HUESCA, viernes, 27 mayo 2005 (ZENIT.org).- El martes pasado falleció en Huesca a los 93 años de edad (España) la madre Esperanza Vitales Otín, cuya inquietud por hacer testigos del amor de Dios la llevó a fundar en 1939, tras su experiencia en la guerra civil del país, la Congregación de las Misioneras de Nuestra Señora del Pilar.

El corazón de la religiosa había ido debilitándose, explicó María del Pilar Chavarri, Superiora General de la Congregación: «Tenía el corazón cansado, pero permaneció hasta el final con la mente muy lúcida», confirmó –cita la agencia de noticias de vida religiosa Ivicon--.

Describe a su fundadora como una mujer «de carácter muy recio y de profunda oración; una mujer de Dios y con una fe inquebrantable que nos contagiaba a todas», «una mujer que escuchaba» y que «era muy generosa».

La madre Esperanza Vitales Otín repetía –según cuenta la actual superiora general-- «Dios es mi Padre, qué feliz soy», y sentía un «amor apasionado por Jesucristo» así como «la urgencia por anunciar el Evangelio».

Esperanza Vitales Otín fundó esta Congregación religiosa en 1939 en Lanaja (Huesca), su pueblo natal. Esperanza había sufrido la Guerra Civil y había contemplado el odio que sentían las familias enfrentadas en su propio pueblo.

La experiencia de la guerra le movió a poner en marcha iniciativas para ayudar a superar esas situaciones y fundó la Congregación de las Misioneras del Pilar con el fin de que sus miembros fueran testigos del amor de Dios al hombre ocupándose, especialmente, de los más pobres.

Actualmente 128 hermanas de esta joven Congregación siguen el carisma de Madre Esperanza en obras de atención a ancianos, enfermos, catequesis y misiones en España. Italia, Chile y Perú.

El sábado se celebrará una Eucaristía de acción de gracias en la catedral de Huesca. Posteriormente se inhumarán sus restos en la capilla de la Casa General que las religiosas tienen en la capital.