CIUDAD DEL VATICANO, domingo, 19 junio 2005 (ZENIT.org).- El presidente de El Salvador, Elías Antonio Saca, se convirtió este sábado en el primer mandatario latinoamericano en ser recibido en audiencia por Benedicto XVI.
En el encuentro, según reveló más tarde el mismo presidente en declaraciones a la prensa, se analizó la situación por la que atraviesa el continente americano y se hizo mención al proceso de beatificación del asesinado arzobispo de San Salvador, monseñor Óscar Arnulfo Romero, asesinado por un comando el 24 de marzo de 1980 cuando celebraba la eucaristía.
«Benedicto XVI está convencido de que Romero fue un hombre de paz y diálogo y cree que la causa (de beatificación) debe seguir su camino, pero se opone a la utilización política que se ha hecho del arzobispo en los últimos años», declaró Saca a la agencia EFE.
La entrevista fue particularmente larga, una media hora, pues, como explicó el mandatario, Benedicto XVI demostró que conoce muy bien la realidad latinoamericana y que «está preocupado» por la situación del continente de la esperanza, como le llamaba Juan Pablo II.
Saca se quedo impresionado al ver lo bien informado que está el obispo de Roma sobre «los pasos» que se han dado en El Salvador «en estos años, desde la guerra, hasta el proceso de paz, hasta ahora».
«Es impresionante cómo conoce el Papa nuestro país y la realidad de Latinoamérica», insistió el presidente, quien invitó a Benedicto XVI a visitar El Salvador. El Papa agradeció la invitación y le dijo que lo tendría en cuenta y bendijo al pueblo salvadoreño.
Tras el encuentro privado, que se celebró en la Biblioteca privada del Papa, entraron en el recinto la esposa de Saca, Ana Ligio Mixco, el hijo de ambos, Gerardo, y un amplio séquito formado por doce personas.
Del séquito formaron parte, entre otros, el primer delegado de la Presidencia, Elías Jorge Bahaía Samour, y el ministro de Exteriores, Francisco Esteban Laínez.
El presidente Saca regaló al Papa un libro de El Salvador sobre la historia, la cultura y leyendas del país y un cuadro al óleo que representa un típico pueblo salvadoreño, obra del famoso pintor local Fernando Llort. Benedicto XVI le regaló las medallas de su pontificado.