CIUDAD DEL VATICANO, miércoles, 24 noviembre 2004 (ZENIT.org).- Publicamos el mensaje íntegro del presidente del Consejo Pontificio para la Pastoral de la Salud, el cardenal Javier Lozano Barragán, difundido este miércoles con ocasión de la celebración de la próxima Jornada Mundial del Sida, instituida desde 1988 por la ONU.

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MENSAJE CON OCASIÓN DE LA
JORNADA MUNDIAL DEL SIDA – 1 DE DICIEMBRE DE 2004



A los Presidentes de las Conferencias Episcopales, a los Obispos encargados de la Pastoral de la Salud en las Conferencias Episcopales y a todo el Pueblo de Dios

Queridos hermanos:

1. Desde hace algunos años, el 1º de diciembre celebramos la Jornada Mundial del SIDA. Con esta ocasión, en mi calidad de Presidente del Pontificio Consejo para la Pastoral de la Salud, también este año deseo dirigir un Mensaje de cercanía y animación de la Iglesia a los que luchan contra esta pandemia devastadora, a los que asisten y curan a los enfermos de VIH/SIDA y a estos últimos que experimentan en primera persona el misterio del sufrimiento humano. La Organización de las Naciones Unidas para el programa sobre el SIDA (UNAIDS), esta vez ha dedicado la jornada a las mujeres, a las jóvenes y al VIH/SIDA, debido a su mayor vulnerabilidad para contraer el virus del VIH/SIDA, con respecto a los hombres; en efecto, un estudio ha puesto en evidencia que las mujeres son contagiadas 2,5 veces más que los hombres.

2. Comparto la preocupación de la comunidad internacional frente al cuadro dramático de las consecuencias de la epidemia sobre la salud, las condiciones de vida, las perspectivas, el estado y la dignidad de las mujeres y de las jóvenes en muchas regiones del mundo. De hecho, el impacto del VIH/SIDA en las mujeres acrecienta la desigualdad e impide el progreso hacia la universalidad de los derechos. Además, cuanto mayor es el progreso del contagio en las mujeres, que son el fundamento de las familias y de las comunidades, más aumenta el riesgo de un derrumbe social. Desde siempre la Iglesia defiende con especial vigor la mujer y su elevada dignidad y lucha para combatir las discriminaciones que, incluso hoy, permanecen en amplios sectores de nuestra sociedad, y solicita mayores esfuerzos para eliminar las desigualdades contra las mujeres en ámbitos como la educación, la tutela de la salud y el trabajo.

3. El VIH/SIDA es una de las epidemias más asoladoras de nuestros tiempos; es un drama humano que, por su gravedad y amplitud, constituye uno de los mayores retos sanitarios a nivel mundial. Los datos que proporciona el Informe de las Naciones Unidas “The impact of Aids” del 2004 hablan claramente que desde el momento de la aparición de esta epidemia (hacia los años 80), más de 22 millones de personas han muerto en el mundo por SIDA y en la actualidad 42 millones de personas viven con el VIH/SIDA. En el año 2003 han muerto 2,9 millones de personas por SIDA y 4,8 millones han sido infectadas por el VIH. El SIDA es la causa principal de la muerte en las personas de edad comprendida entre 15 y 49 años. En muchos países, especialmente en África y en los países más afectados como Botswana, Swazilandia y Zimbabwe, la epidemia del SIDA se ha propagado en forma muy veloz provocando enfermedad, muerte, pobreza y dolor. En la actualidad, esta pandemia está afectando duramente a los países con elevado número de habitantes como China e India. Se prevé que hasta el 2025 el SIDA causará la muerte de 31 millones de personas en India y 18 millones en China.

4. Es dramática la situación de los niños. Según el Informe 2004 de UNICEF, UNAIDS y USAID “Children on the brink”, entre el 2001 y el 2003, el número global de niños que se han quedado huérfanos por el SIDA ha crecido de 11,5 a 15 millones, en su mayoría en África. Se calcula que dentro del 2010, en el África sub-Sahariana habrán 18,4 millones de huérfanos por el VIH/SIDA. Sólo en el 2003 esta epidemia ha causado 5,2 millones de niños huérfanos. Además, su creciente número está cambiando, sobre todo en África, el sistema tradicional de acogida a los huérfanos en las familias porque, siendo pobres, tienen dificultad para encargarse de estos niños.

5. En numerosas ocasiones el Santo Padre Juan Pablo II se ha ocupado del problema y nos ha proporcionado claras orientaciones que muestran la naturaleza de la enfermedad, su prevención, el comportamiento del enfermo y de quien lo asiste, así como el papel que deben tener las Autoridades civiles y los hombres de ciencia. Subrayo su pensamiento en lo que se refiere a la inmunodeficiencia de valores morales y espirituales y lo relacionado con el seguimiento al enfermo de SIDA, a quien se le debe brindar toda atención y servicios por ser el más necesitado. En particular, en su mensaje por la Jornada Mundial del Enfermo para el 2005 (nn. 3-4) subraya que el drama del SIDA se presenta como una “patología del espíritu” y que para combatirla de manera responsable, es preciso aumentar la prevención mediante la educación al valor sagrado de la vida y la formación a la práctica correcta de la sexualidad.

