28 años de la consagración episcopal de Benedicto XVI el sábado

Fue arzobispo de Munich y Freising

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ROMA, viernes, 27 mayo 2005 (ZENIT.org).- «Experimenté la realidad del sacramento»: con estas palabras Joseph Ratzinger –ahora Benedicto XVI, obispo de Roma– evocaba el día de su consagración episcopal, de la que el próximo sábado se cumplen 28 años.

Miembro de la Comisión Teológica Internacional, Joseph Ratzinger fue designado el 24 de marzo de 1977, por el Papa Pablo VI, arzobispo de Munich y Freising.

Se convirtió en el primer sacerdote diocesano que en 80 años asumía el gobierno pastoral de la gran archidiócesis bávara cuando el 28 de mayo sucesivo recibió la consagración episcopal de manos de obispo Josef Stangl –entonces al frente de la diócesis de Würzburg–.

Joseph Ratzinger acababa de cumplir 50 años. El 27 de junio de ese mismo año Pablo VI le creó cardenal.

La fecha de su consagración la evocaba el cardenal Ratzinger como «un día extraordinariamente bello», «un radiante día del comienzo del verano, en la vigilia de Pentecostés de 1977» en su autobiografía «Mi vida» (Ed. Encuentro, 1997).

«La catedral de Munich, que, tras la reconstrucción emprendida después de la Segunda Guerra Mundial, daba una impresión de sobriedad, estaba magníficamente adornada, transmitiendo una atmósfera de alegría que le envolvía a uno de una manera verdaderamente irresistible», describió.

«Experimenté la realidad del sacramento: que en él sucede algo que es verdad –compartió el entonces purpurado–. Más tarde, la oración ante la columna de la Virgen María –la Mariensäule– en el corazón de la capital bávara, el encuentro con muchas personas que acogían al recién llegado, para ellos desconocido, con una cordialidad y una alegría que no se debía tanto a mi persona, sino que me manifestaba una vez más qué es el sacramento».

«Saludaban al obispo, que lleva el misterio de Cristo –decía–, si bien tal vez la mayoría de los presentes no era consciente de ello. Pero la alegría de aquella jornada era precisamente algo en verdad diferente de la aceptación de una persona, que debía mostrar todavía su propia capacidad».

«Era la alegría de ver de nuevo presente aquel ministerio, aquel servicio de una persona que no vive y actúa para sí misma sino para Él, y por tanto, para todos», escribía el cardenal Ratzinger.

Como lema espiritual de su episcopado, Joseph Ratzinger escogió dos palabras de la tercera epístola de San Juan: «colaborador de la verdad».

«Por un lado –explicó–, me parecía que esa era la relación entre mi tarea previa como profesor y mi nueva misión. A pesar de los diferentes modos, lo que estaba en juego y seguía estándolo era seguir la verdad, estar a su servicio. Y, por otro, escogí ese lema porque en el mundo de hoy el tema de la verdad se omite casi totalmente, pues parece algo demasiado grande para el hombre y, sin embargo, todo se desmorona si falta la verdad» –cita la Santa Sede–.

Para su escudo episcopal eligió tres elementos que ha trasladado también al escudo papal: una concha, el «moro de Frisinga» y el «oso de Corbiniano» (Cf. Zenit, 29 abril 2005).

Juan Pablo II lo nombró al cardenal Ratzinger prefecto de la Congregación para la doctrina de la fe, y presidente de la Pontificia Comisión bíblica y de la Comisión teológica internacional el 25 de noviembre de 1981. Por ello, el 15 de febrero de 1982 renunció al gobierno pastoral de la archidiócesis de Munich y Freising trasladándose a Roma.

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ZENIT Staff

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