ROMA, lunes, 13 junio 2005 (ZENIT.org).- El resultado negativo de los referendos en Francia y Holanda sobre el Tratado Constitucional europeo, ¿representan un rechazo a Europa o a las políticas que está persiguiendo la Unión? En esta entrevista concedida a Zenit, el vicepresidente del Parlamento Europeo, Mario Mauro, profundiza en la cuestión.
–También en Holanda, después de Francia, el voto popular ha rechazado el Tratado Constitucional de Europa. ¿Cuáles son, en su opinión, los motivos de esta oposición?
–Mario Mauro: La victoria del «no» en Francia demuestra cómo no sea descontado que una Constitución que no dice nada deba a la fuerza hallar un consenso más fácil respecto a un texto más comprometido y denso de significados políticos. Franceses y holandeses de hecho han rechazado un Tratado Constitucional vacío, en el que no está recogido ningún ideal, ningún proyecto político y ninguna propuesta para el futuro. Se ha tratado de un «no» contra la reducción de la Europa diseñada por Robert Schumann, Alcide De Gasperi y Honrad Adenauer a aparato burocrático poco transparente y al servicio de los «lobbies».
El voto expresado por el pueblo francés no debe, en cualquier caso, ser tomado como triunfo. En él se esconde una señal que debería despertar la atención de quien quiere el bien de Europa: aquellos que han votado «no» querrían de hecho una Constitución en muchos aspectos peor que la que se firmó en Roma en noviembre de 2004.
Los ciudadanos franceses y holandeses, preocupados por la desocupación, han expresado su desacuerdo hacia una UE incapaz de hacer salir a Europa de estancamiento y declive económico. En este sentido considero plausible interpretar este «no» como una respuesta a los cortes del welfare varias veces solicitados por Bruselas. ¿Pero cuánto podrá resistir en Europa un welfare basado en un sistema económico al colapso?
Los referendos francés y holandés han rechazado una Europa incapaz de incidir sobre la política internacional. El rechazo de principio de la guerra de hecho ha evidenciado la incapacidad europea de gestionar la crisis de los Balcanes y, desde entonces, de tener una presencia compacta en las distintas crisis internacionales. Más allá de un difundido antiamericanismo, ¿cuánto desean franceses y holandeses una Europa verdaderamente capaz de intervenir en las crisis internacionales?
–¿Cuánto de esta oposición al Tratado Constitucional coincide con las críticas que los pontífices Juan Pablo II y Benedicto XVI han elevado frente al relativismo moral y religioso, que persigue utopías sin Dios y contra la familia?
–Mario Mauro: Volviendo a la pregunta precedente, me he cuestionado si franceses y holandeses han expresado, mediante su voto, un desacuerdo a la falta de reconocimiento de las raíces cristianas en la Constitución Europea. La respuesta a la que he llegado es lamentablemente negativa.
En cualquier caso, para las instituciones comunitarias y para los sujetos de la política europea se vuelve a plantear imperativamente el deber de responde a la pregunta «¿En qué cree Europa?», siguiendo la línea maestra de la comprensión de nuestras raíces.
Si Europa no quiere ser sólo una alianza económica, sino una verdadera unión de pueblos y naciones, debe sobre todo reconocer las propias raíces. Europa no es un continente plenamente encuadrable en términos geográficos, sino un concepto cultural e histórico. Una carta constitucional capaz de restituir y garantizar a todos plena dignidad dentro del horizonte compacto y unido del bien común no puede olvidar la identidad cultural europea. El «no» francés y holandés debe ser el inicio de una nueva batalla por el respeto de esa libertad religiosa que Europa está olvidando cada vez más. El hombre debe tomar conciencia del sentido último de las cosas. Se trata de una batalla de libertad, de la batalla de nuestro tiempo para hacer de nuestra sociedad una sociedad libre respecto a los modelos fundamentalistas y relativistas hacia los cuales estamos acercándonos peligrosamente. Ésta es la condición necesaria para no frenarse ante los límites del resultado hasta aquí alcanzado y, siguiendo las palabras expresadas por Barroso, «transformar este momento difícil en una nueva oportunidad» para la construcción de nuestra nueva Europa.
–Parece cada vez más evidente que existe una cierta separación entre la posición de las fuerzas políticas, las instituciones de Bruselas y la población. En Francia y Holanda la población fue a votar en porcentajes superiores a consultas políticas y votó en mayoría contra el Tratado Constitucional europeo. ¿No es tal vez momento de rediscutir la idea de Europa propuesta hasta ahora?
–Mario Mauro: La construcción de Europa debe superar dos errores que hoy se están revelando peligrosísimos: el estatalismo y la burocracia. Lo que está en juego es particularmente importante y todos los ciudadanos europeos están llamados a tomar conciencia de ello, para ser por fin protagonistas de una construcción, la europea, que en los últimos años se ha hecho siempre por encima de sus cabezas.
Hoy es cada vez más evidente que, a partir de los años setenta, con el desarrollo de la que se ha llamado, en términos periodísticos, la Europa de las eurocracias, esto es, la Europa de Bruselas, ha habido un alejamiento del principio de poder estar unidos sobre lo esencial. La gran idea de los padres fundadores de Europa era la idea de una Europa que se ocupa de poquísimas cosas. Para Adenauer, era la Europa que volvía a poner en discusión el papel de organismo multinacional y supranacional, que tenía, por ejemplo, el Sacro Romano Imperio, una Europa entendida como institución que tiene la responsabilidad de la política exterior, de la defensa y, por lo tanto, una razón para proponer un punto de vista propio al mundo sobre las cuestiones internacionales, sobre las cuestiones de la paz, que es el instrumento a través del cual se tienen la prosperidad, el dinero y la fiscalidad. Y hoy, sobre este punto, estamos aún a mitad del vado.
–¿Qué ocurrirá si se celebran otros referendos y son contrarios al Tratado Constitucional europeo?
–Mario Mauro: El «no» expresado por Francia y Holanda, al que se añade la decisión tomada por Tony Blair de suspender el referéndum británico, determinan una condición política ya en acto, por lo que ulteriores rechazos del Tratado Constitucional no harían más que aumentar la posibilidad de un patinazo de la entrada en vigor de la Constitución, prevista para el inicio de 2007. Los 25 jefes de Estado y de Gobierno están llamados a dar ya una primera respuesta a este problema en el Consejo Europeo previsto para el 16/17 de junio. Si la entrada en vigor de la Constitución se anula, la UE seguirá basándose en el Tratado de Maastricht (y las modificaciones aportadas por los Tratados de Ámsterdam y Niza).