6. Es necesario alejar el estigma que a menudo la sociedad hace pesar sobre el enfermo de SIDA. Para disipar los prejuicios de los que temen acercarse a los enfermos de SIDA para evitar el contagio, deseamos recordar que el SIDA se transmite sólo a través de la triple vía de la sangre, de la transmisión materno-infantil y por contacto sexual. Para eliminarlas, debemos combatirlas eficazmente. En lo que respecta el contacto sexual, recordamos que hay que eliminar el contagio mediante una conducta responsable y la observancia de la castidad. Refiriéndose al Sínodo para África de 1994, el Papa subraya una recomendación formulada por los varios obispos participantes: “Debemos presentar continuamente a los fieles, sobre todo a los jóvenes, el afecto, el gozo, la felicidad y la paz que procura el matrimonio cristiano y la fidelidad, así como la seguridad proporcionada por la castidad”.

7. Como respuesta a la fuerte llamada del Santo Padre, desde la aparición del terrible flagelo la Iglesia católica siempre ha dado su aporte tanto para prevenir la transmisión del virus VIH como en la asistencia a los enfermos y a sus familias en el plano médico-asistencial, social, espiritual y pastoral. Actualmente el 26,7% de los centros para el tratamiento del VIH/SIDA en el mundo son católicos. Numerosos son los proyectos y programas de formación, prevención del SIDA y de asistencia, curación y seguimiento pastoral del enfermo de VIH/SIDA, que las iglesias locales, los institutos religiosos y las asociaciones laicales llevan adelante con amor, sentido de responsabilidad y espíritu de caridad. Junto a este inestimable y loable compromiso, el Pontificio Consejo para la Pastoral de la Salud ha acogido la petición del Santo Padre Juan Pablo II que, dirigiéndose a los Obispos de las Conferencias Episcopales de América, Australia y Europa, pide que se unan a los pastores de Africa para afrontar eficazmente la emergencia del SIDA.

8. Para mayor eficacia en la lucha contra el VIH/SIDA, deseo proponer una vez más algunas pautas de acción que indiqué en mi discurso con ocasión de la XXVI Sesión Especial de la Asamblea General VIH/SIDA de la ONU (New York 2001):

- Apoyar los planes globales mundiales para combatir el VIH/SIDA;
- Incrementar la educación escolar y la catequesis a los valores de la vida y del sexo;
- Eliminar toda forma de discriminación ante los enfermos de HIV/AIDS;
- Informar adecuadamente sobre esta pandemia;
- Invitar a los Gobiernos a crear condiciones adecuadas para combatir este flagelo;
- Favorecer una mayor participación de la sociedad civil en la lucha contra el SIDA;
- Solicitar a los países industrializados que, evitando toda forma de colonialismo, ayuden a los países que tienen necesidad en esta campaña contra el SIDA;
- Reducir a lo mínimo el precio de los medicamentos anti-retrovirales necesarios para curar a los enfermos de VIH/SIDA;
- Intensificar las campañas de información para evitar la transmisión materno-infantil del virus;
- Ofrecer una mayor atención al cuidado de los niños seropositivos y a la protección de los huérfanos causados por el SIDA;
- Dirigir mayor atención a los grupos sociales más vulnerables.

9. Quisiera terminar con la plegaria, de particular significado en esta oportunidad, que el Santo Padre Juan Pablo II ha dedicado con ocasión de la Jornada Mundial del Enfermo 2005, a todos los que viven el sufrimiento y ven en el hombre que sufre el Rostro de Cristo. Les invito, queridos hermanos y hermanas a hacerla vuestra.

“María, Virgen Inmaculada,
Mujer del dolor y de la esperanza,
sé benigna con toda persona que sufre
y obtén a cada uno la plenitud de vida.
Dirige tu mirada materna
especialmente hacia los que en África
se encuentran más necesitados,
al estar afectados por el SIDA
o por alguna otra enfermedad mortal.
Mira a las madres que lloran por sus hijos;
mira a los abuelos que carecen
de suficientes recursos
para sostener a sus nietos
que han quedado huérfanos.
Abraza a todos con tu corazón de Madre.
Reina de África y del mundo entero,
Virgen santísima, ruega por nosotros.”

+ Javier Cardenal Lozano Barragán
Presidente del Pontificio Consejo para la Pastoral de la Salud

[Traducción distribuida por «Fides»]