CIUDAD DEL VATICANO, jueves, 12 mayo 2005 (ZENIT.org).- Benedicto XVI confirmó ante el Cuerpo Diplomático este jueves su compromiso a favor de la paz y de la defensa de los derechos humanos fundamentales.
Al dirigirse por primera vez a los embajadores de 174 países, el nuevo obispo de Roma consideró que siente con particular urgencia esta tarea a causa de la experiencia de su infancia y juventud en Alemania, donde fue víctima de la opresión nazi y testigo de la división causada por el comunismo.
«Por mi parte, procedo de un país en el que la paz y la fraternidad ocupan un gran lugar en el corazón de sus habitantes, en particular, de aquéllos que, como yo, conocieron la guerra y la separación entre hermanos pertenecientes a una misma nación», confesó el Papa en su discurso.
En el origen de aquellos dramas, recordó, se encontraban «ideologías devastadoras e inhumanas que, encubiertas de sueños y de ilusión, impusieron a los seres humanos el yugo de la opresión».
«Comprenderéis por tanto que soy particularmente sensible al diálogo entre todos los hombres, para superar todas las formas de conflicto y de tensión, y para hacer de nuestra tierra una tierra de paz y de fraternidad», aseguró hablando en francés.
Benedicto XVI propuso que «las comunidades cristianas, los responsables de las naciones, los diplomáticos y todos los hombres de buena voluntad» unan sus esfuerzos para «realizar una sociedad pacífica» y «vencer la tentación del choque entre culturas, etnias y mundos diferentes».
Para alcanzar este objetivo, el sucesor de Pedro considera que «cada pueblo tiene que sacar de su patrimonio espiritual y cultural los mejores valores de los que es portador para salir sin miedo al encuentro del otro, aceptando compartir sus riquezas espirituales y materiales para el bien de todos».
El Santo Padre aseguró que la Iglesia no dejará «de proclamar y defender los derechos humanos fundamentales, desgraciadamente violados todavía en diferentes partes de la tierra».
Asimismo, afirmó, trabajará «para que sean reconocidos los derechos de toda persona humana a la vida, a la alimentación, a un techo, a un trabajo, a la asistencia sanitaria, a la protección de la familia, y a la promoción del desarrollo social, en el respeto de la dignidad el hombre y de la mujer, creados a la imagen de Dios».
«Podéis estar seguros de que la Iglesia seguirá ofreciendo su colaboración para salvaguardar la dignidad de todo hombre y servir al bien común, en el marco y con los medios que le son propios», subrayó.
El Papa indicó a los diplomáticos que para cumplir con su misión la Iglesia «no pide ningún privilegio para ella misma, sino únicamente las condiciones legítimas de libertad y de acción para cumplir con su misión».
Estos compromisos el pontífice ya los había asumido en su primer mensaje al mundo, leído en la Capilla Sixtina al día siguiente de su elección, el 20 de abril.