Ningún poder humano puede modificar el matrimonio y la familia, alerta el cardenal de Madrid

MADRID, miércoles, 15 junio 2005 (ZENIT.org).- «El matrimonio y la familia son realidades que están enraizadas en la misma naturaleza» del ser humano, por lo que «no pueden» «ser modificadas, cambiadas a su arbitrio o manipuladas por ningún poder humano», advirtió en cardenal Antonio María Rouco Varela –arzobispo de Madrid— el domingo.

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La alocución semanal del prelado en la emisora española de radio COPE, que inició afirmando «La familia sí importa», se emitió a pocos días de la gran manifestación que el «Foro Español de la Familia» (FEF) –confederación aconfesional y apolítica que representa a más de 4 millones de familias— ha convocado en Madrid.

El propósito principal de la iniciativa del 18 de junio es que la sociedad conozca y genere un debate social en torno al proyecto de ley que tiene en tramitación el gobierno por el que se va a legalizar el matrimonio entre personas del mismo sexo. El proyecto permite además la adopción conjunta de menores por estas parejas.

«La familia SÍ importa. Por el derecho a una madre y un padre. Por la libertad» es el lema de la convocatoria [más detalles sobre la manifestación en www.noesigual.org y en la página del FEF: www.forofamilia.org].

Advirtió el cardenal Rouco ante los micrófonos de COPE que la familia «importa tanto que de su estabilidad y prosperidad depende decisivamente el bien y la salvación de la persona y de toda la sociedad».

Ello «se puede comprobar una y otra vez a través de la experiencia de la vida –constató–. No hay en toda la historia de la humanidad ninguna civilización ni ninguna cultura pensadas y construidas socialmente al margen de la familia, nacida y estructurada en torno a la unión firme y estable del hombre y la mujer».

Es la «fórmula originaria y básica de sociedad y de comunión que se entreteje con las relaciones de la paternidad y maternidad, de la filiación y la fraternidad, absolutamente imprescindibles para que luego la gran sociedad y la comunidad política puedan constituirse y desarrollarse en justicia, solidaridad y paz», aclaró.

«Y, cuando por causas, achacables o no a la responsabilidad de los padres y/o de los hijos, queda perturbada con mayor o menor gravedad la situación normal de la familia, y aunque sea mucho el dolor y los sufrimientos que de estas quiebras familiares o de las crisis matrimoniales puedan derivarse, a nadie se le ocurre pensar que pueda haber otras alternativas para enderezar de nuevo el camino de la vida por las sendas del verdadero bien de la persona y de los suyos que las de la recuperación de una sana relación familiar», recalcó el cardenal Rouco.

«No nos puede extrañar que sea así –puntualizó–. El matrimonio y la familia son realidades que están enraizadas en la misma naturaleza del hombre: pertenecen a la esencia y estructura fundamental de su ser. No pueden, por tanto, ser modificadas, cambiadas a su arbitrio o manipuladas por ningún poder humano. Es más, tienen como autor a Dios».

«Pero, en cualquier caso, se haya llegado o no a alcanzar el umbral de la fe, lo que no pude aceptarse –alertó– es la pretensión de querer reducir el matrimonio y la familia a un mero “producto cultural” susceptible de ser vivido y regulado como se le antoje a cada uno o a las corrientes y poderes más influyentes de la sociedad, prescindiendo e, incluso, yendo en contra de lo que está marcado por la estructura fundamental del ser humano».

Subrayó que «si es la misma autoridad pública, el Estado, el que se dispone a establecer en el ordenamiento jurídico una fórmula que niega la esencia misma del matrimonio, el daño que se causaría al bien de la verdadera familia, a los hijos y a toda la sociedad sería incalculable: ¡el bien común en lo más esencial de si mismo quedaría gravísimamente herido!».

Así que «¿cómo no va pues a reaccionar la conciencia cristiana y la de toda persona de buen criterio con los recursos propios de una sociedad libre y democrática ante intentos legislativos de esta naturaleza como los que están tramitándose en estos momentos en España?», preguntó.

En su opinión, se trata de «asumir el deber de la responsable participación ciudadana en la formación de la opinión pública y en la toma de decisiones que importan y comprometen gravemente el bien de todos», pues en la familia, «en su bien y prosperidad material y espiritual, nos va el futuro: el futuro de la sociedad española y de Europa».

[El texto íntegro de la alocución del cardenal Rouco se puede leer en la página de «Análisis Digital», publicación de la Fundación «García Morente», dependiente del arzobispado de Madrid].

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ZENIT Staff

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