ROMA, domingo, 22 mayo 2005 (ZENIT.org).- ¿Quién es Benedicto XVI? Para el vaticanista de «Il Giornale» Andrea Tornielli el nuevo Papa buscará «anunciar y testimoniar la sencillez, la pureza y la belleza de la fe en Jesucristo».
El periodista traza en su libro «Benedetto XVI. Il custode della fede» –«Benedicto XVI. El guardián de la fe»– (Ed. Piemme, 2005), a través de testimonios y recuerdos que llegan hasta sus últimas horas antes de la elección a la sede petrina, la personalidad de un hombre de Iglesia tan autorizado en el campo de la ciencia como humilde desde el punto de vista humano.
Para profundizar en el perfil del 265º romano pontífice Zenit ha entrevistado a Tornielli.
–¿Cuáles serán los elementos de novedad del pontificado de Benedicto XVI?
–Andrea Tornielli: Creo que el nuevo Papa, como ya ha hecho desde las primeras horas tras la elección, buscará quitar atención de la figura del Papa en cuanto persona para hacer que toda la atención se centre en Aquél de quien el Papa es el vicario. Por esto creo que Benedicto XVI ha tomado la importante decisión de no celebrar ya personalmente las beatificaciones, reservándose sólo las canonizaciones.
Además me ha impresionado mucho el acento que pone al subrayar que el Papa es ante todo y sobre todo obispo de Roma: el sábado 14 de mayo por primera vez el Papa no celebró las beatificaciones, pero el día siguiente presidió la ordenación de 21 nuevos sacerdotes de su diócesis, la diócesis de Roma. Me parecen indicaciones importantes sobre todo en vista del compromiso ecuménico.
–Se ha dicho que lo que Juan Pablo II era para el comunismo, Benedicto XVI lo será para el relativismo…
–Andrea Tornielli: Creo que es necesario entenderse. Así como rehuyo la caricatura que de Ratzinger han hecho ciertos ambientes progresistas en estos últimos veinte años, procuro también estar en guardia frente a un error: imaginar qué será el Papa sobre la base de lo que ha sido y ha dicho el cardenal Ratzinger, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe. No pienso que Benedicto XVI tenga como «programa» combatir el relativismo. Creo en cambio que buscará anunciar y testimoniar la sencillez, la pureza y la belleza de la fe en Jesucristo. El antídoto al relativismo no es un programa, no es una teoría, no es y no puede jamás ser una invectiva o una denuncia (una invectiva, una denuncia, podían sin embargo servir más ante el comunismo…). No; el antídoto está en un pueblo, incluso pequeño, que viva la fe y testimonie la plenitud de vida.
–Juan Pablo II llenó las plazas. En su opinión, ¿le tocará ahora a Benedicto XVI llenar las iglesias?
–Andrea Tornielli: No sé si sucederá. Personalmente espero que estén llenas iglesias y plazas. Pero si Juan Pablo II con su carisma y con su extraordinaria personalidad podía llenar las plazas, difícilmente Benedicto XVI o cualquier otro podrán llenar las iglesias. Las iglesias se llenarán si Dios quiere gracias al testimonio del Papa, pero sobre todo al testimonio de todos los cristianos. «¡No estoy solo!», repitió Benedicto XVI durante la Misa (de inauguración del pontificado. Ndr). El Papa no es un super-gobernador de la Iglesia, no es un soberano absoluto, es el siervo de los siervos de Dios. Y la tarea del anuncio y del testimonio es para todos.
–Es singular elegir Papa al prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe. ¿A qué desafíos intenta responder la Iglesia con esta elección?
–Andrea Tornielli: Pienso que la elección no está tanto ligada al papel en cuanto tal, cuanto más bien a la personalidad de Ratzinger, a su preparación, a su profundidad. Creo que con esta elección la Iglesia quiere reproponer hoy lo que es esencial en la fe cristiana.
–Como cardenal, Ratzinger expresó su gran admiración por la liturgia en latín, manifestando reservas sobre la reforma llevada adelante en este ámbito durante el Concilio. ¿Qué prevé que hará el pontífice Benedicto XVI respecto a la liturgia?
–Andrea Tornielli: Miremos lo que ya ha hecho: las celebraciones por él presididas han sido de una excepcional sencillez y belleza. Espero que poco a poco, sin desgarros o traumas, este gusto por la liturgia bien celebrada, que permite entrever la grandeza del misterio que se vive en la Misa y que tiene como protagonista a Dios –que viene en medio de nosotros y nos habla–, y no la habilidad o la inventiva del sacerdote o de la comunidad, se abra camino. En el discurso programático del primer día tras la elección, el Papa Ratzinger habló de la centralidad de la Eucaristía y de la correcta celebración litúrgica.
Creo que será uno de los puntos centrales de su ministerio, si bien por el momento no puedo prever cuáles podrán ser los pasos concretos. Creo que habrá también una mayor tolerancia frente a los tradicionalistas, y tal vez los próximos meses podrán ser decisivos incluso para la recomposición del mini-cisma de monseñor Lefebvre.
–Parece que durante el Concilio Vaticano II el entonces joven Ratzinger planteaba siempre la pregunta: «¿y la doctrina?». A los 40 años del Concilio, ¿de qué forma Benedicto XVI consolidará la obediencia del clero y de los católicos a la recta doctrina?
–Andrea Tornielli: Me impactó mucho el modo en que el Papa habló de la doctrina y de la cátedra papal el día de la toma de posesión (de la cátedra del obispo de Roma, en la Basílica de San Juan de Letrán. Ndr). No reafirmó una doctrina pidiendo a todos obedecer. Explicó que todos, el Papa incluido, deben obedecer a Cristo, y que precisamente en esta obediencia está el carisma de Pedro. Confirmar a los hermanos en la fe es un acto que no puede ser desligado del amor y del servicio. Cuanto más se percibe que la fe cristiana es el encuentro con algo grande y bello, tanto más se comprende que el depositum fidei, la doctrina –y no nuestras ideas o nuestras interpretaciones— es la clave de lectura para penetrar de la forma más verdadera este misterio.
–¿Podemos esperar reformas de Benedicto XVI?
–Andrea Tornielli: Querría recordar que varias veces Ratzinger dijo desear una nueva reforma de la Curia romana, que a su entender se había agigantado y burocratizado demasiado. No excluiría que el Papa pudiera dar algún paso en este sentido.