sabemos muy bien la diferencia entre quebrantar una norma y derogarla: lo primero depende de la conciencia del ciudadano, lo segundo de la voluntad del legislador.

--Ciencia, Derecho y Filosofía son terrenos directamente implicados en cuestiones de bioética. Esas tres disciplinas, ¿dialogan lo suficiente para abordar adecuadamente los desafíos que presentan hoy cuestiones como la manipulación genética, las nuevas formas de eugenesia, la eutanasia, el aborto, el cuidado del enfermo crónico o terminal, etc.

--Dra. Vila-Coro: Me alegro de que me haga esta pregunta porque es, quizá, una de las claves del éxito que estamos obteniendo en los cursos que impartimos. En lo que se relaciona con la Bioética se observa una enorme confusión conceptual. Es deplorable constatar que profesionales de gran prestigio, que han alcanzado la máxima autoridad en las disciplinas relativas a su especialización cometen errores que, en otras materias, se considerarían elementales. Esto se debe a que nuestra joven ciencia es multidisciplinar, y quien carezca de una formación suficiente de ciencia básica para entender qué son las huellas genéticas, la terapia génica, la clonación...; no haya alcanzado unas nociones de antropología, metafísica y ética... y desconozca los conceptos jurídicos básicos, las leyes y derechos fundamentales... es imposible que pueda formular, ni siquiera, opiniones congruentes, y muchísimo menos criterios rigurosos. Pero, lamentablemente, se observan importantes errores en los medios de comunicación, en artículos, conferencias y escritos de muy ilustres científicos, filósofos y juristas, muy considerados y respetados en las disciplinas que son objeto de su dedicación profesional...

El alumno que haya seguido con interés un programa como el nuestro habrá adquirido una completa formación básica en Bioética que le permitirá no sólo pensar con rigor, sino también opinar con acierto.

--¿Qué fundamentos orientan la formación que imparten desde esta Cátedra?

--Dra. Vila-Coro: La formación que impartimos se mantiene sobre los fundamentos de cada disciplina, aplicando los principios y normas que le son propios. En el terreno científico buscamos el conocimiento de la realidad, de las cosas como son. La investigación científica no es censurable ni moral ni jurídicamente: no se debe poner ningún límite al progreso porque no es rechazable; supone, por el contrario, una actividad encomiable. La búsqueda del conocimiento, de la verdad, es la realización de un valor. La aplicación de los descubrimientos científicos a los seres humanos es, en algunos casos, lo que puede ser objetable.

La filosofía por medio de la reflexión, a la luz de los valores y principios morales, nos da las claves de cómo interpretar los datos empíricos que la ciencia nos propone. Tendremos la certeza de estar obrando acertadamente siempre que nuestra actuación vaya a favor de la vida, de una vida más humana; respetemos la dignidad de la persona y los derechos que le son inherentes; propiciemos la realización de los valores que harán de los hombres --y de la sociedad-- seres más felices, en paz con ellos mismos y con el orden natural.

El discurso bioético resulta insuficiente para dar respuesta a la problemática que plantean los avances científicos. Ha surgido la Biojurídica, que se ocupa de la preparación y estudio de las nuevas leyes y del seguimiento de las actualmente vigentes, para garantizar su debida fundamentación en la dignidad del hombre y el respeto y protección de los derechos humanos. Esta ciencia pretende poner límites jurídicos a la aplicación de la investigación en los seres humanos sobre la base de la moral. Hay que tener en cuenta que las leyes, para ser verdaderas leyes, tienen que fundamentarse en valores morales.

El derecho marca los cauces jurídicos para que las relaciones interpersonales transcurran en el marco del orden y la justicia. Desde esta perspectiva objetiva se cultivan los valores espirituales para que cada ser humano desarrolle sus potencialidades y alcance su plenitud personal. Y, n aturalmente, impondrá las sanciones que correspondan, si fueran necesarias, para que se cumplan los fines que encierra cada norma jurídica.

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