CIUDAD DEL VATICANO/COIMBRA, miércoles, 16 febrero 2005 (ZENIT.org).- El último adiós de Juan Pablo II a Sor Lucía –testigo de las apariciones marianas de Fátima–, con quien le unía una profunda amistad espiritual, se hizo el martes vehículo de su gratitud por el apoyo que siempre sintió, especialmente en los momentos de prueba y sufrimiento, en la oración de la carmelita.
Así lo expresó el Papa en el mensaje que su enviado especial, el cardenal Tarsicio Bertone, leyó al término del funeral por la religiosa, unas palabras que fueron respondidas por la multitud que llenaba la catedral de Coimbra y sus alrededores con un prolongado aplauso.
Decenas de miles de personas llegaron de todo Portugal –que el martes vivió una jornada de luto nacional–, y de otros países, especialmente de España y de América Latina, para despedirse de Sor Lucía y participar en los solemnes funerales en torno a los restos de la carmelita portuguesa.
La mayor parte tuvo que seguir la celebración desde la plaza y las calles laterales, describe «Avvenire». Agitando sus pañuelos blancos despidieron a Sor Lucía al paso de su féretro desde el templo hasta la sepultura en el Carmelo donde vivió 57 años y falleció. Desde allí será trasladada al Santuario de Fátima en un año.
Presidió el funeral el cardenal Bertone –arzobispo de Génova–, quien había tenido oportunidad de encontrase varias veces con Sor Lucía (Cf. Zenit, 15 febrero 2005), la última en 2003, cuando la carmelita le entregó su bastón para que se lo regalara a Juan Pablo II.
Al cardenal Bertone confió el pontífice un mensaje –dirigido al obispo de Coimbra, monseñor Albino Cleto (Cf. sección de
«Documentos» de Zenit )– en el que descubrió su «íntima emoción» por la desaparición de Sor Lucía y daba su «último adiós a esta humilde y devota carmelita».
«La visita de la Virgen María, que recibió la pequeña Lucía en Fátima junto a sus primos Francisco y Jacinta en 1917, fue para ella el comienzo de una singular misión a la que se mantuvo fiel hasta el final de sus días. Sor Lucía nos deja un ejemplo de gran fidelidad al Señor y de gozosa adhesión a su voluntad divina», escribió el Papa.
«Recuerdo con emoción los distintos encuentros que tuve con ella y los vínculos de amistad espiritual que con el paso del tiempo se intensificaron», compartió.
«Me he sentido siempre sostenido por el don diario de su oración, especialmente en los momentos duros de la prueba y del sufrimiento –reconoció–. Que el Señor la recompense ampliamente por el gran y escondido servicio que ha hecho a la Iglesia».
Juan Pablo II se había reunido con la monja carmelita en tres ocasiones: el 13 de mayo de 1982, 1991 y 2000 –recuerda «Vatican Information Service» (VIS)–. El primer encuentro tuvo lugar exactamente un año después del atentado en la Plaza de San Pedro, que estuvo a punto de costarle la vida. En aquella ocasión, el Papa fue a Fátima para dar gracias a la Virgen por haberle salvado y quiso que la bala que había quedado en el jeep después del atentado fuese engarzada en la corona de la imagen de la Virgen de Fátima, como signo de gratitud.
El segundo encuentro, en 1991, tuvo lugar en el décimo aniversario del atentado. La última vez que el Papa y Sor Lucía coincidieron personalmente fue el 13 de mayo de 2000. Ese día, el Santo Padre beatificó a los pastorcillos Jacinta y Francisco y el cardenal Angelo Sodano, secretario de Estado, leyó un texto relativo al tercer secreto de Fátima.
La víspera del fallecimiento, el Papa había enviado un fax a Sor Lucía en el que expresaba su cercanía y aseguraba su oración para que pudiese «vivir este momento de dolor, sufrimiento y ofrecimiento con el espíritu de la Pascua, del paso».
En torno al féretro estuvo la guardia de honor, treinta y cinco obispos de Portugal, las diecisiete hermanas de comunidad de Sor Lucía, sus familiares y el pueblo portugués. Ha habido representantes políticos que en señal de condolencia suspendieron su campaña electoral.
Los fieles aguardaron colas desde primeras horas de la mañana del martes para dar su último adiós a Sor Lucía. Para ellos es «la persona que fue tocada por una experiencia extraordinaria, pero que supo encarnarla en la vida ordinaria», como dijo en su breve homilía el cardenal José Policarpo, patriarca de Lisboa y primado de la Iglesia en Portugal.
«La vida de Lucía será examinada –dijo el cardenal Bertone, según cita “Asianews”–. Ciertamente no será fácil como lo fue para Jacinta y Francisco, porque Sor Lucía ha escrito mucho; algunos textos no son aún conocidos. Pero estoy seguro de que pronto se unirá a sus dos primitos que ya están en los honores de los altares».
Sor Lucía «rezó hasta el último momento por el Papa y su salud», y «cuando Juan Pablo II le envió por fax un mensaje de agradecimiento destinado a ella» «por sus oraciones, durante la hospitalización en el Gemelli, quiso estrechar esos folios y aún estando ya casi ciega dijo a sus hermanas de comunidad: “dejadme leer, es el Papa quien me escribe”», recuerda su sobrino, el sacerdote salesiano José dos Santos Valinho.
Fue invitado por las carmelitas de Coimbra a presidir en el convento la primera Misa de sufragio por su tía, de quien recuerda su gran amistad por el actual pontífice.
«Cuando la priora del convento –cuenta el padre José a “Avvenire”— le entregaba un mensaje, una comunicación del Papa, para ella era siempre una gran emoción. Lo que más impresionó fue la llegada del último mensaje: en aquel trance es como si de improviso recuperara las fuerzas perdidas y sus pequeños ojos se iluminaran».