CIUDAD DEL VATICANO, miércoles, 9 febrero 2005 (ZENIT.org).- Varios cardenales han dejado claro que en estos momentos no se plantea la cuestión de una posible renuncia de Juan Pablo II, pues, según constatan, mantiene toda la lucidez para guiar como hasta ahora a la Iglesia católica.
Para el cardenal Giovanni Battista Re, prefecto de la Congregación para los Obispos, «hablar de las dimisiones del Papa es de mal gusto» en estos momentos.
En declaraciones concedidas este martes a la agencia AdnKronos, el purpurado italiano reconoce que la cuestión es particular mente grave «si se piensa que se ha reabierto tomando como excusa la gripe».
Por su parte el cardenal Darío Castrillón, prefecto de la Congregación para el Clero, subrayó este martes a los micrófonos de la emisora radiofónica colombiana «Radio Caracol» que el Papa tiene «toda la capacidad mental» para gobernar la Iglesia.
«El derecho de la Iglesia, por cualquier razón de tipo individual o personal, deja siempre al vicario de Cristo la libertad de decidir. Él es el único que toma iniciativas al respecto. Y en estos momentos no es el caso. No hay necesidad de hablar del tema, el Santo Padre tiene en sus manos el timón de la iglesia», añade el purpurado.
El cardenal Jean-Marie Lustiger, arzobispo de París, afirmó este martes que el Papa «tiene conciencia de su tarea y quiere cumplirla hasta el final»
En declaraciones a la televisión «France 2», informó que en su último encuentro en diciembre de 2004 con el Papa estuvo «cara a cara, en la mesa, durante más de una hora» con el Santo Padre, quien le planteó «todo tipo de cuestiones muy precisas, inteligentes y perspicaces».
«Recordaba perfectamente los argumentos que quiso tratar. Quedé muy impresionado de su atención y presencia», añade.
El Papa «no tiene vergüenza de su estado físico», añade el arzobispo parisino. «Tiene conciencia de que ha sido llevado a este estado y de que en este estado tiene que cumplir con su misión».
El cardenal francés reconoce que «el Papa ya no dirige la Iglesia como un super manager», pero se pregunta: «¿el Papa tiene que dirigir la Iglesia como el presidente de una empresa?»
«El Papa participa en su destino de discípulo de Cristo», concluye el cardenal Lustiger, «su enfermedad forma parte del mensaje y de su función, pero –una vez aclarado todo esto– hay que reconocer que el gobierno cotidiano de la Iglesia funciona de todos modos».