Discurso del Papa a representantes del Consejo Mundial de las Iglesias

CIUDAD DEL VATICANO, jueves, 16 junio 2005 (ZENIT.org).- Publicamos el discurso que Benedicto XVI dirigió este jueves al reverendo Samuel Kobia, secretario del Consejo Mundial de las Iglesias y al séquito que le acompañaba en su visita al Vaticano.

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Querido secretario general:
«Gracia a vosotros y paz de parte de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo» (Filipenses 1, 2). Con estas palabras de San Pablo le doy con alegría la bienvenida a usted y a los miembros de la delegación del Consejo Mundial de las Iglesias. Después de su toma de posesión como secretario general, usted había planeado visitar a mi querido predecesor, el Papa Juan Pablo II. Si bien esta esperanza nunca pudo cumplirse, le doy las gracias por haber representado al Consejo Mundial de las Iglesias en su funeral, y le expreso mi gratitud por el mensaje que usted me envió con motivo de la solemne inauguración de mi ministerio como obispo de Roma.

Las relaciones entre la Iglesia católica y el Consejo Mundial, se desarrollaron durante el Concilio Vaticano II, en el que dos observadores de Ginebra estuvieron presentes en las cuatro sesiones. Esto llevó en 1965 al establecimiento del Grupo de Trabajo Conjunto, como un medio de contacto y cooperación continuos, que debería recordar la tarea común de la unidad en respuesta a la oración del Señor: «Que sean uno» (Juan 17, 21). El próximo mes de noviembre se celebrará una consulta importante sobre el futuro del grupo con motivo del cuadragésimo aniversario de su fundación. Espero y rezo para que su objetivo y metodología de trabajo se definan cada vez mejor, en beneficio de una comprensión, cooperación y progreso ecuménico más eficaces.

En los primeros días de mi pontificado señalé que «mi compromiso prioritario es trabajar sin ahorrar energías en la reconstitución de la unidad plena y visible de todos los seguidores de Cristo». Esto exige, además de buenas intenciones, «gestos concretos que penetren en los espíritus y sacudan las conciencias, impulsando a cada uno a la conversión interior, que es el fundamento de todo progreso en el camino del ecumenismo» («Missa pro ecclesia», 5, 20 de abril de 2005,). El Papa Juan Pablo II recordó con frecuencia que el corazón de la búsqueda de la unidad entre los cristianos es el «ecumenismo espiritual». Presentó su esencia en los términos de estar en Cristo: «Creer en Cristo significa querer la unidad; querer la unidad significa querer la Iglesia; querer la Iglesia significa querer la comunión de gracia que corresponde al designio del Padre desde toda la eternidad. Este es el significado de la oración de Cristo: «Ut unum sin»» (carta encíclica «Ut Unum Sint», 9).

Deseo que vuestra visita a la Santa Sede sea fecunda y fortalezca los lazos de entendimiento y de amistad entre nosotros. El compromiso de la Iglesia católica por buscar la unidad entre los cristianos es irreversible. Por ello, quiero asegurarle que anhela continuar la cooperación con el Consejo Mundial de las Iglesias. De nuevo, le dirijo una palabra especial de aliento a usted, señor secretario general, a los miembros del Comité Central y a todo el equipo, que trabajáis por dirigir y renovar este importante organismo ecuménico. Por favor, sabed que estáis en mis oraciones y que contáis con mi inquebrantable buena voluntad. «A vosotros, gracia y paz abundantes por el conocimiento de nuestro Señor» (2 Pedro 1, 2).
[Traducción del original inglés realizada por Zenit]

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ZENIT Staff

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